Jonathan Pryce en Buenos Aires: el otro rostro del papa Francisco
Con una sonrisa modesta, Jonathan Pryce reconoce en el comienzo de la charla con LA NACION en un elegante hotel de la zona de Recoleta que contó con una "cierta ventaja" para interpretar en el cine al papa Francisco. "Creo que me parezco un poco a él", admite mientras su tono de voz exhibe tanta convicción como pudor. El parecido queda todavía más a la vista cuando el prestigioso actor galés aparece y esboza una disculpa por alguna demora respecto de la hora pactada para el encuentro. Su aspecto, alejado de toda formalidad, podría tranquilamente ser el de un sacerdote jesuita fuera del ejercicio de su tarea pastoral. Como lo fue el padre Jorge Mario Bergoglio antes de ser ungido como la máxima autoridad de la Iglesia Católica el 13 de marzo de 2013.
Ese hecho trascendental es uno de los hitos argumentales de Los dos papas, la película producida por Netflix que tendrá hoy su estreno en un puñado de cines argentinos con las mismas características a las que se vieron en ocasión del lanzamiento de El irlandés, tres semanas atrás: 41 pantallas en todo el país, entre ellas una sola en la Capital Federal (el complejo Cinema Devoto) y otra en el Gran Buenos Aires (Los Nogales, en el partido de Ezeiza). La película estará disponible para los abonados del gigante del streaming a partir del viernes 20.
Pryce está en Buenos Aires para participar de la premiere mundial de Los dos papas. Lo acompañaron el director de la película, el brasileño Fernando Meirelles (Ciudad de Dios, El jardinero fiel) y su guionista, Anthony McCarten (La teoría del todo, Las horas más oscuras, Bohemian Rhapsody). A los 72 años, el prestigioso actor galés está hoy más cerca que nunca en toda su carrera de alcanzar una posible nominación al Oscar como actor protagónico por su interpretación de Francisco. Desde que la película se conoció en los primeros festivales que marcan tendencia para la temporada de premios (Venecia, Toronto) su nombre aparece siempre entre los potenciales candidatos. Lo mismo, en el caso de los actores de reparto, se menciona para Anthony Hopkins, que personifica a Benedicto XVI. La película juega con una serie de diálogos, entre reales y ficticios, que el actual papa emérito mantuvo antes de su renuncia con el todavía cardenal Bergoglio, a quien imagina como su posible sucesor.
"Sigo a Francisco desde que se convirtió en Papa –le cuenta Pryce a LA NACION-. Antes de eso no me había hecho una imagen de él porque sólo lo había visto en algunos noticieros y diarios. Así que puse manos a la obra, empecé a buscarlo en YouTube y me detuve sobre todo en un detalle. Quería ver cómo hablaba. Yo ya conocía lo que dice y piensa, pero me faltaba saber cómo lo hacía. Sabemos que tiene los modales de un caballero, que habla con mucha sencillez y tiene una manera muy agradable de expresarse".
Pero lo que más capturó la atención del actor, según él mismo revela, tiene que ver con otro aspecto de su personalidad, que halló en un video en el que se ve a Francisco respondiendo preguntas de otros cardenales. "Bergoglio –grafica Pryce– está en el medio y lo vemos tamborileando sus dedos sobre la mesa cada vez que se le consulta sobre una colaboración con sus colegas. Se lo ve allí con gesto severo, no particularmente feliz de encontrarse en esa situación, con la imagen de una persona bastante enojada. Me llamó la atención porque muestra otra cara. Siempre lo vemos sonriendo y aquí no. Esa especie de lado oscuro me interesó mucho, sobre todo después de hablar con un sacerdote que trabajó con él y me dijo que al verlo en el balcón del Vaticano, ya elegido papa, casi no podía reconocerlo, porque allí sonreía. Todo eso me interesó mucho. Quería saber cuál era el rostro público y cuál el privado de Francisco".
Pryce habla con calma y certeza, pero cierto balbuceo en su voz parece dejar a la vista que no tiene resueltas todas las dudas e interrogantes que debe haberse planteado cuando aceptó el papel. "Es que mi primera reacción cuando me lo ofrecieron fue negativa. Pero después me puse a leer el guion y me enteré que Fernando [por Meirelles] iba a dirigirla. Ahí se acabaron mis dudas. Tenía que hacerlo. Soy un gran fan del cine de Fernando. Ciudad de Dios es una de las mejores películas que vi en toda mi vida. Entre él y el guión no tenía otra respuesta que el sí".
El actor reconoce que casi todo lo que comparte en sus diálogos con Hopkins está escrito por McCarten. Poco y nada surgió de la improvisación de los dos protagonistas. "La película muestra la belleza del guion. Y lo que se ve es la captura de lo que ocurre en cada momento, no hay una sensación de que queremos decir las cosas de una determinada manera elegida o pensada de antemano, porque no contamos con un largo período de ensayos. Más que la comprensión de un diálogo, lo que se ve es una larga conversación entre Tony y yo. Y sobre todo creo que se aprecia el gran placer, el deleite compartido por los dos en interpretarla", explica Pryce. En su mirada, a lo largo de la película se ve en forma paralela, junto al crecimiento del vínculo entre el papa Benedicto y su sucesor, algo equivalente en el caso de la conexión afectiva de sus celebrados intérpretes. "No podría asegurar que en la realidad existe un lazo de amistad tan fuerte entre los dos papas, supongo que sí, pero sí puedo decir que lo hubo entre Tony y yo", agrega.
A Pryce esta película no le cambió en absoluto su idea sobre las religiones. "Soy galés y me crié en un hogar protestante, episcopal. Pero desde la adolescencia la idea de una religión organizada dejó de formar parte de mi vida", explica. Y destaca por esa razón que lo que más lo atrajo de Francisco fue su papel como figura política. "Lo que dice en la película es propio de un auténtico líder mundial, un líder en el aspecto social. Su prédica sin dudas va más allá del ámbito de la Iglesia Católica. Francisco dice cosas que me hubiese gustado escuchar de boca de los políticos en temas como el medio ambiente, los refugiados y las diferentes crisis que enfrenta el mundo de hoy. Espero que su mensaje no llegue solamente a sus fieles. Cada trabajo artístico que hago repercute de manera muy fuerte en mi vida personal. Y esta película reforzó mi pensamiento ideológico y mis creencias socialistas", agrega.
Los dos papas comienza con una secuencia en la que Pryce, interpretando a quien todavía es arzobispo de Buenos Aires, celebra una misa en una villa de emergencia porteña. "Haber filmado en ese lugar dejó en mí una huella muy profunda. Todas las personas que participan en esa escena son de ese lugar, viven allí. Y en esos días de rodaje pude experimentar a través de ellos un estado que podría definir como de felicidad, porque en ese lugar Francisco es un héroe", detalla. Y cuenta un episodio que describe como el más conmovedor de su experiencia en Buenos Aires filmando Los dos papas: "Cuando había terminado todo y estaba por subir al auto que me llevaba al aeropuerto, el sacerdote con el que había trabajado en el lugar me saludó y me bendijo. Nadie había hecho algo parecido conmigo en toda mi vida. Fue algo emocionalmente profundo y abrumador".
A comienzos de 1996, Pryce llegó a la Argentina por primera vez para participar de la filmación de Evita, el musical de Broadway que llegaba al cine de la mano de Alan Parker y de Madonna. Allí interpretó a Perón. "Fueron dos experiencias muy diferentes –concluye Pryce-. En aquélla todo lo que hice fue cantar. No había que investigar nada sobre Perón porque la imagen del personaje ya estaba creada por anticipado. Ahora me tocó interpretar a un papa argentino. En el momento de Evita veía que la ciudad atravesaba un boom. Había más dinero, todo fluía: clubs, restaurantes, lugares bailables. Y ahora veo una situación mucho más deprimida. En mi paso por las milongas observé mucho el humor de la gente, el estado de ánimo de sus compatriotas. Y vi muchos contrastes sociales. Eso es lo que más me atrae de los argentinos".
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