Gal Gadot no está sola: actrices de Hollywood que revelaron el maltrato de sus directores
Desde Judy Garland y Maria Schneider al reciente caso de Gal Gadot y Megan Fox pasando por Björk, Uma Thurman o Faye Dunaway, las historias de estrellas que sufrieron abusos y el despotismo de los directores de algunos de sus proyectos más célebres
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Gal Gadot. La protagonista de Mujer maravilla ha sido la última intérprete en romper su silencio respecto a la actitud dictatorial de algunos cineastas en los sets de rodaje. En su caso fue el controvertido Joss Whedon, responsable de La liga de la justicia, el que la intimidó en varias ocasiones cuando esta trató de opinar sobre el rumbo de su personaje en la producción. “Amenazó mi carrera. Me dijo que si discutía con él se aseguraría de que tuviera una carrera miserable”, contó en el medio israelí N12, confirmando que puso el episodio en conocimiento de los principales ejecutivos del estudio. Según publicaría The Hollywood Reporter, un testigo sostiene que el cineasta se jactaba de haber tenido una pelea con Gadot. “Le dijo que él era el guionista y que ella iba a callarse y decir sus diálogos, porque él podría hacerla parecer estúpida en la película”.
Uma Thurman. En una entrevista con The New York Times, en 2018, en la que la actriz narra cómo Harvey Weinstein la acosó sexualmente, la protagonista de películas como Pulp Fiction también relató cómo estuvo a punto de perder la vida durante el rodaje de Kill Bill. Pese a su petición de que la hiciera una especialista, Quentin Tarantino la presionó para que rodara ella misma una escena en la que conducía un coche en medio de la selva, sufriendo un fuerte accidente al chocar contra una palmera. Aunque este reconoció públicamente su error, Thurman también contó cómo el director la había escupido en la cara en una escena y la había estrangulado con unas cadenas mientras rodaban Kill Bill.
Amy Adams. Si hay un director contemporáneo que ha conseguido mantener casi impertérrito su estatus de cineasta de prestigio pese a haber demostrado en diversas ocasiones una actitud despótica es David O. Russell. Durante la producción de la celebrada Escándalo americano, el realizador se la tomó con Amy Adams, a quien menospreciaba con una insultante cotidianidad. “Me hacía llorar. Estaba realmente desolada en el set. Quiero decir, no todos los días, pero sí la mayoría. A Jennifer Lawrence (su coprotagonista en la película) no parece importarle, porque es como de teflón. Pero yo no lo soy y no me gusta ver cómo tratan mal a otras personas. La vida es más importante que hacer películas”, confesó en la edición británica de la revista GQ. Otras estrellas como George Clooney o Lily Tomlin han revelado también que trabajar con Russell fue “la peor experiencia de sus vidas” y en Internet circulan videos con los ataques de ira del director.
María Schneider. “Quería su reacción como niña, no como actriz. No quería que interpretara su humillación y su rabia, quería que la sintiera. Los gritos… ‘¡No, no!’. Después me odiaría toda su vida”. Así confesaba el cineasta Bernardo Bertolucci el origen de la violación de la actriz que perpetró ante las cámaras junto a Marlon Brando en Último tango en París, sin conocimiento, cuando María Schneider tenía 19 años. La actriz reconoció que jamás se recuperó emocionalmente de la “humillación y la violación” a la que fue sometida. Estrellas contemporáneas como Jessica Chastain cargaron contra Bertolucci en 2016, cuando su confesión se convirtió en viral.
Natalie Portman. Ganar un Premio Oscar cuesta y Portman tuvo que pagar el suyo en El cisne Negro con sangre, sudor y lágrimas. Además de perder nueve kilos de peso y someterse a jornadas de entrenamiento de hasta 16 horas, el director Darren Aronofsky cultivó la rivalidad de ésta con su coprotagonista, Mila Kunis, quien daba vida a su rival en el film. “Darren me decía, ‘Oh, Mila lo está haciendo genial. Es mucho mejor actriz que vos’. Trataba de que estuviéramos celosas la una de la otra, trataba de crear una rivalidad en la vida real entre nosotras”, contó Natalie Portman, quien ni siquiera tenía permiso para charlar con su compañera durante el rodaje.
Björk. En 2017, la cantante islandesa publicó en su cuenta de Facebook un comunicado en el que desgranaba con detalle que el controvertido director Lars Von Trier había intentado abusar sexualmente de ella, y que su negativa ante sus avances hizo que el danés convirtiera la grabación de Bailarina en la oscuridad en un infierno. Además de susurrarle propuestas al oído, Björk contó que Von Trier “intentó entrar en mi habitación por el balcón en medio de la noche con intenciones claramente sexuales, mientras su mujer estaba en la habitación de al lado”. El cineasta negó las acusaciones, aunque reconoció que el rodaje fue “una pesadilla”. La cantante no volvió a actuar, aunque en unos meses pondrá fin a una sequía de más de dos décadas con The Northman.
Tippi Hedren. Con motivo del lanzamiento de su libro de memorias publicado en 2016, la protagonista de Los pájaros aseguró que durante los seis meses que se extendió el rodaje del clásico de Alfred Hitchcock el director abusó de ella manera constante, intimidándola y prohibiendo a sus compañeros de reparto que tuvieran cualquier contacto. Tippi Hedren también narró cómo Hitchcock se abalanzó sobre ella e intentó besarla en su limusina: “Era sexual y perverso. Cuanto más me oponía a él, más agresivo se volvía”.
Judy Garland. Quien diera vida a la icónica Dorothy en El Mago de Oz fue maltratada sistemáticamente por el director de la película, Victor Fleming, y los ejecutivos de la Metro, que se aprovecharon de la falta de regulación del trabajo infantil en Hollywood para explotar a su protagonista. Además de animar a Garland a consumir anfetaminas y barbitúricos para aguantar las larguísimas jornadas de rodaje, la obligaron a llevar un ajustadísimo corsé y la sometieron a una dieta estricta compuesta de café, sopa de pollo y unos ochenta cigarrillos diarios para calmar el hambre.
Ellen Burstyn. Durante el rodaje de El exorcista, una de las películas que convirtieron en una estrella a la seis veces nominada al Oscar y en la que da vida a la madre de la niña poseída, Burstyn se produjo una lesión permanente en la columna provocada por la imprudencia del director William Friedkin quien, pese a que la actriz había avisado en la anterior escena de que el tramoyista tiraba demasiado fuerte del cable que rodeaba su estómago, instó al técnico a incrementar la fuerza “para que pareciera real”. “Billy es uno de esos directores tan dedicados a sacar la mejor toma que a veces otras consideraciones se quedan por el camino. Es un cineasta brillante y no quiero herirle, pero es cierto que me dañé la espalda y he tenido que rehabilitarla constantemente desde entonces”, contó al Huffington Post.
Shelley Duvall. Los rodajes de Stanley Kubrick son conocidos por la dureza con la que el cineasta trataba a sus actores, pero lo sufrido por la protagonista de El resplandor fue del todo inhumano. La insultaba continuamente, la obligaba a repetir cientos de veces la misma toma y, cuando a Shelley comenzó a perder mechones de cabello por el estrés, la orden del director al equipo fue explícita: “No simpatices con ella”. Hasta el propio Jack Nicholson reconocía que Kubrick se comportaba de una forma totalmente diferente con ella que con el resto. Duvall sufrió una aguda ansiedad, algunos días lloraba durante 12 horas, de la que tardaría meses en recuperarse.
Léa Seydoux y Adèle Exarchopoulos. El dúo protagonista de la celebrada La vida de Adele decidió unirse para denunciar ante los medios de comunicación los comportamientos despóticos del director de la misma, Abdellatif Kechiche. “Está atormentado”, dijo sobre él Exarchopoulos. “Es horrible”, añadió Seydoux, coincidiendo ambas en que jamás volverían a trabajar con el cineasta. Entre los episodios confesados por las actrices está el de haber tenido que rodar una escena de sexo durante diez días seguidos, sin ningún tipo de respeto o empatía por parte del realizador.
Mia Farrow. Casi tan terrorífico como la propia El bebé de Rosemary tuvo que resultar aguantar los modos de su director, Roman Polanski, por entonces una de las grandes promesas del cine internacional y que se comportó como un dictador durante toda la grabación. Farrow fue una de sus víctimas favoritas: la obligó a cruzar una avenida con tráfico real sin mirar, a repetir las escenas cientos de veces y, pese a ser vegetariana, a comer hígado crudo. El compromiso exigido fue tal que el marido de la actriz por aquel entonces, Frank Sinatra, tildó públicamente al director de “polaco inútil” y acabó divorciándose de Farrow después de que esta se negara a abandonar su trabajo en la película.
Faye Dunaway. Aunque los enfrentamientos entre Dunaway y Roman Polanski comenzaron desde el primer día de rodaje de Barrio chino, la tensión en el set escaló hasta tal punto que el director, cansado de que el pelo de la protagonista arruinara una escena, decidió entrar en el plano y arrancárselo él mismo sin ningún permiso. La actriz, que tenía una bien ganada fama de diva y despertaba muy pocas simpatías en el equipo, se vengó tirándole al cineasta un vaso lleno de orina después de que este se negara a dejarla ir al baño.
Mary Elizabeth Mastrantonio. “El abismo fue muchas cosas. Divertida de hacer no fue una de ellas”. La que fuera una de las grandes estrellas del Hollywood de los ochenta vivió una terrible experiencia en el rodaje de la película de James Cameron. Además de sufrir de estrés durante toda la grabación, las múltiples repeticiones de la escena en la que su personaje se somete a una reanimación cardiopulmonar la llevó al colapso. Mojada y medio desnuda, con las pupilas dilatadas artificialmente por exigencias del guion y siendo golpeada continuamente en el pecho, Mastrantonio decidió abandonar el set mientras le gritaba al cineasta, “¡No somos animales!”. Tan traumática fue la experiencia, que su coprotagonista, Ed Harris, juró que jamás volvería a hablar en público sobre aquellos días.
Megan Fox. La trayectoria de la intérprete en la franquicia que la dio a conocer, Transformers, acabó de manera fulminante pocos días antes del inicio de la producción de la tercera entrega. En una entrevista con un medio británico, Megan Fox no pudo ocultar su desagrado por los modos del director, Michael Bay, a quien comparó con Adolf Hitler. “Quiere ganarse una reputación de megalómano, es una pesadilla trabajar para él”, alegó. Bay y Steven Spielberg, productor de la película, la despidieron pocas horas después, pero la intérprete de Tennessee ha continuado denunciando la sexualización a la que fue sometida en su carrera sin importar las consecuencias.
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