El director canadiense habló con LA NACION sobre la vuelta a los cines del drama protagonizado por Kate Winslet y Leonardo DiCaprio y rememora lo que significó filmar esa epopeya un cuarto de siglo atrás
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Cuando James Cameron piensa en Titanic, contempla la tragedia que propulsó una ardua investigación para retratar de manera fidedigna el hundimiento del transatlántico. De todos modos, el tiempo, más precisamente un cuarto de siglo, hizo que su descomunal obra se le presentara con otras caras.
“Me gustaría que se la recuerde también como una gran historia de amor”, expresó el cineasta canadiense en diálogo con LA NACION vía Zoom desde Nueva Zelanda. Detrás de su rostro, se ve una imagen del Titanic como si estuviéramos ante el germen de su obra posterior, una signada por la desmesura, por la superación constante de desafíos. Cameron no se propone a hacer “películas de mensaje”, pero los tópicos subyacentes que traspasan sus incuestionables logros como realizador están allí, aguardando a ser procesados. En plena temporada de premios, cuando aspira a un Oscar como productor junto a su coequiper Jon Landau por Avatar: el camino del agua, las imágenes de la esperada secuela se entrecruzan con la búsqueda de un narrador que pone al espectador de cara a lo que tenemos y a lo que podemos perder.
“Se trata de una película sobre la protección de lo que damos por sentado”, remarca sobre su flamante producción. Cuando este medio le recuerda que el 12 de marzo vuelve a la ceremonia del Oscar, lo pone en un plano secundario: “Ah, bueno, sí, está eso también”, bromea Cameron, para luego seguir explayándose sobre el punto de no retorno que significó Titanic en su carrera y cómo marcó a más de una generación, convirtiéndose además en la tercera película más taquillera de la historia con una recaudación de 2.200 millones de dólares que solo logró superar Avengers: Endgame y él mismo con la primera entrega de Avatar, que actualmente está primera en el podio.
De los números y su análisis un tanto frío y sesudo se desprende una realidad incontrastable: la audiencia aguarda a James Cameron, la audiencia disfruta de un cine que empuja los límites de un hombre que todo lo que toca lo convierte en oro. Él mismo, ya sea promocionando la segunda entrega de su pentalogía de ciencia ficción y fantasía como evocando a Titanic, implora al espectador a que acuda a una sala de cine: “Así es cómo yo crecí amando lo que hago, viendo películas, y es lo que intento trasladar”, remarca en diálogo con este medio.
En efecto, Cameron se pudo dar el lujo de estar 13 años abocado a Avatar como proyecto a gran escala, lo que se dice una eternidad en una industria que fue cambiando sus formas de consumo. Sin embargo, él no necesitó rellenar los silencios. Su “mientras tanto” es el proceso mismo, no es la gestación en serie de otras obras que no están motorizadas por la pasión. Atrás quedó el realizador de la comedia de acción Mentiras verdaderas, no porque no pueda incurrir en una propuesta similar sino porque desde entonces, con cinco películas filmadas y tres estrenadas (Titanic, Avatar y Avatar: el camino del agua), su universo es mucho más amplio de lo que parece a simple vista.
En la cima del mundo, una vez más
Su filmografía es, sin dudas, una caja de Pandora en sí misma, con largometrajes que contienen a otros en su seno, con historias maniqueas donde sus protagonistas trazan su camino de manera temeraria, inmersos en un mundo (el de la opulencia, el de los Na’vi) que les resulta ajeno y en el que irrumpen dispuestos a dar batalla. Jake Sully y Ronal son sus flamantes figuras heroicas, pero también lo fueron Jack Dawson y Rose DeWitt Bukater. Y antes que ellos, claro, estaba Sarah Connor.
Los paralelismos entre sus personajes (y la creación precisa de sus ecosistemas) y sus propias inquietudes como director no se le escapan a Cameron. “Siento que hay muchos directores que pueden focalizar en historias intimistas, pero ese no soy yo, eso no es lo que hago ni lo que quiero hacer de acá en adelante”, asegura. Cuando se le consulta sobre la posibilidad de concebir un largometraje en la línea de Mentiras verdaderas, el realizador asegura que hubo un cambio su forma de hacer cine.
"Desde que me interesé en esta historia, que no pude soltarla nunca"
James Cameron
“No se trata de volver a eso, se trata de narrar en una película enorme una gran cantidad de historias”, le manifiesta a LA NACION, con entusiasmo. El reestreno a nivel mundial de Titanic -que a partir de este jueves se podrá volver a disfrutar en en salas de nuestro país con una versión remasterizada en 3D HDR y alta velocidad de cuadro- lo encuentra, como él mismo manifiesta, con una energía renovada que se vincula con esa película que vuelve de la mano de 20th Century Studios luego estreno de Titanic: 25 años después, el especial sobre el film ganador de 11 premios Oscar emitido por National Geographic Channel. Cada aniversario es diferente para Cameron. En el primer reestreno de su drama histórico, acontecido el 12 de abril de 2012, el foco estaba puesto en la mística del reencuentro, en el impacto visual que conllevaba su remasterización.
“Con el poder emotivo intacto y unas imágenes más poderosas, esta será una experiencia épica tanto para los fans como para los que apenas la estén descubriendo”, manifestaba el director por entonces. El folclore alrededor del largometraje protagonizado por Kate Winslet y Leonardo DiCaprio puede ir desde la pregunta instalada en la cultura popular sobre si Jack podría haber entrado en la puerta a qué significa verdaderamente ese último plano con los enamorados fundidos en un abrazo eterno. Para todo, Cameron tiene una respuesta. Este año, en cambio, el eje parece estar puesto en el segundo interrogante. Aunque él mismo no se canse de indagar en las probabilidades de salvación de Jack, el 25º aniversario lo encuentra parado en otro lugar. Para ser precisos, en esa proa donde Jack y Rose se besan por primera vez.
-¿Qué implica para vos otro reestreno? ¿Qué recuerdos aparecen?
-Es interesante, ¿no? Un aniversario de 25 años… Me acuerdo vívidamente del proceso de filmación de la película, el gran diseño, el armado del barco, todo lo que tiene que ver con la escala de la producción. Pero también me acuerdo del hermoso beso en la proa, una secuencia para la que tuvimos suerte porque lo que se ve en pantalla es un atardecer real. Es imposible olvidar la cantidad de cosas que tuvimos que hacer para sacar la película adelante, para que pueda subir a lo más alto.
Con un presupuesto de 200 millones de dólares, Cameron, sus bocetos y su obsesa investigación sobre la tragedia del RMS Titanic, se dispuso a filmar, a partir del 31 de julio de 1996, una epopeya que requería que ese “rey del mundo” diera un salto de fe pese a las dudas de que el film fuera a lograr ser comercialmente rentable. Como con Avatar: el camino del agua en la actualidad, el realizador estaba seguro de lo que hacía con Titanic, y su estreno en los Estados Unidos el 19 de diciembre de 1997 coronó un proceso extenso y demandante pero satisfactorio, como sus protagonistas suelen recordarlo.
-¿Cómo viviste esa vorágine del estreno?
-Como un milagro. El objetivo era que la película trascendiera, y el haber podido conseguirlo fue maravilloso. Me acuerdo de todo lo que pasó en ese momento, no tanto de los premios y demás sino de estar con el equipo en la premiere y, sobre todo, de cuando la película empezó a conectar con audiencias de todo el mundo. Esa fue la parte milagrosa a la que hago referencia. Además, Titanic me cambió. Desde que me interesé en la historia para hacer el film, que no pude soltarla nunca.
-¿De qué modo te cambió?
-Desde allí en adelante seguí trabajando alrededor del Titanic, ya sea estudiando arqueología, con expediciones al lugar del hundimiento, con la publicación de investigaciones forenses. Me convertí en un estudioso del tema. Además, descubrí que la gente quería seguir viéndola y eso fue un estímulo, por eso este reestreno, cerca del Día de los Enamorados, apunta a la celebración del amor que está presente en la película y no tanto a los pormenores de lo que fue la tragedia. Este reestreno revaloriza el romance.
Para Cameron, el vínculo que forjan Jack y Rose, con el azar jugando un rol muy importante en el inicio, era la pieza faltante para que la audiencia pudiera aprehender, con un punto de partida atractivo, el registro de los pormenores del hundimiento. “Fuimos muy cuidadosos en lo técnico, en los datos históricos, y queríamos que la audiencia que no estaba al tanto de la tragedia la conociera con todas sus precisiones, pero también sabíamos que no iba a funcionar si no estaba la otra historia”, manifestó el realizador, quien destacó cómo, con cada reestreno en salas, Titanic va adquiriendo otra tesitura. “Hay algo vinculado a la experiencia compartida, al recuerdo de con quién viste la película por primera vez y en qué lugar estás ahora”. Nuevamente, la transformación que solo puede dar el tiempo es lo que Cameron ubica en lo más alto, como hizo con la transformación de Rose cuando Jack la conectó con esas necesidades que estaban dormidas y que Cameron despertó con la envolvente banda sonora de James Horner y esa química entre Winslet y DiCaprio que, también, permanece inoxidable década tras década.
Cada visionado es personal, pero en ese choque de mundos de los protagonistas y cómo modifican sus respectivas vidas yace la motivación para revisitar, una y otra vez, un largometraje cuyas numerosas instancias se fusionaron en una única odisea con un mismo fin. “Todos sabemos lo que es amar y lo que es el dolor de perder aquello que amás, por eso Titanic sigue resonando”, remarca Cameron.
-Entonces, ¿no hay planes de hacer una película más chica en términos de producción?
-No, pero porque todo parte de cómo soy yo como espectador. A mí me gusta ver películas grandes, las disfruto mucho y eso va en sintonía con cómo trabajo. Me encanta rodearme de gente que trabaja con ese mismo ímpetu, que se arriesga, que no va a lo seguro, que debe tomar grandes decisiones. Eso no significa que no me gusten las películas intimistas, hay grandes directores que crean obras así y, si lo pienso, yo también soy uno de ellos. Titanic, por ejemplo, cuenta muchas historias. Está lo macro, pero también hay relatos en esa gran apuesta. Ese es el lugar en el que más cómodo me siento y también lo viví así filmando Avatar, que es varias cosas en una. Por otro lado, soy una persona a la que le atraen los desafíos y si un proyecto puede ser visto desde un solo lugar, eso no me gusta. Me inclino por la alternancia.
Cameron busca el romance, busca nuevas audiencias que conecten no solo con un DiCaprio entonces encasillado como galán o con Winslet en “ropa de época” (”corset Kate”, apunta el cineasta). Ese “corazón del océano” que tanto buscaba Brock Lovett (el recordado Bill Paxton, en un rol que se asemeja a su factótum) es una parábola sobre los mementos (y momentos) que uno va acumulando. Lo concreto (un collar que simboliza la ruptura con un universo) y lo intangible (los recuerdos de una vida que se padece tanto como se disfruta), todo junto allí, en esa cama donde Rose descansa antes de ver a Jack en la escalera. La posvida o solo un sueño. Cada espectador lo decidirá.
“Quiero decirles a los fanáticos de Titanic en la Argentina, especialmente a los más jóvenes que nunca la vieron en una sala de cine, que espero que la disfruten, verla de regreso en pantalla grande es muy especial y así es cómo yo considero que deben verse las películas”, subrayó Cameron en diálogo con este medio sobre ese anhelo que responde a ese unívoco factor, nada menos que su faro: la espectacularidad.
Titanic se relanza en salas este jueves 9 de febrero con una versión remasterizada en 3D.
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