Jinetes del Apocalipsis
Una catástrofe climática destruye Nueva York en esta película que produjo polémica en los Estados Unidos
Roland Emmerich ha convertido la demolición de símbolos en una larga y fructífera carrera cinematográfica: desde la destrucción de la Casa Blanca a manos de pérfidos alienígenas en "Día de la Independencia" hasta la imagen de varios corredores de bolsa de Wall Street desmembrados por un gigantesco dinosaurio en "Godzilla", sus películas siempre encuentran a un hombre común enfrentado a circunstancias que lo superan ampliamente, a las que logra sobrevivir sólo a través de la solidaridad de quienes comparten su predicamento, rescatando siempre los valores intrínsecos de la sociedad norteamericana, que, no importa el cataclismo, siempre son capaces de indicarnos el camino correcto.
Ahora, el director alemán radicado en los Estados Unidos ha decidido destruir Nueva York y todo el hemisferio norte en "El día después de mañana" (que se estrenará pasado mañana en nuestro país). El film tiene como protagonista a Dennis Quaid, que interpreta a un paleoclimatólogo que intenta llegar hasta Nueva York para rescatar a su hijo (Jake Gyllenhaal), atrapado en la Biblioteca Pública de esa ciudad mientras se desarrolla la catástrofe climática que ha anunciado a las autoridades que ocurriría, ante un vicepresidente ficcional de los Estados Unidos (pero idéntico al real, Dick Cheney), que lo increpa por su alarmismo, que considera infundado. Así, huracanes, tornados, inundaciones, terremotos y tormentas de nieve se encargan de dejar limpia la faz del los Estados Unidos (y, por inferencia, buena parte del planeta), mientras comienza una nueva era glacial, sólo tres días después de que Estados Unidos y las principales capitales de Europa fueran arrasadas.
Hasta aquí, nada que una película adscripta al género catástrofe no quisiera entregar. Y, con un presupuesto de 125 millones de dólares, es de esperar que Emmerich y su equipo puedan poner esas situaciones en escena de la forma más espectacular posible.
El cine catástrofe ha intentado resurgir en la última década. Su ejemplo más exitoso (aunque excede largamente el género) fue, sin duda, "Titanic". Le ha quedado a Emmerich y a esporádicos films -siempre en pares- basados en predicciones agoreras: meteoritos con rumbo de colisión con la Tierra ("Armageddon" e "Impacto profundo") y volcanes en erupción ("Volcano" y "El pico de Dante"), así como las recientes "El núcleo", "Reino de fuego" y "Exterminio" (estas últimas, ambientadas en Inglaterra).
Yo quiero a Nueva York
Nueva York es el blanco preferido de cualquier catástrofe en el cine desde "La guerra de los mundos" en versión de Orson Welles (recordar, si no, la famosa escena de la Estatua de la Libertad en "El planeta de los simios"). Su condición de capital del mundo la hace funcionar fácilmente como metáfora de la civilización humana. Parte de la gracia era saber que se estaba frente a una ficción improbable, lo que permitía disfrutar la hecatombe sin mayor culpa. Luego de los atentados del 11 de septiembre, la percepción ha cambiado radicalmente. Hollywood extremó los cuidados (no por nada desaparecieron las Torres Gemelas de "El hombre araña"). "El día después de mañana" marca la primera vez, desde ese atentado, en que Hollywood se permite la ficción de destruir la ciudad. Lo primero que invade el agua es, precisamente, el espacio vacío donde se erigían las torres.
Podría pensarse que Emmerich, al centrarse en Nueva York, se arriesga, pero también es cierto que es bastante más tranquilizador dejar a la naturaleza el papel de villano, sabiendo que es, simplemente, causa y efecto. Después de todo, siempre habrá sobrevivientes -especialmente en los films de Emmerich- que puedan aprender de los errores y reconstruir lo que se ha perdido. En un sentido, las películas catástrofe norteamericanas son el último reducto de la utopía: refleja sus temores más atávicos, su diagnóstico acerca de cómo ha errado su sociedad, cuál sería un castigo apropiado y cómo comenzar de nuevo.
Sin embargo, "El día después de mañana" ha provocado un escándalo en los Estados Unidos. Mucha más polémica de la imaginable para una obra de un director tan funcional al status quo. En realidad, el responsable no es él, dice el realizador, sino todos nosotros. La película sólo muestra la línea punteada que se extiende desde lo que estamos haciendo con el planeta hoy hasta ese "día después de mañana" -o, en castellano, pasado mañana- cuando la madre naturaleza nos devuelva la gentileza. Emmerich sólo ha acelerado los tiempos para mejorar el efecto dramático y, al hacerlo, ha puesto el dedo en un problema, el calentamiento global, que sectores de la opinión pública de su país preferirían no tocar. Los Estados Unidos no han ratificado el protocolo de Kyoto, el tratado de las Naciones Unidas que pretende que, para 2012, ese país reduzca sus emisiones de dióxido de carbono en un 30 por ciento. Y, justo para el estreno mundial de la película, el Congreso norteamericano debatirá una ley que intenta reducir esa contaminación. Los ambientalistas han aprovechado el estreno de la película para hacer presión: el sitio de Greenpeace (www.thedayaftertomorrow.org), casi idéntico al oficial de la película, señala como principal responsable de la catástrofe al presidente Bush. Las industrias de ese país, por su parte, toman el film como una muestra de la naturaleza distorsiva del reclamo. Y no son las únicas: Stephen J. Milloy, de foxnews.com (compañía hermana de la productora de la película), publicó una columna en la que decía: "El propósito de la película es asustarnos para que aceptemos la agenda política de los verdes: el dominio de la sociedad a través del control de los recursos energéticos".
Ficción y realidad
La polémica, en época de elecciones, sirve para hacer avanzar agendas políticas. Quizá por eso, los periódicos norteamericanos reflejaron una comunicación interna de la NASA que anunciaba a sus científicos que no deberían comentar ante la prensa la validez de las premisas del film (más tarde se informó que sí podrían hacerlo). Al Gore, por su parte, comentó: "Hay dos cuestiones ficcionales: una es la película de Emmerich; la otra, las teorías de este gobierno acerca del calentamiento global". El director -que se declaró en contra de Bush- confesó a The New York Times que se encuentra complacido de haber filmado "una película de puro entretenimiento que es, en realidad, un poquito subversiva". Mientras los medios hacen lo imposible por recordar que "El día después de mañana" es sólo una película, hay gente que cree que Hollywood influye más en la percepción del mundo que tiene el público de lo que preferirían reconocer. Y quizá tengan razón.
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