Garganta profunda: la película que cambió para siempre la industria del cine para adultos y se convirtió en una pesadilla para sus protagonistas
El film protagonizado por Linda Lovelace, estrenado hace 50 años en salas comerciales, se convirtió en el emblema más importante de su género
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En 1972, una pequeña producción cambió de forma sustancial la estructura de una industria que subsistía en la clandestinidad: la del cine pornográfico. Garganta profunda no solo visibilizó un rubro virtualmente prohibido, sino que logró atraer a personalidades de ámbitos culturales que con entusiasmo expresaron su interés por esta pieza y, de algún modo, alimentaron y avalaron su éxito comercial.
Sin embargo, aunque durante años esa popularidad funcionó como una suerte de reivindicación para muchos realizadores, productores, intérpretes y demás trabajadores del cine para adultos, con el tiempo salieron a la luz denuncias de parte de su protagonista que invitaron a repensar el lugar de Garganta profunda en la historia del cine, y en los códigos poco claros en los que se movía una industria acostumbrada a manejarse en las sombras.
Una industria en los márgenes
Lejos de pensar que el cine porno comenzó poco antes de Garganta profunda, hay registros de cortometrajes para adultos, desde el período mudo. A partir de comienzos del siglo XX, hubo cortos que hicieron del sexo su único argumento, piezas de pocos minutos, que consistían en hombres y mujeres manteniendo relaciones entre sí, sin hacer distinciones de géneros (la idea del porno segmentado para distintos públicos llegaría décadas después). Claro que se trató de un género que nació en la clandestinidad, muchas veces proyectado en clubes privados o en ámbitos por fuera del circuito tradicional. En gran medida, esto se debía a su carácter de ilegal en distintas zonas de Estados Unidos y en varias regiones de Europa.
En los sesenta, Hollywood atravesaba un momento de transición: el sistema de estudios estaba en crisis y la llegada del Nuevo Hollywood era inminente ante un público que buscaba experiencias más arriesgadas. A la par de eso, y gracias a las facilidades que permitieron la llegada de nuevas herramientas para filmar (como el formato Super 8), emergió un mercado satelital, de géneros que exploraban temáticas que Hollywood no estaba dispuesto a visitar. Y así surgieron nombres marginales que decididamente torcieron el curso de las cosas, como Herschell Gordon Lewis en el gore o Doris Wishman en los films de desnudos. Y en un plano aún más profundo, se movían cortometrajes en los que el sexo explícito era el gancho, un negocio que si bien parecía destinado a la clandestinidad, pronto tendría un auge impensado.
Linda Boreman, antes de Garganta profunda
La historia de Garganta profunda, en más de un sentido, es la historia de Linda Boreman. Nacida el 10 de enero de 1949, la joven tuvo una infancia muy difícil debido a una madre que solía golpearla como forma de castigo.
Durante su adolescencia, Boreman sufrió un grave accidente de tránsito (un episodio que trágicamente se repetiría en más de una oportunidad), que la llevó a instalarse en Florida, a curar su mandíbula rota, sus costillas fracturadas y las muchas cicatrices que quedaron en su cuerpo. En una fiesta, conoció a Chuck Traynor, el dueño de un bar, cuyos negocios eran no tanto la venta de bebidas, sino la prostitución y los shows de desnudos. Linda y Traynor comenzaron una relación, y ella se fue a vivir a su casa, para escapar de su madre; allí la vida de Linda se vio sometida a las órdenes de su pareja, tomando empleo como desnudista o prostituta. Al poco tiempo, ambos se mudaron a Nueva York, y Chuck puso a Linda a trabajar en cortometrajes para adultos. Se trataba de los llamados loops, breves escenas de sexo que se proyectaban en clubes nocturnos como separador entre cada show de strippers.
A comienzos de los setenta, se celebró una fiesta en la que Traynor y Linda conocieron a un director llamado Gerard Damiano (a quien llamaban “el Ingmar Bergman del cine porno”), y la historia de Garganta profunda dio sus primeros pasos. En una entrevista brindada para el libro El otro Hollywood, Damiano describió así el momento en el que conoció a Linda: “Me gustaría decir algo poético, como que Linda entró bella como la noche, pero no sería cierto. Linda llegó con unas botas militares, una vieja campera del ejército, y un gorro de lana hasta las cejas”. El realizador tuvo la posibilidad de ver un número en vivo de Linda, y con ella en mente, escribió en un fin de semana el guion de Garganta profunda.
Una filmación de seis días
Con poco más de veinte años, Gerard Damiano era un exitoso dueño de tres peluquerías que, además, fotografiaba y filmaba de forma amateur bodas y otros eventos sociales. A fuerza de escuchar historias íntimas en sus locales, Damiano se animó a comenzar a filmar escenas sexuales. Pronto comprendió las posibilidades que había en ese rubro, y cuando Linda y Traynor se cruzaron en su camino, consideró que producir un largometraje pornográfico era comercialmente viable. De esa manera, y bajo el pseudónimo de Jerry Gerard, Damiano puso en marcha su película, rebautizó a Linda Boreman como Linda Lovelace, e ideó una imposible trama sobre una mujer que tenía el clítoris en su garganta.
La suma que Damiano consiguió para su proyecto fue de 22 mil dólares (un número significativo para una producción de estas características). La filmación tuvo lugar en Florida, a lo largo de seis días, durante enero de 1972. El mayor gasto fue alquilar varias piezas de un hotel, en las que se realizaron los interiores de la película. Con respecto al origen de los fondos, todas las versiones apuntan a la familia Colombo, como los principales inversores: por esa época, se sabía que la mafia estaba detrás de muchos negocios vinculados al sexo, y que a través de salas y clubes de stripers se lavaba dinero proveniente de la prostitución y la venta de droga.
Como la filmación de muchos cortometrajes para adultos, la realización de Garganta profunda se llevó a cabo de un modo amateur, al igual que otras producciones de la época, que marcaron a fuego las márgenes del cine (como por ejemplo, la imprescindible Pink Flamingos). El rasgo distintivo de esta película, más allá de sus escenas explícitas, es que presentaba una historia, una serie de personajes que avanzaban en el marco de una trama que tenía un comienzo y un desenlace.
El magnetismo de Lovelace y su coprotagonista, el actor Harry Reems, era innegable. Y Damiano y su equipo consideraron que este proyecto reunía todos los ingredientes para ser algo más que una pieza clandestina sobre sexo. De ese modo, pusieron en marcha su estreno en Nueva York (un momento retratado fielmente por The Deuce, una serie disponible en HBO Max). Con el lanzamiento comercial de Garganta profunda, la intención era superar la barrera de lo prohibido, y convertir el porno en un gran negocio.
El legado de un film clave
El 12 de junio de 1972 fue la fecha elegida para el gran estreno. Bajo el título Garganta, la pieza fue anunciada en distintos medios, al tiempo que en el submundo de la pornografía había discretas expectativas con la posibilidad de un crecimiento en el negocio. Y así sucedió.
La película se convirtió en un éxito comercial, y marcó el puntapié inicial a un período que se denominó como “La era de oro de la pornografía”. Los números de taquilla hablaban por sí solos, y al año 2022, se considera que de esa inversión inicial de 22 mil dólares las ganancias fueron de 600 millones, una cifra que convierte a este film en uno de los más rentables en la historia del cine.
Por esa época, se comenzó a hablar de Garganta profunda como “porno chic”, y el público que frecuentaba el cine comercial se agolpaba en salas a descubrir una experiencia que oficializó el consumo de pornografía como algo que ya no era una práctica a escondidas (o ilegal). De esa forma se produjo una reacción esperable: el FBI llevó adelante una investigación contra los responsables de la película, señalándolos como pornógrafos y promovedores de obscenidades.
El punto cúlmine de la batalla alrededor del largometraje sucedió en 1973, cuando el gobernador de Nueva York John Lindsay prohibió su proyección. En la vereda opuesta, distintas voces no dudaron en reivindicar la importancia de Garganta profunda como un hito cultural. Norman Mailer expresó que la película “se encontraba entre el delito y el arte”, y una popular sexóloga de la época, Ruth Westheimer, aseguró que gracias a esta pieza “habían cambiado las prácticas sexuales del norteamericano promedio”. Otras personalidades de Hollywood como Jack Nicholson, Warren Beatty y Shirley McClaine, apoyaron públicamente al film. De ese modo, Garganta profunda se convirtió en el primer gran eslabón, que hizo del porno uno de los negocios más lucrativos de los vinculados al cine.
Linda Lovelace, después de Garganta profunda
Luego de la notable popularidad de su film, Damiano tuvo una breve etapa de esplendor como director, y en 1973 estrenó otro hito del cine porno: The Devil in Miss Jones. Sin embargo, en las décadas posteriores, él nunca superó la fama de esos títulos iniciales, y hasta su muerte no dejó de dar numerosas entrevistas sobre su pieza más importante.
Por su parte, el actor Harry Reems estuvo muy cerca de ir a prisión cinco años, bajo los cargos de obscenidad, un proceso que lo llevó a un momento personal muy duro, atravesado por el alcoholismo y la falta de un techo donde vivir. Eventualmente, Reems volvió a trabajar en pornografía, pero se retiró y encontró en la práctica de la fe católica un espacio que, él asegura, lo salvó a tiempo. Por último, y en lo referido a Lovelace, su vida post Garganta profunda fue mucho más compleja.
En una entrevista de 1980, la actriz declaró: “Cuando ven Garganta profunda, me están viendo ser violada. Es un crimen que la película se siga proyectando, y siempre hubo un arma apuntando contra mi cabeza”. Lovelace se refería a su novio, Chuck Traynor, a quien acusó de haberla obligado a formar parte de ese proyecto. Esas palabras abrieron un debate con respecto al rol de la actriz en el film y, con el tiempo, Traynor llegó a confesar que la golpeó en más de una oportunidad.
A lo largo de su vida, Lovelace mantuvo una relación difícil con esa pieza que la hizo tan famosa. En algunas épocas hablaba en contra, y en otras se dedicaba a firmar copias en VHS o DVD. Teniendo en cuenta sus dificultades financieras, es probable que a veces ella no tuviera más remedio que “amigarse” con ese film que tanto repudió, y eso que algunos sectores leían apresuradamente como las contradicciones de una actriz confundida, no era más que el resultado de un mal momento económico.
“Me miro al espejo, y creo que nunca me sentí tan feliz como hoy en día. No me avergüenzo de mi pasado. Y lo que la gente pueda pensar de mí, no es la realidad. Yo me veo a mí misma, y sé que soy una sobreviviente”, decía en una entrevista de 1997. En abril de 2002, la actriz sufrió un accidente de tránsito que la dejó en coma inducido durante varias semanas antes de morir.
En una entrevista, la escritora feminista Julie Bindel apuntó: “Garganta profunda es una atrocidad. Yo misma castigaría al director de esa película y pondría tras las rejas a los distribuidores, dueños de salas y a todos los que reseñaron sobre lo entretenido que resulta ver a una mujer ser violada en cámara, como si todo fuera una especie de chiste posmoderno. Y este film, no es ninguna broma”.
En muchos aspectos, esa frase sintetiza una discusión que perdura al día de hoy, y que enfrenta a sectores que apoyan la pornografía como industria contra quienes se oponen a ese negocio en el que las mujeres usualmente se llevan la peor parte. La historia sobre el éxito de Garganta profunda tiende a romantizar un negocio que nunca dejó de tener matices oscuros. Y en buena medida, fue la propia Linda Lovelace quien se animó a cuestionar una industria que le valió un impensado protagonismo en la historia del cine.
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