El mediometraje que hoy llega a Disney + es una lograda relectura del cine de horror clásico, con Gael García Bernal como protagonista
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Marvel explora nuevas fórmulas: con la intención de buscar alternativas, la productora ensaya experimentos que le permitan prescindir de los superhéroes. Y ese camino condujo a un logrado mediometraje de terror, que confirma las posibilidades de las historias Marvel cuando las tramas se animan a indagar en otro tipo de relatos.
La noche de los cazadores
Ulysses Bloodstone (Richard Dixon) ha muerto. El mayor cazador de monstruos de la historia falleció, dejando a sus espaldas un legado que todos ambicionan: una poderosa reliquia capaz de someter a cualquier tipo de criatura. Se trata de una piedra roja de un poder incalculable, y única en su especie. Y para encontrarle un nuevo dueño a dicho artefacto, la viuda de Bloodstone organiza una velada en la que se reúnen varios cazadores de monstruos, quienes se someten a una sangrienta competencia. El objetivo de todos es atrapar a una peligrosa criatura que está suelta en el castillo y que porta esa poderosa reliquia.
Entre los cazadores que llegan al castillo Bloodstone, se encuentra un hombre de actitud serena. Su nombre es Jack Russell (Gael García Bernal), y aunque su apariencia no lo indique, el número de monstruos a los que eliminó supera la centena. Por otra parte, la hija de Bloodstone, una joven llamada Elsa (Laura Donnelly), también intentará quedarse con el premio mayor, aunque haya renunciado a seguir los pasos de su padre. De manera fortuita, ambos personajes forman equipo en el marco de un juego macabro que pronto se sale de control, porque la aparición no de uno, sino de dos monstruos, termina por convertir a esa cacería en un verdadero baño de sangre.
Un clásico del terror
El Hombre lobo fue uno de los personajes clave entre los monstruos de la Universal, ese paquete de películas de terror integrado por Drácula, Frankenstein, El hombre invisible y El monstruo de la laguna entre otros. Por ese motivo, la llegada a Marvel de una reversión de esa criatura, exigía un relato que se alejara de los caminos ya transitados por ese universo cinematográfico. Desprendiéndose de la bendita continuidad, Hombre lobo por la noche presenta una trama autoconclusiva, en la que no hay referencias a ninguna película o serie de la casa. Y debido a eso es que el mediometraje respira un aire novedoso, porque se desentiende de los guiños obligatorios y en algunos casos, hasta forzados, para desarrollar un relato que no tiene más objetivos que sostenerse por sus propios medios. Eso le dio al compositor y ahora también director, Michael Giacchino, una libertad que derivó en este proyecto de notables resultados.
Como una forma de homenajear a las viejas piezas del Hombre Lobo, este relato luce una estética digna de ese período, caracterizado por films en blanco y negro y escenarios tenebrosamente artificiales. Como esos viejos Castillos de las películas de Roger Corman (un realizador que entendió cómo releer el terror clásico) que se convertían en personajes en sí mismos, Giacchino desarrolla la acción dentro de una imponente construcción, que atrapa a los protagonistas dentro de un juego macabro. Y yendo de menos a más, esta producción triunfa en presentar un proyecto sólido, que sin vistosos personajes ni grandes despliegues, se sostiene como una carta de amor al cine clásico de terror, pero reversionado según la estética de Marvel.
Un período olvidado en los cómics
Luego de establecer las bases rectoras de su universo durante los años sesenta, Marvel encontró en la década posterior, una necesidad por experimentar con fórmulas alternativas. La llegada de una nueva camada de guionistas, que relevaban a Stan Lee y a la línea fundadora de la editorial, supuso la creación de personajes ricos en su trasfondo, que respondían a modas del momento (como Shang Chi y las artes marciales), o a viejas pasiones de jóvenes escritores. Y entre algunos de esos cómics atípicos de los realizados por la editorial (como Howard the Duck, Man Thing, y El hombre máquina, entre tantos otros), uno de los más emblemáticos fue Hombre lobo por la noche.
El personaje debutó en 1972, en el marco de un interés de la editorial de acercarse al terror, un género que estaba muy lejos del tono ATP de los superhéroes. La colección no representó un pico de calidad (La tumba de Drácula, también de esa época, sí se mantiene como la pieza imprescindible de la Marvel abocada al terror), pero el carisma del licántropo Jack Russell le valió el ganarse un lugar de relativa importancia dentro de ese universo de infinitos cómics. El escaso interés de los lectores frente a esta propuesta derivó en que la editorial paulatinamente cancelara sus series vinculadas al terror. De ese modo, estos personajes no tardaron en ser olvidados, a pesar de algunas eventuales reapariciones a través de historietas autoconclusivas o mediante cruces con los héroes más populares de la editorial.
El experimento de Marvel con el género de terror, sin embargo, dejó un puñado de grandes historias, y esa ruta es la que ahora toma el cine. Con el lanzamiento de Hombre lobo por la noche, este Universo cinematográfico logra despegarse de los senderos habituales, y concreta una de sus mejores piezas (o al menos, e irónicamente, una de colores más vivos). Giacchino hace un camino que remite a la primera Iron Man, una pieza que le guiñaba el ojo a los lectores avezados pero sin descuidar al público casual con ganas de dejarse llevar por una historia atrapante. Y este Hombre lobo por la noche comparte esa lógica, porque codea con complicidad a los viejos fans de Marvel (a través de un verdoso personaje de culto), sin por eso desatender a los espectadores que desconocen ese mundo. Que Marvel repita proyectos de esta índole puede ser una salida a tanto superhéroe. Por lo pronto, este relato construyó un mundo fascinante, al que vale la pena seguir explorando.
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