Guerra civil describe un inquietante escenario futurista, que hoy está lejos de ser visto solamente como una ficción
La fantasía de un enfrentamiento fratricida en el interior de los Estados Unidos, descripta con nervio, potencia y precisión, remite a hechos de la agenda política real que hoy siguen resonando en el corazón del debate político
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Guerra civil (Civil War, Estados Unidos-Reino Unido/2024). Guion y dirección: Alex Garland. Fotografía: Rob Hardy. Música: Geoff Barrow y Ben Salisbury. Edición: Jake Roberts. Elenco: Kirsten Dunst, Wagner Moura, Cailee Spaeny, Stephen McKinley Henderson, Nick Offerman, Jesse Plemons. Distribuidora: Diamond. Duración: 109 minutos. Calificación: solo apta para mayores de 16 años. Nuestra opinión: muy buena.
Desde los hechos ocurridos el 6 de enero de 2021 se hace imposible descartar de plano cualquier descripción del futuro de los Estados Unidos en clave distópica como la que describe Guerra civil, una película cargada de angustia y desasosiego. Ese día, un considerable grupo de seguidores de Donald Trump irrumpió de manera violenta en el edificio del Capitolio, la sede del Congreso de Estados Unidos, después de que su líder convocara a sus partidarios a desconocer el resultado de las elecciones presidenciales en las que fue derrotado por el actual presidente Joe Biden.
Aquel llamado a un acto insurreccional por parte de un presidente que en ese momento se negaba a reconocer la derrota y a entregar el poder, y la iracunda respuesta de quienes lo tomaron al pie de la letra, resuena todo el tiempo en la conciencia del espectador que sigue a pura tensión el tremendo escenario de lucha fratricida, destrucción, muerte y destino a la deriva para Estados Unidos que el realizador británico Alex Garland describe con extraordinaria potencial visual y narrativa en su nueva película.
Será por supuesto el observador de ese origen quien reaccione con mayor inquietud y sensibilidad frente a semejante cuadro. Pero en cualquier otro lugar del planeta sus efectos se potencian a partir de la llegada inmediata que tiene el cine de Hollywood. En ese sentido, nadie puede negarle a Guerra civil una posición definida en la agenda política, sobre todo alrededor de lo que puede pasar en un escenario internacional con amplios y peligrosos focos de conflicto. Pero lo hace casi siempre de manera virtuosa, a partir de genuinos recursos cinematográficos que despojan a esta historia de cualquier énfasis declamatorio.
Garland confía en el poder de las imágenes y sobre todo de ciertos géneros y referencias decisivas. Guerra civil es un thriller postapocalíptico, una road movie y, en su tramo decisivo, un extraordinario relato bélico. La progresión dramática de esa larga y tensa secuencia final que transcurre en el corazón de la ciudad de Washington es un ejemplo de tensión creciente construida desde el montaje (admirable) y la conciencia plena de todo lo que está ocurriendo ante nuestros ojos. Nada de lo que vemos allí resulta ambiguo, confuso, impreciso o innecesario. Ese clímax permanecerá por un buen rato en nuestra memoria.
Para llegar con tanta claridad a esa instancia en medio de una atmósfera tan enrarecida, Garland toma una decisión crucial. Identifica al espectador con el punto de vista de Lee (una magnífica Kirsten Dunst), la curtida reportera gráfica que cubre la guerra desde la primera fila de un frente de combate siempre indefinido y variable. Escéptica y todo, Lee representa el compromiso por la verdad, la ética personal y el comportamiento digno que parecen haberse perdido por completo en medio de una guerra que nadie sabe cómo empezó y con qué criterio se libra.
Solo sabemos que hay un presidente con espíritu de dictador y un gobierno que enfrentan la insurgencia de grupos rebeldes agrupados bajo el título integrador de Fuerzas Occidentales, representado por la bandera estadounidense con las clásicas barras y solo dos estrellas (Texas y California, los estados secesionistas). Para cubrir lo que se adelanta como una posible ofensiva final de la insurrección, Lee deja una Nueva York devastada por la falta de agua y emprende un viaje de 1300 kilómetros hacia Washington muy en línea con la travesía hacia el corazón de las tinieblas de Apocalypse Now junto con tres de sus colegas: el impetuoso Joel (el brasileño Wagner Moura, en un rol de personaje latino), la novata Jessie (Cailee Spaeny) y el veterano Sammy (Stephen McKinley Henderson).
A cada uno de ellos le tocará atravesar a lo largo del camino su propia experiencia alrededor de una guerra sin reglas (o, más propiamente, una en la que cada quien parece dispuesto a imponer la suya) que transcurre en escenarios abiertos y bucólicos transformados de golpe en trampas mortales.
Por la manera en que lo describe, Garland nos dice que este modelo de conflicto podría ocurrir tranquilamente en un futuro no muy lejano. Y además sugiere que el concepto más convencional de guerra civil, aquél en el que dos bandos bien diferenciados combaten mano a mano, se desvanece en medio de un escenario de fragmentación casi extrema. ¿Aparecerá finalmente un ganador pleno y completamente legitimado después de una aparente batalla final? ¿O esa eventual capitulación no es más que el espejismo de una nueva realidad que impone la ley desde el capricho y la arbitrariedad de una voluntad individual?
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