Javier Porta Fouz: “Muy poca gente cree hoy que el Incaa debería seguir igual que antes”
El director del Bafici hace un balance de la edición de los 25 años del festival, que anunció anoche sus ganadores; inquieto por el estado actual del cine argentino, habla de los temas pendientes de discusión para el sector, hasta ahora silenciados
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El Bafici cierra este fin de semana el año de sus bodas de plata con un ánimo más cercano al debate encendido sobre la complicada actualidad del cine argentino que a la celebración propiamente dicha de un aniversario redondo. A Javier Porta Fouz, director del festival desde 2016 y quien en la noche del viernes anunció los ganadores de la edición 2024, le tocó acomodarse a esa realidad durante los últimos diez días. A la hora del balance, de sus palabras se desprende que la discusión acalorada y la polémica abierta sobre varios asuntos candentes de la relación entre cine y política en la realidad local también son parte intrínseca del espíritu de una muestra consagrada a la creación, la producción y la difusión del cine independiente en la más amplia expresión del término. “Más allá del ajetreo, de las polémicas y de las malas noticias que se fueron sucediendo, es una muy buena noticia de que el Bafici 2024 se haya hecho”, le dice Porta Fouz a LA NACION en el lluvioso mediodía del viernes en una sala del Teatro San Martín, cabecera de la muestra y punto de encuentro para sus asistentes.
-¿Por qué el hecho mismo de haber completado el Bafici es la mejor noticia que tendrías para dar? En un festival que lleva 25 años consecutivos en la ciudad, llegar al final más que una noticia debería ser algo normal, sin otra relevancia que la formalidad y el cumplimiento mismo de ese acto.
-A fines de diciembre pasado nosotros no sabíamos si el festival se iba a hacer. No estaba anunciada la fecha y nuestro trabajo terminaba por contrato el último día de 2023. Recién el 21 o 22 las nuevas autoridades electas de la ciudad me llamaron para seguir. Era obvio que para continuar tenía que hacerlo con mi equipo artístico, porque había que hacer un festival a toda velocidad. El caudal de material que recibimos y tuvimos que evaluar para la programación fue igual al de otros años, pero tuvimos mucho menos tiempo para verlo. Terminamos viviendo en una especie de burbuja, aislados por completo. Pasaron tantas cosas en la realidad de estos últimos meses de las que no tuve ni idea.
-¿Significa algo para ustedes que el festival haya cumplido este año sus bodas de plata?
-Creo que el Bafici, si nosotros continuamos, va a tener una gran resignificación el año que viene. Vamos a tener más tiempo para pensar novedades que ya tengo en la cabeza y no pudimos aplicar esta vez en términos prácticos por todo lo que tuvimos que afrontar en tan poco tiempo. Este año logramos por primera vez que el Bafici tuviera su propia web. Y de ahí pueden surgir un montón de mejoras y novedades para la edición 26.
-Hace pocas horas falleció Laurent Cantet, un director francés de enorme prestigio que pasó en su momento por el Bafici. Ya no parece posible traer invitados tan fuertes, el contexto económico lo impide. ¿Tendremos que acostumbrarnos de aquí en más al Bafici mucho más austero en los próximos años, como viene ocurriendo en las últimas ediciones?
-Cantet había ganado el Bafici en 2000 con Recursos humanos. Vino en 2002 al festival con El empleo del tiempo. Muy probablemente llegó con una ayuda cultural que ofrecía Francia para las películas que luego se estrenaban comercialmente en la Argentina. Usamos la misma fórmula en 2018 cuando trajimos a Philippe Garrel. Pero ese tipo de ayudas en términos de política cultural cambió mucho y no tiene solo que ver con el presupuesto de un festival. Ahora, en la Argentina, la distribución de ese tipo de cine es además mucho menor. Después de 2020 muchas cosas cambiaron y el festival se detuvo. Cuando pasa eso hay que remar mucho para volver a andar. Este año por suerte aumentamos la cantidad de público. A esta altura, cuando faltan algunos días para el cierre, se vendieron más entradas respecto del total del año pasado.
-En el peor contexto económico posible.
-Varias cosas pasaron para que un festival como el nuestro no se pueda hacer como hace cinco o seis años. Nosotros trajimos en 2018 a John Waters cuando cumplimos 20 años, en 2017 a Nanni Moretti, en 2016 a Peter Bogdanovich y Michel Legrand. Hace 20 años, directores como Cantet tenían mucha más relevancia en la sociedad. En los círculos en los que nos movemos todo el mundo veía sus películas. Nuestras amistades también. Se veían, se discutían. Decime qué ejemplo encontrás hoy de eso. Una película de hoy tiene que ganar Cannes, ganar el Oscar, y así y todo la ve un 20 por ciento de la gente que veía Recursos humanos hace 20 y pico de años. Toda la economía del cine cambió. Y creo que estamos frente a un momento en el que el cine se convierte en un arte de resistencia.
-Casi no se estrena cine del mundo en las salas de nuestro país. Solo pueden verse en festivales como el Bafici.
-También hay ejemplos de lo que te digo por el lado del cine argentino. Una película como Mundo grúa tuvo 50.000, 60.000 espectadores en su momento. ¿Qué pasaría si se estrenara hoy? ¿Y con las películas del Dogma? ¿Y con el cine iraní? El sabor de la cereza, de Abbas Kiarostami, tuvo 130.000 espectadores. La copia se recontragastó. Rindió más que cualquier copia de Titanic, que en ese momento era la película más vista de la historia.
-¿Qué impacto tuvo en tu trabajo como director del Bafici todo este debate sobre la crisis del cine argentino que estalló en estos días y seguramente fue potenciado por el funcionamiento mismo del festival?
-Hablábamos de política cultural. Y que este festival sea una política cultural continua del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires desde 1999 expresa una idea de potenciar el cine. Diversidad y acceso son dos valores clásicos de la política cultural. En el caso del Bafici, la diversidad está dada por la propia programación y el acceso se conecta con las entradas a precios muy baratos en salas de calidad. Las relaciones entre el Bafici y el Incaa siempre fueron muy oscilantes a lo largo del tiempo. La negociación entre ambos en algún momento llegó a ser muy ríspida. Y al final se encaminó.
-Y este año, frente a la situación actual del cine argentino y del Incaa. ¿Cómo se dieron las cosas?
-Lo primero que quería para este año era asegurarnos la sala grande del Gaumont y también contar con las salas más chicas del complejo para estrenar un montón de películas. Al mismo tiempo sabíamos, mientras estábamos armando la programación, que el cine argentino entraba en una crisis, en un tembladeral. Lo vengo contando en varias presentaciones, no lo digo ahora.
-Hubo planteos públicos y mediáticos de mucha repercusión cuestionando al Bafici por una falta de compromiso frente a la crisis que enfrenta el cine argentino por las restricciones que el Gobierno lleva adelante en el Incaa.
-El año pasado programamos 45 largometrajes argentinos y este año subimos la cifra a 74. Fue una decisión política clarísima de nuestra parte. Queríamos ofrecerle al cine argentino un espacio más grande que en cualquier otro año. Jamás se programaron tantos largometrajes nacionales. ¿Para qué? Par mostrar la diversidad y la calidad del cine argentino que se está haciendo. En el medio hubo mucho fuego cruzado, rumores, inexactitudes, palabras que no se escuchaban. Yo estaba enfrascado en armar la programación casi sin tiempo, no podía atender todo lo que se decía. Pero lo que está pasando en el Incaa nos afecta ahora y también en el futuro inmediato.
-¿Y cómo repercutió directamente en esta edición que está por terminar?
-A mediados de la década del 90 estábamos pendientes del debate por la Ley de Cine y había mucha gente convencida de que había que sostener al cine argentino. Hasta se proyectaban películas argentinas en la Plaza Congreso. Ahora las cosas cambiaron, a una zona de la sociedad nada de esto le parece bien. Hemos retrocedido en términos de la discusión que hay que dar sobre política cultural. Cuando mucha gente cree que un festival de cine es algo que no tiene que estar, nosotros sostenemos un espacio de crítica y libertad de opinión. Nos criticamos a nosotros mismos, criticamos a otros. Hemos cuestionado públicamente el hecho de que esté detenida la producción de películas, inclusive de cosas que ya estaban aprobadas. El Incaa hoy sigue recaudando impuestos, pero no está activo.
“Sería una locura”
-¿Qué puede pasar de aquí en más?
-Muy poca gente cree hoy que el Incaa debería seguir igual que como estaba antes. Pero el gobierno nacional asumió en diciembre y estamos a fines de abril. Es mucho tiempo. ¿Qué va a pasar con las políticas de fomento al cine argentino? Me gustaría saberlo. ¿Cuándo y cómo se reactiva el sector? ¿Para qué cerrar el cine Gaumont, aunque sea por un tiempo muy limitado? Esas cosas cuestan. A nosotros nos costó mucho volver después de la edición que tuvo que cancelarse por la pandemia. Cuesta volver a insertarse. Las prácticas culturales deben sostenerse. Mantener un público para el cine argentino, algo que a veces cuesta años conseguir, podría tirarse por la borda en un mes de cierre. Sería una locura cerrar un cine, como me pareció una locura cerrar todo en 2020. Estamos pagando todavía las consecuencias de ese desastre colectivo.
-¿Qué te queda hoy de la polémica que atravesó el Bafici y los reclamos que recibiste por el silencio del festival frente a la crisis del cine argentino?
-A veces me resulta imbancable leer cosas que son inexactas, que no se molestaron ni en preguntar, en mandar un mail o pedir una entrevista. Lo que me molesta es el grito, el sinsentido, la idea de que hay un silencio sospechoso. ¿Qué silencio? Es esa idea un poco estalinista de que tenés sí o sí que alinearte a cierto discurso. ¿Me parece bien todo lo que está pasando en el Incaa? No. ¿Me parecen excelsas las gestiones que tuvo el Incaa en lo que va de este siglo? No. Yo le pregunté en su momento a Jorge Coscia, cuando dirigía el Incaa, si pensaba en algún tipo de defensa del cine que no era ni argentino ni de Hollywood, sino todo el resto del cine global. Está comprobado por el sistema francés que si tenés una buena afluencia de películas de otros orígenes, que no sean ni las tuyas ni las de Hollywood, tu propio cine se beneficia porque el diálogo entre todo ese cine diverso y el nuestro es mejor. Se crean nuevos públicos y espectadores más afines a tu propia cinematografía. No voy a repetir las cosas que me dijo. Están escritas.
-¿Por dónde pasa una posible salida a toda esta situación?
-En su momento, cuando era editor de la revista El Amante, hicimos dos tapas contra la cantidad de copias de estreno de los tanques de Hollywood. En ese momento esas películas grandes salían con 50, 70 copias. Hoy se estrenan con 500 copias. ¿Cómo es que siguió todo eso? ¿Por qué nunca se hizo cumplir de verdad la cuota de pantalla? Hay algo más. Las películas argentinas se estrenaban en pelotón entre septiembre y diciembre, todas juntas, Llegamos a tener ocho estrenos por semana. Obviamente, no iba a tener éxito probablemente ninguna. Y además esa es la época en que menos gente va al cine. Entonces vos tenés que tener una cuota de pantalla lógica, distribuida en el año. Tener políticas culturales que impidan que una película te cope la mitad de la sala, que es lo que pasa hoy. Y que te ayuden a no estrenar diez películas argentinas en una semana. Eso no le sirve a nadie.
-Es una discusión que hay que dar.
-Yo creo que en este momento estamos para atrás. Porque ni siquiera está asegurado qué tipo de fomento, ni sabemos qué va a pasar. Hay mucha incertidumbre y es tremenda. La primera pregunta que hay que hacerle al Incaa es qué va a pasar con el cine argentino.
-Hace unas horas habló Mirtha Legrand y dijo que el actual presidente del Incaa, Carlos Pirovano, le aseguró que ni el cine Gaumont ni el propio Incaa se van a cerrar.
-Eso parece. Pero si el Gaumont resulta que deja de estar activo durante dos semanas o un mes estamos en problemas. Hay una cosa en la que estamos todos de acuerdo: queremos saber qué es lo que va a pasar y cuándo. No se puede seguir reorganizando eternamente. Debería ponerse una fecha. Y que sea próxima. Ahora estamos más atrás que antes. Lo primero es retomar algunas viejas discusiones pendientes.
-¿Cuáles?
-Lo que te decía antes. La cantidad de copias de los tanques, la cuota de pantalla, pensar nuevas políticas de exhibición y distribución, no ocuparse solamente en la producción. Porque si vos no llegás al público, si vos no tenés un cine argentino con buena salud en términos de llegada aunque cuentes hoy con el poder de las plataformas de streaming, si todo está hiperconcentrado en pocos títulos, estamos en problemas. Lo primero es asegurar que la rueda del fomento al cine vuelva a andar. Y cuando se logre eso, hay que volver a pensar todos estos temas del cine argentino, y sobre todo aprender de los errores y los silencios del pasado. Yo planteé un montón de discusiones, pero casi nadie las quería dar.
-¿Por qué?
-Porque decían que que no había que hablar de ciertas cosas porque le hacen el juego no sé a quién. El juego, en todo caso, lo hizo el silencio. Si llegamos a esta situación fue por el silencio de mucha gente durante muchos años. Y agrego otro tema, que se anunció una y otra vez. ¿Dónde está la Cinemateca? Pasó un cuarto de siglo desde que se anunció su creación y no se hizo nada. Esa es otra decisión urgente. Si nadie cuida el pasado del cine argentino te quedás sin futuro. Colombia tiene cinemateca, México tiene una Cineteca increíble y están pensando todo el tiempo en fortalecerla. La Argentina no tiene Cinemateca. Es algo horrible. Hay que decirlo urgente. ¿Por qué nadie lo reclamó airadamente? ¿Cuántos años pasaron desde el primer anuncio? Hubo mucho silencio durante muchos años en el ambiente, porque las cosas seguían andando. Se seguía produciendo. Pero detrás de eso hay una situación de debilidad que en este momento es tremenda.
-Dijiste que el Bafici este año programó más cine argentino que nunca. Pero con la crisis que enfrenta el sector en este momento un número tan importante jamás podría repetirse de aquí en adelante. ¿Te inquieta esa potencial situación?
-Si esto sigue así ,quizás el que viene no resulte el más grave, porque todavía nos quedan muchas películas que en este momento se están terminando. Quizás en el 2026 pase lo peor porque va a haber, claro, mucho menos cine argentino. Esperemos que todo se solucione y que vuelva a ponerse en marcha la máquina. Y de otra manera, no de la misma de siempre. Pero ojo, que también hay maneras malas de cambiar. Todavía no sabemos qué puede pasar. No todo cambio es de signo positivo. Hasta puede ser un desastre, peor que lo de antes. Por eso es crucial para todos saber con urgencia qué va a pasar y sobre todo poder discutirlo. Que todo el ambiente del cine pueda reflexionar e intercambiar opiniones sobre su futuro.
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