Indiana Jones y los cazadores del Arca perdida: contratiempos y excentricidades de la película con sabor a revancha de Steven Spielberg
Cuenta la leyenda que un buen día Steven Spielberg le comentó a George Lucas que quería encontrar a un personaje que tuviera el carisma de James Bond. “Tengo algo mejor”, le dijo el realizador que acababa de tener un rotundo éxito con el estreno de La guerra de las galaxias. Y así nació Indiana Jones.
Hoy, mientras la legión de fanáticos de las aventuras del Profesor Henry Jones Jr. esperan la quinta y última entrega de la saga, resulta increíble pensar que el próximo 12 de junio se cumplirán 40 años de la primera vez que Harrison Ford se colocó el sombrero fedora, la campera de cuero y el látigo en la cintura para delinear en la pantalla grande a uno de los personajes más icónicos del cine de todos los tiempos. “Son dos cosas las que convierten a Los cazadores del Arca perdida en algo más que solo un triunfo tecnológico: su sentido del humor y el estilo único de sus personajes”, destacaba por entonces el gran crítico Roger Ebert.
Un director minucioso
Todo comenzó en ese diálogo de vacaciones en Hawai en 1977, mientras Lucas quería alejarse del estreno de La guerra de las galaxias temiendo un fracaso y Spielberg confesaba sus íntimos deseos de, algún día, poder dirigir una entrega del agente 007. Pero Lucas le comentó sobre su personaje basado en los seriales de aventuras de la década del 30 y Spielberg se mostró fascinado. La incorporación de Lawrence Kasdan como guionista completó las posibilidades de materializar al personaje. “Agregó un estilo Preston Sturges se encuentra con Michael Curtiz. Indiana Jones era como Humphrey Bogart en El tesoro de la Sierra Madre”, confesaba el realizador de ET: el extraterrestre en un documental sobre cómo se realizó la película.
La historia traslada la acción al año 1936, cuando Indiana es contratado por el gobierno para dar con el Arca de la Alianza antes de que los nazis logren apoderarse de ella. Las huestes de Hitler cuentan con el arqueólogo René Belloq (Paul Freeman), un histórico rival de Indiana, como fundamental guía para poder así usar sus desconocidos poderes.
Dentro del anecdotario asombra hoy que todos los grandes estudios rechazaran producir Los cazadores del Arca perdida, en buena medida por razones presupuestarias, pero también porque Spielberg era el nombre propuesto como director y tras el fracaso de 1941 nadie quería tenerlo tras las cámaras. Luego de muchas idas y venidas Paramount Pictures aceptó producir la película que sería la más exitosa de ese año, con casi 390 millones de dólares de recaudación global sobre un presupuesto de 18 millones de producción.
Filmada en los estudios Elstree, en el Reino Unido, además de contar con locaciones en California, Hawai, Francia y Túnez, Indiana Jones quizá resuma el encanto del último héroe del cine rodado con una técnica casi artesanal por la inexistencia de la animación digital y la versatilidad de los efectos especiales de hoy. Ninguna producción contemporánea se detendría como entonces para retirar 300 antenas de televisión, inexistentes en la década del ’30, y concretar así una verosímil panorámica de la ciudad de Kairuán. O el diseño a escala real en el set del Northrop YB-4, un prototipo de bombardero desarrollado por los Estados Unidos que en los hechos vio la luz una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, pero que en Los cazadores del Arca perdida lleva el emblema nazi para emular el similar prototipo de los hermanos Horten que surcó los cielos en los días finales de la Alemania de Hitler. En esa escena, la única rodada sin una minuciosa planificación, Harrison Ford tuvo un accidente real y se rompió los ligamentos de la rodilla. En tanto el submarino de la película fue alquilado a la producción de El barco, que realizó Wolfgang Petersen.
Diversas maquetas de cada locación resumían tanto el espíritu retro de la película como así también su detallada y meticulosa realización, que permitía a Spielberg buscar los ángulos de cada toma mucho antes del rodaje pudiendo agilizar los tiempos y reducir los costos. Por eso también el rodaje fue out-Hollywood y en países que (en parte) el equipo conocía muy bien como Túnez, dado que en la misma locación donde Indiana Jones obtiene el Arca antes había sido el secuestro de R2-D2 por los Jawas en La guerra de las galaxias (en los hechos, un ínfimo detalle en la escena de “El pozo de las almas” permite ver en los grabados egipcios al pequeño “Arturito” en compañía de C3-PO). Asimismo en la ciudad de Kairuán también tiene lugar la icónica escena de la película donde Indiana establece el duelo que termina con solo un disparo, y que fue resumida por la necesidad de acortar los tiempos entre toma y toma al estar todo el equipo y su necesario protagonista enfermos de disentería bajo un sol abrasador. La única excepción fue Spielberg quien llevó consigo la suficiente cantidad de comida enlatada para solo alimentarse con ella mañana, tarde y noche.
La creación de un héroe de aventuras
Si bien hoy nadie puede separar el perfil de Indiana del de Harrison Ford, en un primer momento también estuvieron en danza los nombres de Tom Selleck, Peter Coyote, John Shea y Tim Matheson. En los hechos, Selleck fue el elegido y llegó a hacer pruebas, pero su contrato para la serie Magnum le impidió aceptar el papel. Danny De Vito también fue convocado para algún significativo rol, pero finalmente no pudo participar. Quien sí lo hizo fue un desconocido Alfred Molina, en su debut en el cine como Satipo, con una incómoda primera escena en el set con su cuerpo tamizado de auténticas tarántulas.
Los arácnidos no fueron los únicos en invadir el set: avanzado el metraje, los personajes de Harrison Ford y Karen Allen debieron también sortear un camino sembrado por 3 mil culebras. Esa escena es, posiblemente, el vivo retrato de un cine apasionadamente creíble dentro de la fantasía, con una realidad cercana a la artesanía y que, aunque con muchas imprecisiones históricas e incluso errores de continuidad cinematográfica, resulta igual de subyugante hoy.
Ahora bien ¿por qué Indiana Jones? Philip Kaufman (luego director de La insoportable levedad del ser y Henry & June) fue junto a Lucas el creador del personaje de Indiana, cuyo nombre provino del perro siberiano del también director de American Graffiti. Ese origen se graficaría sutilmente metaforizado como una confesión en el diálogo final entre “Indy” y el veterano Dr. Henry Jones (un absolutamente memorable Sean Connery), en la escena final de Indiana Jones y la última cruzada. Pero en la vida real fue Spielberg quien agregó el “Jones” cuando “Indiana Smith” no terminaba de convencerlo. Por su parte, Lucas declararía que la idea del arqueólogo envuelto en aventuras mientras rescata objetos del pasado precedió al guion de La guerra de las galaxias, pero solo sería retomado una vez que esta película estuviera lista para su estreno. Y en rigor, con un éxito que al menos le permitiera ser escuchado por los estudios.
Con destino de clásico
Los cazadores del arca perdida (con la aparición de la saga se incluyó el nombre de Indiana Jones en el título), recibió 8 nominaciones al Oscar incluyendo mejor película y mejor director, además de casi todos los rubros técnicos ganándolos en montaje, dirección artística, sonido y efectos visuales, además de un premio especial a la mejor edición de efectos de sonido, aunque la Academia omitió reconocer la icónica partitura original de John Williams de una mímesis casi absoluta con el personaje.
Estrenada hace casi cuatro décadas, a la Argentina llegó el 25 de diciembre de ese 1981 al clásico y fastuoso Cine Metro de la calle Cerrito, como parte de su estreno simultáneo en el Cono Sur. Superada técnicamente gracias a los efectos digitales en estas últimas cuatro décadas por un sinfín de películas de aventuras (incluso por Indiana Jones y en el reino de la calavera de cristal, la última hasta el momento); y con otras como Las minas del Rey Salomón, Tras la esmeralda perdida o Cocodrilo Dundee, que en su tiempo imitaron detalles del look de Indiana Jones al momento de construir a sus protagonistas o utilizaron guiños a su aventurera historia, Indiana Jones permanece inalterable y no envejece a medida que pasan los años, aunque las escenas de acción sean cada vez más dificultosas para su protagonista. Quizás porque Indiana Jones es el héroe de la cándida modernidad vista desde un mundo tecnológico que perdió parte de su encanto. Seguramente esa sea la auténtica última cruzada que comenzó hace cuatro décadas, en apariencia buscando el Arca de la Alianza, pero devolviéndole la emoción al cine de aventuras.
Indiana Jones y los cazadores del Arca perdida está disponible en Netflix
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