Gloria Stuart, la que volvió para triunfar
Para muchos, Gloria Stuart es sólo la encantadora viejita que a punto estuvo de llevarse el Oscar a la mejor actriz de reparto por su papel en Titanic (1997), donde representaba en sus años altos a Rose DeWitt, la sobreviviente del naufragio que narraba la historia y que en su juventud era encarnada por Kate Winslet. Pero antes de colmar de pícaro encanto ese personaje que le ofreció James Cameron, esta dama de apacible belleza que anteayer cumplió cien años ya había conocido las luces de la fama.
Nunca fue una gran estrella, pero casi desde sus comienzos se acostumbró a que le confiaran los principales papeles femeninos y a que la distinguieran por su prestancia, su glamour y su personalidad. Cuando egresó de la secundaria en su Santa Mónica natal, donde dio sus primeros pasos como actriz, la declararon la más firme candidata al éxito de toda su promoción. El vaticinio se cumplió pronto. No duró mucho como estudiante en Berkeley: a los 20 años se casó con un escultor, Blair Gordon Newell, y decidió tomar en serio la profesión actoral.
Así participó de varias compañías teatrales hasta que Hollywood la descubrió en The Pasadena Playhouse. Pero aun antes de rodar un fotograma fue objeto de disputa entre dos estudios. Había firmado contrato para una película de Universal y otra de Paramount y fue necesario que la Motion Picture Association determinara qué estudio estaba autorizado para contar con sus servicios. Ganó Universal. Por suerte, porque al poco tiempo ya estaba actuando en dos films del famoso director de Frankenstein, James Whale: El caserón de las sombras (1932) y El hombre invisible (1933). Parecía que iban a confinarla en el cine de terror, pero aunque participó de otros films de misterio o en dramas policiales tuvo abundante oportunidad -durante los 30 y parte de los 40- para mostrar su ductilidad. En el musical pasó de Busby Berkeley ( Gold Diggers of 1935 , donde era pareja de Dick Powell), a los hermanos Ritz, con quienes animó una comedia juvenil ( Life Begins in College , 1937) y fue la reina en una versión musical de Los tres mosqueteros (1939). John Ford la dirigió dos veces: en Hombres sin miedo (1932), sobre los pioneros del correo aéreo, y en Prisionero del odio (1936). En su abultado currículum también caben Escándalos romanos , un gran éxito de Eddie Cantor y un par de films en los que acompañó a Shirley Temple: Poor Little Rich Girl y Rebecca of Sunnybrook Farm .
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A mediados de los cuarenta, dejó el cine y se dedicó a la pintura, con la que obtuvo apreciable éxito en su país y en Europa. Cuando volvió, en los setenta, para actuar en films y series de TV, ni soñó que se convertiría -hace ahora 13 años- en la persona de mayor edad que fue candidatra al Oscar. No lo ganó (se lo llevó Kim Basinger), pero tendrá que volver a Beverly Hills dentro de pocos días porque la Academia decidió celebrar su cumpleaños número 100 en una velada en que conversará con el crítico e historiador Leonard Maltin y se exhibirán fragmentos de sus films. Merece el homenaje.
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