Gaspar Noé: “Tener enemigos es bueno, te hace sentir más importante”
Desde Irreversible, el cineasta es conocido por su capacidad de dividir las aguas con sus películas; con Vortex, sobre un matrimonio de ancianos que se resquebraja tras un diagnóstico de Alzheimer, parece haber encontrado en la declinación de la vejez otro tabú para examinar
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Desde que estrenó Irreversible en Cannes, en 2002, el nombre de Gaspar Noé divide aguas. Algunos críticos jamás pudieron perdonarle la polémica escena de violación protagonizada por Monica Bellucci, con sus famosos nueve minutos de duración. Otros, en cambio, reivindican su libertad y lo consideran un verdadero autor. Desde entonces, el hijo del artista plástico argentino Luis Felipe Noé (“Yuyo”), radicado en Francia, rodó varias películas más, como Enter the Void (2009), Love (2015) o Climax (2018). Incesto, drogas, sexo en 3D…parecía imposible que una película de Noé no generara reacciones encendidas. Sin embargo, a los 57 años, el cineasta presentó Vortex en la sección “Autoras y autores” del Festival de Cine de Mar del Plata tras su paso por Cannes este año. Una película que podrá gustar más o menos, pero que no escandalizará a nadie.
Con las actuaciones del maestro del giallo, el director italiano Dario Argento, y la legendaria Françoise Lebrun, protagonista de La mamá y la puta, de Jean Eustache, Vortex cuenta una historia muy simple pero no por ello menos cruel: la de la difícil convivencia de una pareja de ancianos cuya vida en común comienza a resquebrajarse cuando a ella le diagnostican Alzheimer. Noé pasó por Mar del Plata para acompañar su último trabajo y también a su padre para el estreno del documental Tres en la deriva del acto creativo, la película póstuma de Pino Solanas que abrió el festival. En ella, el director de Sur dialoga acerca de la creación con el artista plástico y el psiquiatra, actor y dramaturgo Tato Pavlovsky.
-¿Cómo logró convocar a Dario Argento, que nunca antes había protagonizado una película, y Françoise Lebrun para Vortex?
-Los dos primeros protagonistas potenciales en los que pensé fueron ellos, sobre todo si quería formar una pareja muy querible en la pantalla. La mamá y la puta es mi película francesa favorita de los 70. La vi como 15 veces. Tenía una obsesión con la película y con ella, pero no la conocía. La conocí en Cannes con Pino y Angela (Correa, su esposa) y le fui a hablar. A Dario Argento lo conozco hace 30 años y es el director más simpático del mundo. Es muy cinéfilo, no para de hablar de Carl Theodor Dreyer, de Fritz Lang, es un pan de Dios y es divertidísimo pasar tiempo con él. Le pedí a su hija, Asia Argento, que me ayudara a convencerlo, pero no fue muy difícil. Solo puso como condición que su personaje tuviera una amante.
-Resulta curioso que haya elegido a un referente del cine de terror para contar lo que, en un punto, es una historia de terror…
-Es el terror de la vida real. Cuando la vi a mi vieja con Alzheimer viví situaciones parecidas de cerca. Debido a una epilepsia no convulsiva que tenía, su cabeza era como un volcán permanente y no podía dormir. La vi en un estado de terror superior al que puede vivir cualquier adolescente tomando drogas...es el peor LSD que te puedas imaginar. Como decía Bette Davis, old age ain’t no place for sissies (“la vejez no es un lugar para cobardes”). Mucha gente que me dijo “quizá este sea tu primer largometraje apto para todo público, pero es el más terrorífico de todos”.
-Es cierto ¿Se cansó de escandalizar?
-No, no, no. En esta película la historia no se prestaba para que haya secuencias de sexo. El hijo es medio drogadicto, pero tampoco había razón para mostrar drogas. La película no se prestaba a que ponga secuencias de shock. Pero tampoco las contienen todas mis películas. Esta es la que tuvo mejor recepción crítica, pero la gente sale más traumatizada que de Irreversible por otras razones. Porque uno piensa en su propia vida, sus propios padres… toca algo profundo de la existencia. Son temas de los que la gente no habla mucho en general, pero son los que más temen.
-En Tres en la deriva del acto creativo, su padre dice que en la vejez hay dos opciones: repetirse “o mandar todo el carajo”. Usted parece haber hecho siempre lo que quería.
-Yuyo, mi viejo, también. Aunque a mi viejo no le gusta que le hagan malas críticas. Yo encantado, por mí que hablen bien o mal. Es parte del juego. Yuyo se ofende (risas). Pero también es de otra generación, en la que lo que publicaba en papel era como un juicio social. Mi viejo se inquieta con que mis películas sean mal recibidas: “Gaspar, a vos no te toman en serio, no entiendo por qué”. Ahora, con esta película, que es más seria, me están tomando más en serio, pero no sé si me divierte. Me divertía más cuando me insultaban (risas). Tener enemigos es bueno.
-¿Por qué?
-Te sentís más importante (risas).
-¿No está pendiente de las críticas?
-No, no, no. Salvo Irreversible, nunca hice un éxito comercial. Lo importante es hacer la película. Una vez que está acabada, para mí el trabajo ya está hecho. El punto último de mi deber como director es hacer un buen afiche y que los subtítulos estén bien. Hoy más que nunca es muy difícil controlar la vida de una película. Cuando voy a cualquier parte del mundo hay alguien que vio mis películas, hasta en Irán. Las ven de manera pirata. Las películas ahora existen por vías paralelas.
-¿Le molesta?
-Como director recibís un salario. Con eso pagás tu alquiler. Pero después lo que querés es que todo el mundo vea tu película. Me alegra que los que no tienen un peso puedan verlas, que las descarguen de donde se les antoje. Los que sufren son sobre todo los productores, porque son los que invierten. Yo no me endeudo para hacer mis películas. Le pido a alguien que me pague, entrego la película y sobre todo espero que no me pidan que la corte o la modifique porque alguien se va a ofender. Tuve la suerte de encontrarme con productores que respetaban mis deseos, entonces hice películas de las que estoy orgulloso.
-¿Tiene relación con el mundo del cine argentino?
-Mi vínculo más cercano era con Pino y ahora con Juan (Solanas, su hijo). Todo lo que se llama el cine independiente argentino ocurrió mientras yo estaba en Francia así que tengo amigos que hacen películas aquí pero no me siento parte de la historia del cine argentino.
-¿Pero ve cine argentino?
- Vi una película rarísima, que después me dijeron que era una producción austríaca, era como una secta de hippies, por la zona Tigre, y se disfrazaban de animales. Creo que es la película que últimamente me sorprendió más (N. de la R.: el director se refiere a Los decentes, de Lukas Valenta Rinner). También me gustó mucho El ángel de Luis Ortega.
-En una entrevista con el director del Festival de Cannes, Thierry Fremaux, dijo que no se consideraba artista ¿Qué se considera entonces?
-El artista es mi viejo. El cine es un trabajo de grupo, como si fueras el capitán de un equipo de fútbol. Podés dirigir el equipo, pero las películas se hacen entre varios. Si es un arte, es un arte colectivo, no es un arte individual en el que uno proyecta su mundo interior único e indivisible. Me siento más director de orquesta que poeta. Yuyo hace sus cuadros solo. Sabato escribía solo.
-¿Se arrepiente de algo que haya filmado?
-No. Hasta hoy no me arrepiento de nada que haya filmado.
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