Guerra sin reglas: la película de Guy Ritchie que tiene guiños a Tarantino y a James Bond pero no alcanza todo su potencial
Guerra sin reglas, basada en hechos reales, ya está disponible en Prime Video
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Guerra sin reglas (The Ministry of Ungentlemanly Warfare, Estados Unidos-Reino Unido-Turquía/2024). Dirección: Guy Ritchie Guion: Guy Ritchie, Paul Tamasy, Eric Johnson, Arash Amel. Fotografía: Ed Wild. Edición: James Herbert. Elenco: Henry Cavill, Alan Ritchson., Henry Golding, Hero Fiennes Tiffin, Alex Pettyfer, Babs Olusanmokun, Eiza González, Cary Elwes. Disponible en: Prime video. Nuestra opinión: regular.
“Basado en una historia real”, se lee al comienzo de este film disponible en Prime Video. Los hechos en los que está basada Guerra sin reglas, dirigida por Guy Ritchie, ocurrieron durante la Segunda Guerra Mundial, pero recién se conocieron en 2016, cuando fueron desclasificados los archivos secretos de Winston Churchill. Allí figuraban en detalle las misiones clandestinas coordinadas por el servicio secreto británico en la lucha contra la Alemania nazi y entre ellas aquellas que realizó el grupo de oficiales rebeldes que integraban el llamado “ministerio de guerra poco caballeroso”, un modo extremadamente elegante de calificar a los integrantes de una unidad de espionaje y sabotaje dispuestos a todo para completar las misiones que les encomendaban.
Es un relato por demás fértil sobre el que construir una ficción bélica entretenida, pasada por el filtro del canchero estilo de Ritchie y su batallón de personajes masculinos violentos y ocurrentes. Pero el resultado de la adaptación del libro escrito por el historiador Damien Lewis sobre “los guerreros secretos de Churchill” es una versión no demasiado divertida y ciertamente devaluada de Bastardos sin gloria. A lo largo de su carrera, Ritchie se ha “inspirado” con más y menos éxito en los guiones y personajes de Quentin Tarantino, aportando ingredientes propios a la fórmula del realizador norteamericano, pero esta vez esa pizca extra falta en la receta, y el evidente carisma de su protagonista no alcanza para disimular su vacuidad.
Con más de una licencia respecto de la verdad, el film propone que el primer ministro (Rory Kinnear), el jefe de su red de espías M (Cary Elwes) y su asistente Ian Fleming (Freddy Fox) necesitan organizar una misión secreta y extremadamente peligrosa para evitar que los submarinos alemanes ataquen a las naves de los aliados estadounidenses en el Atlántico. “Si los capturan los nazis, los esperan torturas y la muerte”, advierte Churchill, una perspectiva poco alentadora que no parece importarle demasiado al hombre elegido para llevar a cabo la gesta: el mayor Gus March-Phillips,interpretado por Henry Cavill con una barba y bigote tanto más interesantes que el resto de su personaje. Valiente e intrépido, March-Phillips –un ladrón sin escrúpulos– es el candidato ideal para la misión que nadie se anima a llamar suicida.
Junto a él son reclutados sus socios de siempre: Anders Lassen (Alan Ritchson), un fortachón sueco que siente más afecto por su arco y flecha y sus cuchillos que por la vida humana; Henry Hayes (Hero Fiennes Tiffin), el joven marinero irlandés, desesperado por vengar la muerte de su familia a manos de los alemanes; Freddy Alvarez (Henry Golding), experto en explosivos, y Geoffrey Appleyard (Alex Pettyfer), un estratega capturado por la Gestapo. El grupo se completa con el apoyo en tierra de Heron (Babs Olusanmokun) y Marjorie (Eiza González), un par de espías cuyas apariciones en pantalla diluyen el interés de la trama considerablemente. Hacia la segunda hora del film, la intensidad de la narración se estanca en una meseta de la que nunca logra recuperarse. Ni siquiera cuando Cavill está en escena, tal vez porque por más que hace lo posible por mantener el barco a flote, el guion insiste con hacerle repetir la misma información una y otra vez y se olvida de darle matices a su personaje. Si la película encuentra esporádicamente su ritmo, la buena marcha no dura demasiado. Las escenas de acción –con más bajas que lógica– y el superficial desarrollo de todo el resto, no contribuyen al esfuerzo del actor, que se destaca en estos papeles que subrayan su costado más humorístico.
En esta ocasión, la comedia también parece impuesta a la fuerza por un guion que se ocupa de señalarle a los espectadores que las misiones ultrasecretas para derrotar a Hitler, “el mal en forma humana”, según el Churchill del film, pueden ser divertidas y livianas como el aire. Y que ese callado pichón de espía llamado Ian Fleming es el Ian Fleming que años después del fin de la guerra creó a un tal James Bond, inspirado, según parece, en el encantador March-Phillips, un agente con licencia para matar a cualquiera.
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