Jean Luc Godard, protagonista de la última grieta cinematográfica
Si alguien buscara la imagen perfecta de lo que hoy llamamos "grieta" en términos artísticos, no necesita nada más que remitirse a lo que ocurrió en mayo durante el último Festival de Cannes luego de la presentación en la competencia oficial de El libro de imagen, la obra más reciente de Jean-Luc Godard, que finalmente se llevó una Palma de Oro especial otorgada por el jurado.
Así lo resumió en estas páginas Diego Batlle, testigo del hecho en la Costa Azul: "Sus fans coronaron la proyección con aplausos; muchos de sus detractores abandonaron la sala antes del final. Con Godard en Francia es así: tómelo o déjelo. Un clásico cinéfilo".
El debate empieza en Francia, pero se prolonga a todo el mundo cinematográfico que considera a Godard, con toda razón, como una figura decisiva y transformadora. Todavía se recuerda su negativa a recibir en persona un Oscar honorario a la trayectoria que la Academia de Hollywood decidió otorgarle en 2010. "A lo largo de cincuenta años ha escrito y dirigido audaces películas, a veces controvertidas, que han hecho de él uno de los maestros de la vanguardia en la historia del cine". Ese reconocimiento abrió un verdadero vodevil que incluyó el intercambio de varias cartas, malentendidos varios y alusiones despectivas hacia el premio. "¿Usted volaría toda esa distancia sólo por un trozo de metal? Jean-Luc no irá a Hollywood. Se está poniendo viejo para esa clase de cosas", le dijo durante esos días agitados a un diario australiano la compañera sentimental de Godard, Anne-Marie Mieville.
La conclusión quedó a la vista. Godard no se movió de su casa de Rolle, Suiza, de la que cada vez sale menos. Allí celebrará con toda seguridad el próximo 3 de diciembre su cumpleaños número 88. Pero esa voluntaria reclusión no le impide seguir ejerciendo su eterno papel de provocador. Para eso hay que volver a Cannes y a mayo pasado. Después de aquélla proyección inicial de El libro de imagen,que Zeta Films acaba de estrenar en la Argentina (ocho salas, seis en la Capital y dos en la provincia de Santa Fe), Godard protagonizó lo que algunos medios europeos definieron como la conferencia de prensa más delirante del mundo. Debido a que también se quedó en su casa en esa ocasión, convirtió su ausencia en una llamativa aparición a través del teléfono celular. Como si se tratara de una demostración artística experimental, tan característica de sus últimas obras, decidió responder a través de FaceTime las preguntas de la prensa.
La escena no podría ser más excéntrica y así la contó el diario italiano Corriere della Sera. El grupo de periodistas haciendo fila frente al celular, desde cuya pantalla Godard responde con voz temblorosa y sacudida por la tos y algún carraspeo, pero al mismo tiempo con lucidez y espíritu combativo. Mientras los fotógrafos disparan apuntando con sus lentes al teléfono "con un ruido de ametralladoras", Godard mezcla esa frase en clave de broma con otras definiciones mucho más serias. "Los verdaderos cineastas de hoy son anarquistas. No se puede aprender mucho ni de la televisión ni de Facebook. Por eso veo la tele sin audio". Y agrega que El libro de imagen no fue creado sólo con la cabeza, sino también con las manos. "Mi cine nace del montaje, el rodaje es la post-producción. Para editar esta película tuve que ver durante cuatro años más películas que Thierry Fremaux para este festival".
Las discusiones alrededor de Godard adquieren tanta actualidad como espíritu retrospectivo.A medio siglo de aquélla movilización de cineastas, con Godard y François Truffaut a la cabeza, que logró paralizar el Festival de Cannes en plena ebullición del Mayo francés, Michel Hazanavicius (el director de El artista) le dedicó su última película al director de Sin aliento y El desprecio. Godard Mon Amour, cuyo estreno en la Argentina pasó casi inadvertido, deja bastante mal parado a su protagonista, a quien muestra durante el período en el que abrazó con fervor la ideología maoísta y tenía como musa a la actriz Anne Wiazemsky, ya fallecida. Esta deconstrucción fílmica muestra a Godard como un artista de pésimo carácter, arrogante, egoísta y manipulador.También, como señaló un artículo del diario español El País, como artífice "de un cine sin actores, sin argumento y sin espectadores". No sorprende que en España el título de esa película haya sido directamente Mal genio. Sin embargo, entre tanta ironía, Hazanavicius reconoció al mismo tiempo su decisiva influencia. "Los impresionistas dejaron de copiar la naturaleza para plasmar colores y formas sobre el lienzo. Godard hizo algo parecido en el cine, abriéndolo a nuevas posibilidades", señaló. Poco después, hablando sobre el legado del Mayo francés de 1968, pareció volver sobre sus pasos: "Godard derribó todo y luego se paseó sobre sus ruinas".
Otra vez la grieta, que el propio Godard parece convalidar desde los collages experimentales que encaró en su última etapa, desde Film Socialisme hasta El libro de imagen. Allí se unen vestigios del cine narrativo y clásico con todo tipo de fragmentos visuales. Los que se quedaron hasta el final de aquélla proyección inaugural de El libro de imagen en Cannes creen incondicionalmente que el futuro del cine está representado allí. Los que se fueron mucho antes del final creen que Godard no es más que un agitador que reivindica posiciones extremas desde la comodidad burguesa de su hogar en Suiza.
Mientras tanto, sigue pendiente de definiciones un anuncio que despertó expectativas en coincidencia con la última muestra de Cannes: la transformación del espíritu visual de El libro de imagen en una exhibición artística que podría llegar a museos tan importantes como el Beaubourg de París o el Reina Sofía de Madrid. Quienes impulsan este proyecto hablan de una instalación central de unos 500 o 600 metros cuadrados, dentro de la cual se podrá vivir una suerte de experiencia interactiva alrededor de las imágenes y los sonidos que Godard elabora, reescribe y trabaja en El libro de imagen. Fabrice Aragno, uno de los artífices de Casa Azul, la productora que está detrás de esta película, se animó a comparar El libro de imagen con el Guernica. "Con una salvedad. Mientras la obra de Picasso alude a un solo capítulo histórico, la película de Godard reflexiona sobre 200 años de historia y además nos acerca una percepción sobre el mundo de hoy", le dijo Aragno a Variety.
Otro motivo para seguir con la discusión. Y dividir aguas a modo de "grieta" entre los que miran a Godard como un visionario y los que sostienen que hace mucho tiempo que no le queda más nada por decir.
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