Como es habitual, Jordan Peele sabe exactamente a dónde ir. "Lo que tendríamos que hacer", dice con genuino entusiasmo, "es ir a Hogwarts a tomar una cerveza. La montaña rusa de Harry Potter es genial". Peele tiene una película que editar, una productora que dirigir y un hijo adorablemente conversador de 17 meses esperándolo en casa, pero se escapó de todo por un par de horas, un lunes a la tarde de principios de diciembre con un clima desagradablemente perfecto, típico de la Costa Oeste. Su asistente lo dejó en Universal Studios Hollywood, un parque temático que todavía le gusta, más allá del hecho de ser un director que incluso ganó un Óscar en el verdadero estudio de Universal Pictures, el cual estrenó su segunda película como guionista y director, un film de terror absoluto llamado Nosotros, y que lanzó su debut ¡Huye!, que le cambió la vida y sacudió la cultura en 2017. "Quizás hoy me compre una varita mágica", medita Peele, mientras un acompañante nos hace evitar la fila de seguridad.
Siempre fue un nerd de la cultura pop de primera clase, algo que usó como una ventaja creativa. ("Es un geek gigantesco", dice Lupita Nyong’o, una de las protagonistas de Nosotros, que recibió una lista de 10 películas de terror, desde El resplandor hasta Let the Right One In, antes de empezar la producción. "Es extremadamente culto: se pasó la vida entera preparándose para ser esta persona para nosotros.") También solía ser "el fumón más grande de todo el mundo", su único vicio, pero finalmente dejó, más o menos cuando empezó a salir con su esposa desde hace dos años, la comediante Chelsea Peretti, así que es difícil culparlo por querer divertirse donde pueda en estos días.
"Esta es la clase de mierda que me encantaba de chico", dice Peele camino a la recreación de Universal de una Hogsmeade de adoquines, el pueblo en el que los chicos de Hogwarts hacen sus viajes de estudio de magia. "Vuelvo a sentir lo mismo cada vez que vengo acá." Su mamá, una secretaria de oficina que lo crio como madre soltera en el Upper West Side de Nueva York, nunca pudo pagarle un viaje a Disney, pero tuvo un evento del trabajo cuando él tenía 12 años, por lo que pudo pasar un par de días en el parque de diversiones de Universal en Orlando. Para un chico obsesionado con las películas, fue como ver el mundo del entretenimiento en persona.
A los 39 años, Peele es demasiado viejo como para haber visto Harry Potter de chico, pero, como experto de todo lo fantástico, incorporó la franquicia a su panteón. Como siempre, su fanatismo es crítico y duro, siempre atento a cuestiones de raza y clase, al otro lado de la historia, el que no te cuentan: un sketch incisivo de Key & Peele, su viejo programa para Comedy Central, se centraba en una escuela de magia casi sin presupuesto, en un pueblo perdido, donde los jóvenes magos se montaban en plumeros en lugar de escobas.
De camino al falso Hogwarts, que tiene una montaña rusa llamada Harry Potter and the Forbidden Journey, Peele sonríe ante un cartel de más de un metro de alto que te advierte que TENÉS QUE TENER ESTA ALTURA PARA SUBIRTE. "Estuve tratando de vender una atracción de ¡Huye!", dice. "Es mi chiste del momento: ‘Tenés que ser de este color, o más oscuro, para poder subirte’."
¡Huye! era una torta de varias capas de significados subtextuales, dirigida con una precisión hitchcockiana, un thriller en el que cada personaje blanco resulta ser malvado, en el que un fin de semana de microagresiones escala hasta un intento de quitarle parte del cerebro al protagonista. Esto obligó a un público de todos los colores a acercarse a la perspectiva de un joven negro, instalando un diálogo sobre la raza en todo Estados Unidos, y su limbo aterrador, el Sunken Place, entró en la cultura como metáfora, meme y pesadilla. Peele hizo la película por menos de cinco millones de dólares, y obtuvo más de 250 millones alrededor del mundo, un fenómeno que rápidamente lo convirtió en uno de los directores vivos más requeridos. Infinitamente entretenedor, pero al mismo tiempo lo suficientemente inteligente como para dar material para debates profundos, tocó una fibra sensible.
Más allá de no haber ganado el Óscar a Mejor Película –en cambio, se llevó el de Mejor Guión Original, siendo Peele el primer afroamericano en ganar ese premio–, es difícil imaginar cómo ¡Huye! podría haber sido más exitosa. Aun así, Peele dice: "Soy tan fanático del terror que la confusión en cuanto al género de ¡Huye! me rompió un poco el corazón. Yo quería hacer una película de terror, y resulta que casi no es una película de terror". Es, en cambio, un "thriller social" sofisticado, en la línea de The Stepford Wives y El bebé de Rosemary. "Como fan del terror, yo quería contribuir a ese mundo con algo."
Nosotros, su nueva película, es esa contribución. ¡Huye! es aterradora existencialmente; Nosotros te asusta como para que vuelques la gaseosa sobre tu vecino en el cine. Es el relato de una familia que se enfrenta con doppelgängers inquietantes de sí mismos, a los que Peele llama The Tethered (los considera parte de "una mitología de monstruos", en la tradición de Frankenstein/Drácula/Wolfman). La idea de asustar a los fans más refinados de ¡Huye! le da un placer maligno.
Con Nosotros, Peele se aleja un paso del comentario directo acerca de la raza, más allá de lo que muchos de sus fans puedan esperar. Hay, sin embargo, una declaración poderosa en el hecho de que la familia aterrada en el centro de la historia sea negra. Nyong’o hace de la mamá; Winston Duke M’Baku, de Black Panther, es el papá; y ellos también hacen el papel de los dobles, lo cual implicó desafíos tanto artísticos como técnicos. Pero Duke, cuyo físico imponente hace que le den siempre roles estereotípicos, estaba particularmente contento de hacer un personaje tan completo (uno pensaría que está basado en el propio Peele). "Es un marido cariñoso", dice Duke. "Es fuerte, es torpe, es sexual, es serio, tiene muchas inseguridades y debilidades."
"Para mí, es importante poder contar historias negras sin que sean necesariamente sobre la raza", dice Peele. "Me di cuenta de que nunca había visto una película de terror de este estilo, con una familia afroamericana en el centro que simplemente es como es. Después del descubrimiento inicial de que estás viendo a una familia negra en una película de terror, estás simplemente mirando una película. Mirando gente. Punto. En ese sentido, creo que esto demuestra un punto muy válido y diferente del de ¡Huye!, que es que no todo es acerca de la raza. ¡Huye! demostró que todo es acerca de la raza. ¡Yo demostré las dos cosas!"
Nos subimos a la montaña rusa de Harry Potter que es, de hecho, fantástica, aunque produce un poco de náusea. También es sorprendentemente intensa, con Dementors aterradores que te aparecen en la cara. "Te da bastante miedo", dice Peele, con una mirada profunda y profesional. Luego, como prometió, Peele encuentra un puesto de cervezas. En este momento, parece un hombre aliviado.
El hijo de Peele nació cinco meses después del estreno de ¡Huye!, cuando ya era claro que él se acercaba a la cumbre de su carrera. Caminando por el parque en dirección al sector de Los Simpson, Peele explica que, para él, tener un hijo fue "darme cuenta de que ya no soy el personaje principal de mi historia, y que hay cosas más importantes que el trabajo. Al principio fue aterrador porque había trabajado mucho para llegar a este punto, pero también hay algo muy lindo acerca de sacarte la presión. Me ayudó a liberarme en muchos sentidos. Te permite tomar más riesgos porque el fracaso ya no es lo peor. Si estamos cómodos y él es feliz, eso es lo único que importa".
Cuando empezó Key & Peele, en 2012, tenía 32 años. "Cuando sos actor durante tanto tiempo", dice, "tenés una idea muy fuerte sobre el éxito y el fracaso. Sentís que cada movimiento, cada frase, pone todo en juego. Si no salgo bien en ese plano, oh, arruiné mi posibilidad de conseguir otro trabajo. Si digo bien esta frase, OK, lo logré. Es una montaña rusa, un día maravilloso, otro día horrible. Era, a fin de cuentas, un viaje del que me quería bajar".
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A Peele le gusta escribir sentado en un sofá, jorobado de manera poco ergonómica frente a su laptop durante horas sin parar. A principios de esta década, cuando todavía era una estrella de la televisión de sketches de comedia que contemplaba un cambio de carrera audaz e improbable, se fumaba un porro, se sentaba y trabajaba de manera ininterrumpida en versión tras versión de un guión que al principio tituló Get Out the House [Huye de la casa].
Key & Peele, su programa con su amigo Keegan-Michael Key, lo hizo famoso; su imitación perfecta de Barack Obama, con Key haciendo de Luther, su "traductor enojado", le valió el cariño del propio presidente. El talento para la imitación de Peele resultó útil para el set de Nosotros: cuando los actores tenían que interactuar consigo mismos, Peele repetía sus frases desde fuera de cámara.
¡Huye! fue una idea con la que Peele venía jugando en su cabeza desde hacía años, y de alguna manera compartía con los mejores sketches del programa el mismo ADN cerebral, absurdo y deconstructivo (zombis racistas que se niegan a comer gente negra, etc.). Trabajó en el guión durante años. Pasó por más de 40 borradores, construyendo una estructura muy precisa que luego haría que valiera la pena ver la película más de una vez. Peele escribía así para empezar una carrera nueva, que, quizás, era en realidad la carrera que él debería haber tenido desde el principio.
"Nos gustaban mucho las cosas góticas y macabras", dice Ian Cooper, el mejor amigo de Peele de la secundaria, ahora director creativo de Monkeypaw, la productora de Peele. "Es un comediante muy talentoso, y mucha gente me dijo: ‘Dios mío, ¿así que ahora es director de películas de terror?’. Y yo les digo: ‘Sí, pero eso tiene todo el sentido del mundo’. Si me hubieras dicho que iba a ser un comediante famoso, yo te hubiera dicho: ‘Bueno, quizás. Es gracioso’. Pero esto está mucho más conectado con su historia creativa original."
Peele asiente cuando le digo que ¡Huye! parece asediada por un personaje apenas mencionado: el padre ausente de Chris (Daniel Kaluuya), el protagonista. "Ese es el fantasma sobre gran parte de la película", dice.
La propia vida de Peele estuvo influenciada por esa misma ausencia. "En estas películas, yo trato de tirarme de cabeza a mis propios miedos", dice, y la idea de una madre soltera que un día no vuelve a casa del trabajo, dejando a su hijo solo y aterrado, califica como uno de ellos. En algún momento, cerca del séptimo cumpleaños de Peele, su padre se fue de su vida. Estaban tan poco en contacto que cuando su papá falleció en 1999, Peele no se enteró sino hasta un par de años después, y al principio no pudo procesar la noticia. "Lloré mucho por eso, pero mucho más tarde", dice.
Estamos teniendo esta conversación en la oficina repleta de memorabilia de Peele en Hollywood Hills. El Óscar de Peele, por ejemplo, nos mira desde un armario de vidrio. La biblioteca está repleta de "miles de libros sobre escritura de guión", junto con novelas de autores como Stephen King y Neil Gaiman. En la pared hay una imagen en blanco y negro de Mia Farrow, cuchillo en mano, en una escena de El bebé de Rosemary.
Peele reconoce haber quedado con un grado considerable de confusión de identidad: su papá era negro, pero fue criado por su madre blanca. "Gran parte de ese dolor está internalizado", dice, "y no te das cuenta de que lo sufrís hasta que un día estás viendo una película en la que hay una cosa padre-hijo, y empezás a llorar sin razón. Pero, durante la gran mayoría de mi vida, no estuve preocupado por eso. Pero me doy cuenta de que mi trabajo trata mucho sobre esos temas. Definitivamente es algo que sigo trabajando".
Cuando era chico, Peele tenía miedo de noche, lo cual quizás esté conectado con todo lo anterior. "Evocaba imágenes de monstruos en armarios, esas cosas", dice Peele. "Fue una fase emocionalmente devastadora." Curiosamente, se liberó del miedo contando una historia inventada por él (incluía un auto atascado, una cabeza cortada y un cántico aterrador) en un fogón durante un viaje de la escuela. "Todos quedaron temblando, y me acuerdo de que me sentí bastante invencible", dice Peele. "En ese momento, yo controlaba el miedo. Pasé mucho tiempo en la comedia, pero ese momento me quedó como la obra de arte más catártica de mi vida."
Peele siempre sintió una libertad inusual para determinar cuál iba a ser el camino que tomara en su vida. "Una de las cosas buenas de no tener un padre", dice, "fue no tener que responder a un tipo que tuviera su propia idea de lo que yo tengo que hacer". Desde el principio, era claro que él sería alguna variedad de artista. Era un dibujante talentoso, y también hizo teatro amateur cuando era chico. "Creo que a los 12 años ya tenía un manager", recuerda. "Iba a castings y no quedaba en ningún lado, me costaba mucho lidiar con el rechazo." En otras palabras, fue "una estrella infantil fracasada. Ciento por ciento".
Cuando estaba en noveno grado, recibió una beca para ir a la escuela católica privada Calhoun School, y descubrió un grupo de amigos artísticos. Tuvo una fase gótica, en la que escuchaba Tool y Nine Inch Nails y se vestía de negro. Hicieron una serie con videocámara llamada Planet of the Beasts, protagonizada por sus viejos juguetes, "como una película absurda inspirada en Jurassic Park", dice Win Rosenfeld, otro amigo de la secundaria, que ahora es presidente de Monkeypaw. "Literalmente, golpéabamos un tiranosaurio rex contra un Luke Skywalker, y Jordan lo transformaba en algo gracioso, aterrador, bizarro y original."
Peele quería, más que cualquier otra cosa, ir a la escuela de cine de NYU y ser director. "Sabía que podía serlo, si recibía la educación y el entrenamiento", dice. "Sabía que podía ser bueno en eso." Pero, quizás por primera vez en su vida, perdió la paciencia: lo quería tanto que ni lo intentó. En su lugar, aplicó al Sarah Lawrence College, entró con una beca, y se inclinó por el campo altamente lucrativo de las marionetas. "En mis primeros años", dice, "yo me imaginaba haciendo un show de marionetas de vanguardia, probablemente mezclando terror y comedia, en algún lugar del Lower Manhattan". Pero volvió a cambiar, involucrándose en la improvisación, y dejando la universidad en segundo año para mudarse a Chicago, con el objetivo de entrar en la escena de la comedia de Second City de esa ciudad. Rápidamente, lo reclutaron para Boom Chicago, una troupe de improvisación cuya base está en Ámsterdam, donde pasó tres años fantásticos, permanentemente fumado. En viaje a la verdadera Chicago, en 2003, conoció a Keegan-Michael Key, y se dirigió hacia su destino.
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De vuelta en Universal, Peele está explicando los desafíos de hacer algo después de ¡Huye!, cuando un velociraptor bastante realista –mitad animatronic, mitad un tipo disfrazado– pasa por detrás de nosotros y lanza un aullido. Se siente como si estuviéramos en la cabeza de Peele. Me pregunta si alguna vez vi los programas de bromas japoneses donde tiran un dinosaurio parecido en oficinas con trabajadores desprevenidos, y me muestra un video de YouTube de un joven aterrado corriendo para escaparse de uno. Peele se ríe fuerte, lo cual no pasa mucho.
Cuando Peele hizo su segunda película, no tuvo tanto miedo como el tipo de la oficina y el dinosaurio, pero ciertamente lo preocupó un posible tropezón. "Tenía miedo de no estar a la altura", dice, sin involucrarse demasiado personalmente en la emoción. Miró con atención las segundas películas de sus directores preferidos, y encontró una inspiración particular en cómo M. Night Shyamalan amplió su paleta entre Sexto sentido (técnicamente no es su primera película, pero podría haberlo sido) y El protegido. También tomó nota de cómo Quentin Tarantino expandió su mundo entre Perros de la calle y Pulp Fiction.
En su época de fumón, Peele tenía miles de ideas como para una larga carrera. Más recientemente, se le ocurrieron cuatro ideas para thrillers sociales en la línea de ¡Huye!. Nosotros empezó como una de esas, pero, a medida que el componente de terror tomaba el control, se alejó de esa categoría. Su inspiración inicial fue el antiguo episodio de La dimensión desconocida titulado "Mirror Image", que vio cuando era chico. En él, una mujer encuentra a su doble en una parada de colectivo y se convence de que llegó desde un universo paralelo, decidida a reemplazarla. "Es una narración aterradora, hermosa, y muy elegante", dice Peele, "y abre un mundo. Te abre la imaginación". Se pasó seis meses armando el guión en su cabeza y otros seis escribiéndolo, un período de gestación sustancialmente más corto que el de ¡Huye!.
En la sala de edición improvisada cerca de su oficina, Peele y el editor de Nosotros, Nicholas Monsour, me sientan y me muestran más o menos 14 desgarradores minutos de la película, y Peele observa mis reacciones con atención. "Jordan dice que el terror y la comedia son los dos géneros en los que tenemos una respuesta corporal involuntaria", me dice más tarde Monsour. "O te reís, o saltás. Y los dos juegan con los nervios alrededor de temas tabú."
La escena que me muestran es la versión completa de la invasión de los dobles de la familia a la casa, la que se sugiere en el primer tráiler. Los dobles son extremadamente inquietantes; en particular la villana de Nyong’o ("Tuve que ir a zonas oscuras de mi cabeza", dice ella). "En esa escena, ella tiene una gravedad anticipatoria", dice Peele. "Siento que su actuación en esta película está a la altura de la seriedad de Hannibal Lecter."
"Después de esta película", dice Duke, "la palabra ‘jordanpeeliano’ va a entrar en el vocabulario del cine, y estoy de acuerdo".
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Peele ya hizo una contribución indeleble a nuestro vocabulario cultural: el Sunken Place. Si no, pregúntenle a Kanye West, quien, tras su apoyo público a Donald Trump, recibió acusaciones de que se había mudado a ese lugar. Peele, quien una vez se reunió con West para hablar de un proyecto de TV, es cuidadoso con este tema, aunque admite que le "sacó una carcajada". "El Sunken Place es un nuevo término que tenemos para ayudarnos en la discusión de lo que, para mí, pasa cuando la gente negra elige una ideología que es racista contra la gente negra", dice Peele.
"El tema con Kanye, sea lo que sea que le esté pasando", dice Peele, "es que está tratando de decir su verdad. Y hay algo magnético en la gente que trata de decir la verdad. Quizás me equivoque, pero mi sensación es que, incluso cuando dice algo con lo que no estoy de acuerdo, él está tratando de decir su verdad, y eso es más de lo que podés decir del 90% de la gente".
Hay momentos en ¡Huye! que permanecen. Otro ejemplo es cuando Chris, un fotógrafo talentoso, se da cuenta del verdadero horror de su situación: que un marchand blanco y ciego estaba preparándose para tomar su cuerpo. El marchand se ocupa de declarar que, más allá de estar involucrado en un culto que trafica cuerpos, en especial de negros, él no es racista. "Yo quiero tu ojo, man", dice el marchand. "Quiero esas cosas con las que ves."
Hay muchas cosas para desenredar acá, reconoce Peele. "Para mí, la idea es que el tipo que más lejos está de ser racista, el tipo que es ciego, de todos modos forma parte del sistema del racismo. Y la manera en la que se manifiesta en esta película es un tipo que cree que es el ojo de este mejor artista, de este artista negro, lo que lo separa de ser un éxito o un fracaso. Lo cual para mí es un comentario de una idea que escuché mucho durante la época de Obama, toda esa mitología de una supuesta ventaja de ser negro en esta cultura."
También hay más que un guiño a una crítica de la apropiación cultural, y lo que Peele llama "el racismo por fascinación", lo suficiente como para avergonzar a generaciones de hipsters blancos. "Es una mierda muy incómoda", dice Peele, "y por eso me encanta". Le pregunto a Peele si alguna vez experimentó su propia versión de la conversación de "Quiero tu ojo", quizás con ejecutivos de los estudios. "Sí", dice. "O sea, todo el tiempo."
Pero Peele está transformando su visión en un poder verdadero. Con Monkeypaw, que acaba de coproducir Infiltrado del KKKlan, de Spike Lee, se está transformando en un gigante creador al estilo de J.J. Abrams o Steven Spielberg, empezando a construir un imperio. "Toda la idea de construir un imperio es secundaria respecto de la idea de poder trabajar constantemente en estas cosas", insiste Peele. "Suena estúpido, pero la mejor recompensa es poder trabajar, poder hacer, poder crear."
En un momento de nuestro viaje al parque de Universal, nos subimos a una escalera mecánica caricaturescamente vertical, hacia un punto con una vista panorámica de Los Ángeles, con las montañas a lo lejos, bajo el cielo despejado y azul. Peele parece absorber el instante y suspira. "Tengo tantas historias que quiero contar", dice finalmente.
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