La monumental epopeya de Apocalyse Now! selló –luego de su estreno en 1979– la reputación de Francis Ford Coppola : un temerario con buena suerte. Esa película multimillonaria, filmada durante un año en la selva filipina, había desafiado las inclemencias del tiempo, los accidentes del rodaje y hasta los problemas de salud del elenco (sobre todo el ataque cardíaco de Martin Sheen que casi tiñe la historia de negro). Sin embargo, aquello que parecía la víspera de la debacle terminó cimentando el prestigio de Coppola –luego de sus dos entregas de El padrinos– como uno de los grandes realizadores del Nuevo Hollywood inaugurado a comienzos de los 70. Pese a ese imprevisto éxito de crítica y taquilla que supuso su amarga oda a la tragedia de Vietnam, los excesos del presupuesto y la megalomanía del rodaje encendieron algunas señales de alarma en la industria en vistas a los cambios que se sucederían en la próxima década.
Un cuento de hadas para adultos
Cuando Hollywood se replegaba en proyectos más seguros, destinados al nuevo público adolescente y definidos por el éxito de Tiburón y La guerra de las galaxias, Coppola desempolvó su sueño de convertir a American Zoetrope, su productora nacida en los años juveniles de The Rain People en la bohemia de San Francisco, en un estudio a la usanza del Hollywood clásico. Para ello, el proyecto de Golpe al corazón sería el punto de partida: una comedia romántica y ligera, un cuento de hadas musical para adultos. "Cuando hago una película me involucro en algo que me interesa. Y en este caso lo que me interesaba era el mundo del espectáculo, el juego, el amor, la fantasía y la música. Eso es con lo que he trabajado en esta película, y estoy orgulloso de ella, e imagino que en unos años, como ha ocurrido con mis otras películas, la gente verá algo en ella, sobre todo porque es original". Coppola tenía razón en eso: Golpe al corazón era tan radical en su originalidad que así como despertó el más fascinante de los entusiasmos, ya desde el inicio encendió sospechas y recelos en todos los demás, desde la prensa hasta el último rincón de la industria.
"Temerario" es la palabra que más resuena en las entrevistas a los distintos involucrados en el proyecto de Golpe al corazón y en el renacimiento de Zoetrope, tanto en aquellos que fueron parte del equipo artístico como en los que asistieron al tembladeral de las finanzas de esa impensada aventura. Es que la idea de Golpe al corazón nació como una quimera hasta consolidarse como el anhelo de un verdadero resurgimiento del cine de estudios, de una compañía que incluyera técnicos y actores a contrato, con instalaciones y activos, capaz de iniciar una cadena de producción que daría vida a esa nueva meca del cine. Pero cuando el sueño despegó poco quedó de esa "comedia ligera" y del presupuesto controlado: la compra de unos viejos estudios de los 30 –los abandonados Hollywood General-, la formación de un equipo multitudinario -que incluía al director de fotografía Vittorio Storaro, al legendario Gene Kelly y al artífice de Las zapatillas rojas, el británico Michael Powell – y el desarrollo de modernos sistemas de sonido y de previsualización fílmica no solo dispararon las cuentas de Zoetrope sino que pusieron una presión inaudita en el futuro de su película estrella.
Un musical fuera de lo común
La historia de Golpe al corazón es simple: una pareja (Teri Garr y Frederic Forrest) que vive en Las Vegas descubre que ya no comparte los mismos sueños que al inicio de su romance, y ese descubrimiento los lleva a explorar nuevas formas de amor, nuevos encuentros y nuevas desilusiones. Lo novedoso no es que fuera un musical colorido y estilizado en una década dedicada al fantástico y la violencia, sino que lejos de concebirse como un musical clásico, los actores no irrumpían en la canción sino que seguían con sus bailes y acciones la historia que iban escribiendo las canciones. La banda sonora, íntegramente compuesta por Tom Waits –quien en ese momento no era todavía una figura consagrada- hacía alusión a los sueños y al romance frustrado, recorría las pasiones y deseos de los protagonistas, y teñía esa Las Vegas de cartón de la más ardiente y visceral de las melancolías. Además, los integrantes del elenco (que completaban Nastassja Kinski y Raúl Juliá) eran atípicos para el género y desconocidos para el público en general.
Lo que menos le interesaba a Coppola era la historia: esa aparente banalidad de "chico se separa de chica, ambos inician nuevos romances y finalmente se reencuentran en un ambiguo happy ending" no era más que una excusa para celebrar una forma de realización creativa y teatral, aceitada a partir de tres meses de ensayos y controlada en los límites de un estudio. La elección de Las Vegas no era arbitraria: esa ciudad artificio, llena de neones y hoteles, era el mejor espejismo del amor romántico que habría celebrado siempre Hollywood como fábrica de sueños. ¿Qué mejor que construirla dentro de los terrenos de la nueva American Zoetrope en la Avenida North Palmas al 1040 en Los Ángeles? Fachadas de hoteles, pistas de un aeropuerto, agencias de viajes y escenarios circenses: todo fue diseñado por Dean Tavoularis en los distintos sets hasta ocupar el último espacio disponible en el estudio.
Mientras tanto, se daban fiestas y banquetes para celebrar que Zoetrope se convertía en una verdadera familia, en una comunidad artística de vanguardia en la que no solo se ensayaban coreografías y se diseñaban decorados sino que se ponía a prueba un sistema de cine electrónico que entonces resultaba una impensada novedad (luego se transformó en la forma estándar de producir películas con video-asssist, visualizando lo filmado en el día, sin necesidad del revelado del fílmico). Pero esa fiesta pronto llegaría a su fin.
El despertar de un sueño
Antes de comenzar el rodaje, un grupo de inversores alemanes retiró su participación en la película debido a los excesivos gastos de pre-producción que ya superaban los 20 millones de dólares (hoy parece una suma menor pero entonces resultaba desorbitante para un musical de un estudio que recién despegaba). Coppola decidió entonces tomar préstamos personales –hipotecando su propia casa- para poder comenzar la filmación. En varias reuniones de producción aseguró que seguiría adelante pese a las dificultades, mientras los responsables de finanzas le advertían que no había respaldo para cubrir más que las dos primeras semanas de rodaje. La crisis estalló en los medios de prensa con todo el morbo que implicaba ver uno de los grandes nombres del cine embarcado en un Titanic a la deriva. El respaldo del equipo técnico y artístico –que decidió rebajar sus salarios a la mitad hasta el estreno de la película– facilitó el trabajo, pero era imprescindible el apoyo financiero. De la noche a la mañana apareció en el horizonte una salvación: Jack Singer, excéntrico industrial y petrolero canadiense, aceptó invertir los millones necesarios para terminar la película. Eso sí, con el garantía de los activos del estudio en caso de que Golpe al corazón no resultara un éxito.
El 15 de enero de 1982, luego de nueve meses de posproducción, Golpe al corazón llegó nuevamente a la tapa de los diarios. Paramount y Coppola estaban inmersos en complejas negociaciones sobre la finalización de la película y su lanzamiento publicitario. El caos se había originado debido a la filtración de los screenings para los exhibidores –quienes por ley en Estados Unidos deben ver la película meses antes del estreno– que sugerían que la película era un desastre. Coppola se atajó diciendo que la versión que habían mostrado no estaba terminada, pero la espina ya estaba clavada. La Paramount parecía que iba a romper el acuerdo de distribución con Zoetrope y Coppola, cansado de la situación, decidió hacer un preestreno ante 6000 espectadores en el Radio City Hall de Nueva York, el cine más grande de los Estados Unidos. Como era uno de los días más fríos del invierno, se sirvió sopa caliente a la gente que hacía cola en la calle para comprar su entrada. Llegaban desde Chicago y Washington, atraídos por el escándalo y la expectativa; entre los espectadores asomaban algunas caras conocidas como la de Andy Warhol. Unas horas después, en la conferencia de prensa que siguió al evento, la prensa le preguntó al director si creía que la película sería un éxito. "¿Cómo quieren que lo sepa?".
El acuerdo con Paramount finalmente se cayó y Coppola consiguió que Columbia la estrenara un mes después del preestreno en 41 cines a lo largo de todo Estados Unidos. Sin embargo, la película había sido herida de muerte por la controversia, la mala prensa y las críticas prematuras. Con un costo final de 28 millones, en las primeras semanas en cartel solo recaudó 804.000 dólares. Ante el fracaso, Coppola decidió retirarla unilateralmente de la distribución. En tanto el futuro de Zoetrope estaba atado al éxito económico de Golpe al corazón, el director debió poner a la venta su fábrica de sueños. Jack Singer y sus herederos se quedaron con todos los activos y los terrenos del estudio en Hollywood, los que utilizaron para videoclips y concursos televisivos a lo largo de los años 80 y 90. Coppola filmó siete películas en siete años, desde Los marginados hasta El padrino III, para pagar las deudas de su frustrada aventura. Zoetrope regresó a sus orígenes bohemios en San Francisco y Golpe al corazón se convirtió con los años en uno de los musicales más fascinantes de la historia del cine, ambiciosa y desmedida, tan temeraria como su creador.
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