Jamie Lee Curtis: la gran sobreviviente de Halloween, una saga que celebró 40 años
El film celebra su cumpleaños con una versión que remite a la película original de John Carpenter y en la que la actriz se luce como la abuela de aquella adolescente de los 70
Cada 31 de octubre, con la llegada de la Noche de Brujas, reaparece en la memoria de los fans del terror la inquietante melodía compuesta por John Carpenter para acompañar la entrada inaugural de Michael Myers en el comienzo de Halloween. Era entonces 1978 y Carpenter y Debra Hill habían construido un guion perfecto y aceitado que se apoyaba en una concepción disruptiva del mal, contenida bajo la máscara de un niño, cincelada en miedos y horrores que no podían ser explicados por la ciencia y la razón.
Halloween dio nuevos aires al cine de terror a fines de los 70, cimentó el subgénero slasher y fundó el mito de un monstruo inmortal en una franquicia que tuvo infinitas secuelas, algunos reboots y cientos de homenajes. Detrás de la imagen amenazante de ese asesino sin rasgos y vestido de overol se perfiló ya desde la primera entrega la figura de su víctima por excelencia, perseguida y perseguidora incansable de aquel fantasma silente, que tenía entonces el rostro de una jovencísima Jamie Lee Curtis y que hoy regresa en su madurez para continuar aquella historia.
Jamie Lee Curtis no era cualquier actriz cuando se convirtió de la noche a la mañana en la scream queen por excelencia tras el triunfo inesperado de aquel genial experimento clase B creado por Carpenter. Su pasado profesional eran algunas incursiones televisivas menores, pero el terror ya se agitaba en el seno de su familia: hija de Tony Curtis y Janet Leigh, la mítica actriz de Psicosis -la del crimen en la ducha, la del ojo petrificado en la bañera-, era la heredera de toda una tradición y la que también parecía llamada a hacer historia.
Su adolescente Laurie Strode ya desde el inicio rompió el molde tradicional de la víctima, siempre seductora y vulnerable, desde la pálida Lucy de Nosferatu hasta la gélida novia del Doctor Frankenstein, siempre a merced de un poder invasivo, de un destino trágico, del rescate de un caballero andante. La Laurie que imaginó Carpenter construyó su resistencia al mal a partir de la inteligencia y de un sentido incansable de supervivencia. El anguloso rostro de Curtis, la elasticidad de su cuerpo, la fortaleza detrás de su mirada la instituyeron como una heroína que dio personalidad a la saga, que se convirtió en un emblema tan fuerte como el del monstruo, capaz de sobrevivir a fuerza de ingenio, un admirable estado físico y algo (bastante) de buena suerte.
Laurie Strode reapareció en 1981 en Halloween II, segunda entrega que retomaba la historia en el minuto exacto en el que la había abandonado la primera, con Michael en el suelo luego de los interminables disparos del doctor Sam Loomis. Carpenter producía, pero ya no dirigía (el director fue Rick Rosenthal), la película se ponía un poco explicativa sobre el origen del trauma, los mitos celtas, la inesperada hermandad entre víctima y victimario, el uso del hospital como espacio simbólico de la masacre. Curtis y Donald Pleasence compartían créditos, pero la figura de Laurie ya se consagraba como la verdadera némesis del monstruo, aquella que en su resistencia se contagiaba de la misma subversión, la que ponía en crisis la imagen de paz y tranquilidad que definía a ese pequeño pueblo de Illinois. Es que ese fue el mayor logro de Halloween: situar el mal en el contexto de una inocente celebración, en un pueblo tranquilo, en el rostro de la infancia. Que Laurie compartiera con Michael sangre y origen los situaba en el mismo terreno, le daba a ella la autoridad para ser parte de ese mito y la fuerza para enfrentarlo a lo largo de las décadas.
Halloween III: El día de la bruja (1982) fue un desvío de la trama, una apuesta original que terminó en intento fallido de una saga de antología y una decepción para los fans. Jamie Lee Curtis hizo apenas un cameo y su carrera se aventuró hacia películas sin gritos escalofriantes ni asesinos seriales. Pasaron los años y las secuelas de aquella fatídica Noche de Brujas y Michael Myers seguía reapareciendo en autos oscuros, en el fondo de los corredores, en los marcos de las ventanas. Su reluciente y afilado cuchillo se cobraba nuevas víctimas, renacía de las más insólitas hecatombes, se nutría de los cambios del género, de la tentación del efectismo, de la tragedia de la repetición. Cuando se aproximaba el 20° aniversario, la misma Curtis buscó a Carpenter para darle un renacimiento a la historia, para traer de nuevo a escena a Laurie, para recuperar algo de esa mítica que se había ido desgastando con los años. Carpenter declinó la oferta y fue ella quien formó un equipo de guionistas y director (Steve Miner) para dar nueva vida a la historia y situarla en el presente, veinte años después de aquella primera masacre.
Halloween: H20 (1998) fue un digno homenaje, con los adolescentes de la época -un púber Josh Hartnett y Michelle Williams en pleno éxito de Dawson's Creek- y con una Jamie Lee Curtis convertida en directora de un colegio californiano, asediada por los fantasmas del pasado, sobreviviente de una muerte fingida. Las claves eran las mismas: el regreso de Michael, las muertes brutales, la persecución final de ese monstruo lento e implacable. Pero lo que variaba era que el paso del tiempo había convertido a Laurie en alguien con una vida incompleta, marcada por el terror de aquel suceso, a la espera de un reencuentro que pusiera un definitivo punto final. El último tramo de la película se consagra al enfrentamiento entre Michael y Laurie, a esa mutua dependencia, a una dinámica que oscila entre la ironía y un mortuorio romanticismo. Parecía que no se podía seguir después de allí, que la misma idea de Curtis era cerrar una parte de su carrera, la fundamental, la que la había convertido en uno de los nombres de la legendaria galería del terror.
Pero todo es posible. Primero llegó la desastrosa Halloween: Resurrección (2002), una de las peores entregas de la saga, luego las remakes de Rob Zombie, ardientes en gore y violencia, y ahora un nuevo homenaje situado en el presente, de la mano del director indie David Gordon Green.
Curtis contó en una entrevista con la Rolling Stone que la idea de una nueva Halloween ya no estaba en su mente, pero que la escena inaugural del guion de Green fue lo que la convenció: "La nieta de Laurie Strode caminando a través del pueblo, llegando a la casa y abriendo el ropero para esconderse como lo había hecho ella en la primera Halloween. En la tercera página ya estaba convencida". La idea de Green es esa, tomar la original de Carpenter como único referente, olvidar las explicaciones de Halloween II, desterrar la supuesta inmortalidad de Myers, dejar de lado cultos y maldiciones familiares.
En ese gesto, consagra su película a la misma transparencia que definió la historia original, a los sucesos de una noche, a la omnipresencia del mal, a la batalla final entre Michael y Laurie. Volver al origen parece ser la clave de todos los reboots y relecturas de clásicos que trae el presente. Salirse de la reverencia sin perder el legado del original. Halloween fue el inicio de toda una tradición del cine de terror y alcanza ahora su esperada resurrección.
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