Imponente recreación de una epopeya naval
"Capitán de mar y guerra. La costa más lejana del mundo" ("Master and Commander. The Far Side of the World", EE.UU./2003, color). Dirección: Peter Weir. Con Russell Crowe, Paul Bettany, James D´Arcy, Edward Woodall, Chris Larkin, Lee Ingleby, George Innes. Guión: Peter Weir y John Collee, sobre novelas de Patrick O´Brian. Fotografía: Russell Boyd. Música: Iva Davies, Christopher Gordon y Richard Tognetti. Edición: Lee Smith. Presentada por Buena Vista Internacional. 138 minutos. Sólo apta para mayores de 13 años.
Nuestra opinión: muy buena
Las viejas naves de guerra del siglo XIX vuelven a desplegar sus velas y a aventurarse por mares remotos en busca del enemigo. Oficiales y tripulantes -a cual más vigoroso y más bravío- han soltado amarras para emprender otra vez la dura rutina de a bordo; ya sujetan los cabos, ya desafían los vientos huracanados, ya preparan los cañones para la batalla, ya calientan los músculos para lanzarse al abordaje. Como en el viejo cine y después de muchos años de inexplicable olvido, la gran aventura épica marina está de regreso en la pantalla. La recrea Peter Weir con una grandiosidad visual, un lenguaje vigoroso y una claridad expositiva dignos de algunos clásicos, y con la habilidad indispensable para equilibrar el gran espectáculo y el entretenimiento, el drama humano y el paisaje histórico; la acción, la emoción y el humor.
Como se sabe, el film está inspirado en los trabajos del irlandés Patrick O´Brian (1914-2000), acreditado especialista en novelas históricas y autor de una popular serie de relatos conocidos como la serie Aubrey/Maturin a raíz de los nombres de sus protagonistas: el impetuoso capitán Jack Aubrey y el reflexivo médico y biólogo Stephen Maturin. "Capitán de mar y guerra. La costa más lejana del mundo" son los títulos del primero y el décimo libros, de los que se nutre principalmente el guión, si bien se han extraído episodios de otros relatos. Como adaptadores, Weir y John Collee introdujeron varias modificaciones. La más notoria es un cambio de época -de 1812 a 180-, para que la armada británica esté en guerra contra Napoleón y para que los enemigos no sean los norteamericanos defensores de su independencia, como en el libro que aportó la línea argumental, sino los franceses. La más resistida por los lectores escrupulosos de O´Brian, una simplificación del personaje de Maturin, que en el original tiene tanto peso como Aubrey y es, además de científico, espía británico y decidido partidario de los movimientos patrióticos sudamericanos.
De Brasil a las Galápagos
La trama se concentra en una persecución: la emprende el Surprise y tiene como objetivo atrapar y destruir al corsario francés Acheron, un barco que lo supera en tamaño, velocidad y poder de fuego. El azaroso itinerario, de la costa del Brasil a las islas Galápagos, comienza con un desastre del que los ingleses sólo se salvan gracias a la niebla. Después, los ardides empleados por ambos capitanes harán que la cacería abunde en sorpresas, al extremo de que en algún momento no se sepa bien quién es el perseguidor y quién el perseguido.
Pero si las imponentes escenas de combate -así como la terrible tempestad que el Surprise enfrenta en el cabo de Hornos- ocupan un lugar preponderante, el film presta especial atención a la descripción de la dura vida a bordo. Esos grupos aislados son la especialidad de Weir, que en pocos trazos recorta las individualidades del cuadro colectivo, revela las leyes que lo ordenan, distingue el complejo sistema de jerarquías establecido y descubre tensiones no siempre manifiestas.
El escrupuloso detallismo con que recrea la época va más allá de ropas, objetos y ambientes: los rostros son los de hombres curtidos por años de duro trabajo a la intemperie; los gestos, de guerreros fogueados e intrépidos. De igual minuciosidad se beneficia la descripción de las conductas en esa confinada cofradía viril y el preciso -quizás algo unidimensional- dibujo de quienes la comandan, en especial de Aubrey, al que Russell Crowe dota de carisma, vigor, pasión y autoridad.
Tanta preocupación por el realismo confiere al relato una cuota de verdad difícil de hallar en otras aventuras épicas donde lo que prevalece es la grandiosidad de la gesta. Quizá porque en el fondo "Capitán de mar y guerra" habla de la camaradería masculina bajo condiciones de inusual dureza. O mejor: de cómo un grupo de hombres aislados se convierte en una comunidad.
El otro núcleo dramático, que quizá debió haber merecido algo más que un par de escenas fascinantes, es el de la confrontación del guerrero y el hombre de ciencia, el que lucha por su patria y el que lo hace por mejorar la vida de los hombres. Ese filón temático conduce a la única secuencia ambientada en tierra, en los extraños paisajes de las Galápagos, por primera vez escenario de una ficción.
Todo lo demás transcurre en los estrechos espacios de la nave, donde la claridad narrativa y el lenguaje clásico y vigoroso de Weir, con el sustento de una producción generosa, hacen posible el gran espectáculo sin sacrificar el viejo encanto de las aventuras en el mar.