Hace algunas semanas, Avengers: Endgame se convirtió en la segunda película más taquillera de la historia. El tanque que reúne a todos los héroes de Marvel es el resultado de 11 años de un trabajo minucioso, en una cadena cuyo primer eslabón fue Iron Man, el film de Jon Favreau que, en 2008, fundó las bases de un universo cinematográfico tan fructífero como prácticamente inagotable.
La reconstrucción de Marvel en cine
Luego de décadas de malos films basados en sus historietas, la racha de Marvel en cine se cortó gracias a tres largometrajes: Blade (1998), X-Men (2000) y Spider-Man (2002). Esa última película, dirigida por Sam Raimi , fue un gran éxito que mezcló tres ingredientes: fidelidad en el origen del personaje según los cómics, una historia autoconclusiva que dejaba algunos cabos sueltos, y un aceitado sentido del humor. Esas características marcaron a Kevin Feige, futuro productor responsable de Iron Man.
La posibilidad de un film basado en el héroe de armadura circulaba desde los 90. FOX y Universal tuvieron los derechos pero no llegaron a concretar nada. Tom Cruise como Tony Stark fue un rumor que ganó fuerza en más de una oportunidad, y la lista de potenciales directores incluyó nombres como Quentin Tarantino o Nick Cassavetes. En 2005 New Line, que poseía los derechos, se los vendió nuevamente a Marvel porque, según dijeron, "tenían varios proyectos de superhéroes en carpeta". De esa forma la productora Marvel Studios anunció que, por primera vez, iba a realizar una película de forma independiente, desentendiéndose de coproducciones con Sony, FOX u otros grandes de la industria.
El primer desafío fue conseguir el dinero. Teniendo en cuenta que se trataba de un estudio cinematográfico prácticamente nuevo, los ejecutivos tomaron una arriesgada decisión. Ellos firmaron un contrato con la empresa inversionista Merrill Lynch, y en caso de no poder devolver el dinero, se comprometieron a ceder los derechos de diez personajes clave de la editorial: el equipo de Los Vengadores, Doctor Strange y el Capitán América, entre otros.
Con varios millones asegurados, se lanzaron a realizar un largometraje cuyo objetivo inicial no era producir un blockbuster de taquilla, sino darle popularidad a Iron Man para así aumentar la venta de merchandising derivado (un ejercicio similar al de Star Wars, cuya principal fuente de ingreso no son las películas, sino los objetos de colección) . Debido a eso, la intención era mantener un presupuesto bajo. Con la idea de contratar a un realizador que manejara un honorario modesto, llegó a escena Jon Favreau, responsable de pequeñas piezas como Elf (2003) o Zathura (2005). Favreau se entendió muy bien con Kevin Feige, y ambos coincidieron en qué enfoque debía tener la historia.
La primera decisión fue la de desechar los guiones previos que se habían elaborado, con una versión oscura de Tony en la que se enfrentaba a su propio padre, dueño de una letal armadura de guerra. Favreau y su equipo comenzaron desde cero, y volvieron a la esencia clásica de Tony Stark, según lo crearon en 1963 Stan Lee y Jack Kirby.
Como reconoció Lee en varias entrevistas, el antihéroe era "una especie de Howard Hughes, uno de los hombres más sofisticados de su época. Era un inventor, un aventurero, un multimillonario, un don Juan y por sobre todo eso, un delirante". Y para representar todas esas características, Favreau sabía a quién quería como protagonista.
Robert Downey Jr. y el personaje que lo reivindicó
Debido al poco presupuesto, el film no podía darse el lujo de contar con una estrella muy cotizada. No hubo muchos nombres conocidos que se pelearan por el papel, y en la mente Favreu la posibilidad de Robert Downey Jr. era la que más lo entusiasmaba.
Para el director, el tumultuoso pasado del actor y sus demonios personales no lo alejaban mucho del héroe en armadura; persona y personaje parecían uno mismo. El realizador era consciente de esas coincidencias: "Los mejores y peores momentos en la vida de Robert estuvieron a la vista de todos. Él debió encontrar un equilibrio interno para superar obstáculos que fueron más allá de de su carrera. Y eso es Tony Stark".
Cuestión del destino o no, Downey Jr. tenía su oficina al lado del despacho de Favreau, lo cual facilitó el diálogo entre ambos. El obstáculo era que altos ejecutivos del estudio se oponían a contratarlo, temiendo que sus problemas de adicciones no fueran cosa del pasado, y que la antigua estrella pudiera retrasar los tiempos del proyecto. Pero Feige y Favreau insistieron con él, y luego de hacerle un casting (algo muy poco habitual para nombres ya reconocidos), finalmente aceptaron reclutarlo por 2.5 millones de dólares. Pocos años después, en Los vengadores, su sueldo ascendería a 50 millones.
Una vez a bordo del proyecto, Downey comenzó a trabajar muy de cerca con el director y siempre insistía en la importancia del humor en la historia, escapándole a la solemnidad típica del género. El intérprete tenía muy claro qué tipo de protagonista debía ser Tony: "Lo que más odio de las películas de superhéroes, es cuando el personaje con el que estás conectando de golpe se convierte en el Señor Perfecto y vos tenés que creerle eso de '¡Vamos a hacer justicia!'. Entonces para mí lo importante era que Tony no cambiara tanto al punto de convertirse en otra persona. Cuando alguien que suele ser un payaso de repente deja de serlo, al menos puede que conserve algo de su humor".
El rodaje, un caos controlado
El objetivo de estrenar la película en mayo de 2008 obligó a la producción a poner un pie en el acelerador, y resultó imposible llegar al rodaje con el guión terminado. Si bien el esqueleto de la historia estaba pautado, los diálogos estaban incompletos, y por ese motivo a los intérpretes no les quedó más remedio que improvisar. En ese sentido, fue vital la química de Downey Jr. con todos sus secundarios, principalmente con Gwyneth Paltrow . El director le dijo a ella que el tono que debía mantener con su compañero era el de las viejas comedias románticas de los 30, y luego le prestó varias historietas en las que Pepper Potts tenía un rol central. De esa manera Paltrow desarrolló un personaje de gran riqueza. que es mucho más que la secretaria de Tony y fue definida por la propia actriz como una mujer "inocente pero a la vez sensual".
El actor que más intrigado estaba con respecto a su rol era Paul Bettany , que le presta su voz a la inteligencia artificial Jarvis. Él grabó todas sus intervenciones en dos horas sin saber con precisión cómo sería su participación en la historia. Años más tarde, confesó que se tomó todo con mucha tranquilidad pensando que era algo de un día. Nunca sospechó que su compromiso con Marvel lo llevaría a convertirse en Visión, y que su estancia allí se prolongaría hasta el 2018.
Jeff Bridges , encargado de retratar al villano Obadiah Stane, no se sentía del todo cómodo trabajando de ese modo. "Jon (Favreau) lidiaba con todo a la perfección, pero a mí me alteraba la situación. Me ponía muy ansioso. Me gusta estar preparado. Me gusta saber mis líneas, yo soy vieja escuela. Por eso encontré el rodaje algo irritante hasta que al fin pude adaptarme", confesó en una entrevista. "A veces pasa que en las películas sentís que algo no te gusta, pero que igualmente se está trabajando de esa manera. Entonces podés o perder mucha energía quejándote una y otra vez, o resolver de qué manera vas a jugar la mano que te tocó. Entonces dije: 'Listo, ya está, lo que estamos haciendo acá es una película amateur de 200 millones de dólares. Ni me caliento, ¡a actuar se ha dicho!'. Y pensar así me sacó muchísima presión de encima y todo resultó encantador".
Las palabras de Bridges revelan el espíritu que dominó el rodaje, en el cual todos los involucrados se divirtieron con un proyecto del que nadie esperaba demasiado y que, a no olvidar, era apenas un vehículo para vender muñequitos. Pero la buena energía en el set contagió a todo el equipo técnico y artístico, y sin lugar a dudas eso se impregnó en el resultado final del largometraje.
La primera escena post créditos
Aunque solo lo sabían sus colaboradores más cercanos, Kevin Feige fantaseaba con replicar en el cine el esquema editorial de Marvel en los 60, en el que las colecciones solistas de Iron Man, Thor, Capitán América, el Hombre Hormiga y Hulk se unían para dar nacimiento a Los Vengadores. Era un sueño muy ambicioso, pero el productor confiaba en que podía ser realidad. Entusiasmado con la idea, llamó a Samuel L. Jackson y le propuso grabar una pequeña escena en la que, bajo la piel de Nick Fury, le contaría a Tony sobre la "Iniciativa Avengers".
Sobre ese easter egg, Feige dijo en una entrevista con Vanity Fair: "Lo pusimos al final para que no se robe la atención de la película. Para que la gente dijera: '¿Qué hace Sam Jackson apareciendo así de repente?'. Pensaba que podía ser el comienzo de diálogos entre fans expertos diciendo: '¿Entonces esto puede significar que…?'. Y sin embargo, una publicación como Entertainment Weekly abrió el debate sobre el rol de Nick Fury y qué podía significar su aparición. Todo explotó mucho antes de lo previsto". La decisión de la escena post créditos, pronto se convirtió en el sello de los films Marvel.
Un éxito mayor al esperado
Cuando el primer trailer debutó en las redes, las reacciones fueron mucho más positivas de lo esperado. Espectadores casuales y amantes de los cómics se sentían atraídos por un film de superhéroes que tenía una personalidad muy distinta a otras aventuras similares. En el mejor de los pronósticos, Iron Man aspiraba a recaudar 100 millones de dólares durante su estadía total en cartelera, y la historia fue muy distinta. El largometraje sí obtuvo 100 millones, pero dicha suma la consiguió solo en su fin de semana de estreno. Al final de su recorrido, y a nivel mundial, la cifra escaló a 585 millones, un número que sorprendió a los productores y le permitió a Feige elaborar realmente la posibilidad de un universo cinematográfico compartido.
Visto a la distancia, el 2008 fue el final de una etapa y el comienzo de otra para los superhéroes en el cine. Ese año, junto a Iron Man se estrenó El caballero de la noche, el enorme film de Batman con Heath Ledger como el Joker. Ambas películas fueron un suceso en taquilla, pero mientras el largometraje de Christopher Nolan era oscuro, la saga de Tony Stark brindaba un tono mucho más colorido (que no por eso adolecía de un costado dramático). A partir de allí, Marvel impondría un nuevo modelo de superhéroe.
En una nota, Favreau explicó cuál fue para él la clave del éxito: "Estas adaptaciones históricamente ignoraban a los fans expertos porque se suponía que ellos representaban un mínimo porcentaje de la audiencia potencial de un film, y no a la totalidad de los espectadores". Y el gran acierto del director y de Kevin Feige fue respetar la esencia de esos personajes, guiñándole el ojo al lector curtido, pero también haciendo de esos héroes un producto atractivo para el espectador casual. Y a través de esa combinación, Iron Man sirvió como el molde matriz que hizo de Los Vengadores un verdadero fenómeno de la cultura de masas.
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