Fundido a noir: policiales de ayer y hoy para descubrir en streaming
Ciudades decadentes, sórdidas, detectives privados marginalizados, y un malestar social creciente son algunos de los arquetipos presentes en el cine negro: acepción que vale tanto para la composición de los claroscuros que habitan en la pantalla como a nivel metafórico. Heredero natural del policial, el término para designar a un subgénero diferenciado y retorcido de historias se dio a posteriori, con la denominación de la editorial francesa Gallimard, en 1945, para su colección de série noire. El termino novelesco decantó de manera natural en los relatos donde la ambición y la perversidad hacen difusos los límites morales. El film noir supo capitalizar el desencanto que tenía la sociedad estadounidense con las políticas liberales del New Deal de Roosvelt: la recuperación económica de la Gran Depresión tardó en arrancar y el sueño americano más bien se develaba como pesadilla del sálvese quien pueda. No es casual, entonces, que el espectador suela tener el mismo grado de conocimiento sobre la trama que el detective cínico, solitario y frío: lo que se pretende no es dinero, fama o poder. ¿Qué es lo que buscan, entonces? Jack Nicholson lo dice en Barrio chino: "Quiero saber la verdad".
Pecados capitales (1995)
"No lo entiendo: tienen todo el conocimiento del mundo al alcance de la mano y se la pasan jugando al póker". Ese es el reproche del cansado detective Somerset (Morgan Freeman) a los guardias de seguridad de la Biblioteca Pública de Nueva York. David Fincher dirigió un clásico moderno en el que dos detectives tienen que detener a un psicópata que mata basándose en los siete pecados capitales. Brad Pitt interpreta al investigador Mills que, en más de un sentido, es la antítesis de Somerset. Nueva York es la ciudad de la lluvia constante: remite más al escenario decadente y cyberpunk de Blade Runner que a las postales turísticas y soleadas con las que se acostumbra a vender esa ciudad. Los giros argumentales que esconde la película no tienen que ver solo con la resolución del misterio final –que ya se convirtió en todo un ícono de la cultura cinéfila– sino con el juego de espejos invertidos que tienen los dos detectives. Somerset es sabio, culto, sobrio, arrogante, prudente y vive solo. El recién llegado Mills es temperamental, expresivo, más conversador y vive con su mujer y una mascota. El lunático que aterroriza la ciudad es Kevin Spacey: quiere demostrar que todo ha sido corrompido más allá de cualquier posible redención. Múltiples lecturas sugieren que el juego de reflejos va más allá de los dos detectives. Disponible en Netflix y Qubit
Burning (2010)
En este auge de cine coreano, varios directores ofrecieron su propio giro sobre el cine de detectives. Park Chan-wook lo hizo con Oldboy, y Bong Joon-ho con Memorias de un asesino. A Lee Chang-dong se le ocurrió releer uno de los cuentos menos populares de Haruki Murakami, "Barn Burning", y adaptarlo a una historia que sucede en Corea del Sur pero trabaja la puesta en escena como si se tratara de una historia de dos ciudades. El protagonista es un aspirante a novelista que deja volar, en más de una oportunidad, su imaginación. El relato cocina a fuego lento un misterio que tiene que ver con la mímesis y las ausencias: la desaparición de algún personaje es lo que hace que el protagonista se ponga en el rol de detective. Steven Yeun, Glenn de The Walking Dead, es el sospechoso número uno, un bon vivant con reminiscencias de Jay Gatsby, que se permite ciertos lujos de millonario "excéntrico", como quemar graneros abandonados. Como en Pecados capitales, el contraste entre la ciudad y el campo también está presente. Pero también, como en otra película de Fincher, El juego de la muerte, está presente la brecha social y la manipulación de los acontecimientos que, parece sugerir, siempre necesita de alguien dispuesto a ser engañado. Disponible en Netflix
La carta (1940)
William Wyler, uno de los directores más prolíficos del sistema de estudios de Hollywood clásico, años antes de consagrarse con Lo mejor de nuestra vida y Ben-Hur, tuvo la oportunidad de trabajar con Bette Davis. Wyler cimentó la reputación de Davis como femme fatale, uno de los arquetipos del subgénero, movidos por amor, celos, impulsos eróticos y venganza. Barbara Stanwyck en Pacto de sangre, y Kathie Moffett en Retorno al pasado, son otros grandes ejemplos de mujeres fatales. El historiador español Javier Coma decía que esos roles materializaban personajes "realistas y oníricos al mismo tiempo, representando el deseo oculto por arrojarse a los brazos del mal". En La carta, quien tiene el arma es la protagonista de la historia que, ni bien empieza la película, asesina a un hombre. Acusa defensa propia. Pero un investigador debe empezar a resolver un acertijo donde, por supuesto, nada es lo que parece. Como en La loba, el poder de Davis reside en una frialdad letal e inquietante, con un estilo de actuación que por momentos bordea el camp. La definición de Roger Ebert : "Hace que hasta sus excesos parezcan realistas". Disponible en Netflix
Blade Runner 2049 (2017)
Como Vértigo, de Alfred Hitchcock, y la película original de Ridley Scott, la secuela de Blade Runner comienza con un plano detalle de un ojo. No es lo mismo ver que mirar, y los primeros en darse cuenta de esto son los detectives. Analizar fotografías para armar las piezas que faltan en el rompecabezas, como si se tratara del fotógrafo de Blow Up de Michaelangelo Antonioni, es lo que también tiene que hacer el verdugo K. (Ryan Gosling, en un personaje que evoca, desde el nombre, al protagonista de El castillo de Kafka). Con un sobretodo que parece calcar el que usaba Humphrey Bogart en El halcón maltés, este blade runner es un replicante que tiene que resolver un caso que se trata de algo más que un milagro. Denis Villeneuve ofrece una versión más operística del universo en el que los androides sueñan con ovejas eléctricas y la femme fatale ya no es letal. Disponible en Flow
Los Ángeles al desnudo (1997)
No hace falta que una película esté filmada en blanco y negro para que ser noir. Curtis Hanson filmó con colores vibrantes esta historia de policías y ladrones en Los Ángeles, uno de los mejores exponentes del neonoir. Basada en una novela de James Ellroy, la película no solo ayudó a catapultar a Guy Pearce y Russell Crowe al estrellato: también consiguió uno de los roles más memorables para Kim Basinger, que ganó el Oscar como mejor actriz de reparto. Llena de referencias al período de oro de Hollywood, Los Ángeles al desnudo no se queda en el guiño cómplice con el espectador que sabe cómo se desenvuelven estas historias y rompe ciertas reglas de juego tradicionales. Como Ellroy, el propio autor de la novela recuerda, la película se estrenó en el Festival de Cannes: "Warner, el estudio, no quería saber nada con presentarla ahí porque el Festival suele ignorar a las películas hollywoodenses, pero el director se las ingenió para que el comité que seleccionaba las películas pudiera verla. Y la amaron". Disponible en Flow
La mujer del cuadro (1944)
Entre Pacto de sangre, de Billy Wilder (1946), y El extraño (1946), de Orson Welles, Edward G. Robinson supo construirse como una de las caras más reconocibles del cine negro. En esta historia es un profesor que se obsesiona con la figura de una mujer en un cuadro: eventualmente logra conocer en personaje a la mujer que idealiza y termina en su departamento. Una serie de eventos trágicos hace que termine envuelto en un asesinato. La policía investiga, pero el principal sospechoso se ve envuelto en una urdimbre que se revela menos sencilla de lo que aparenta. Fritz Lang, el director de Metrópolis (1927), se volvería a reunir con los protagonistas, Robinson y Joan Bennett, un año más tarde en otro gran exponente del género: Scarlet Street. Disponible en Qubit
El tercer hombre (1949)
"En Italia, durante treinta años, vivieron bajo los Borgia: tuvieron guerras, terror, asesinatos y un océano de sangre. Pero produjeron un Miguel Ángel, Leonardo da Vinci, y el Renacimiento. En Suiza tuvieron amor fraternal, quinientos años de democracia y paz, ¿y qué produjeron? El reloj cucú". La frase es del antagonista Harry Lime, un diabólico Orson Welles, cuya presencia (o ausencia) se construye la mayor parte del relato para que cada aparición suya tenga más peso y sea más interesante que la de cualquier otro personaje. La película parece sugerir que muchas veces los villanos son más llamativos que los héroes: a Welles le bastó una semana de rodaje bajo la dirección de Carol Reed para lograr uno de sus roles más memorables. Considerada una de las mejores películas de la historia, es recordada también por la cantidad de ángulos aberrantes (William Wyler se "burló" de su colega, Reed, y dijo que iba a enseñarle cómo hacer un plano), la música de cítara, y el escape entre los túneles de la Viena de posguerra. Disponible en Qubit.
Barrio chino (1972)
Una frase popular en inglés afirma que la ignorancia es una bendición. La mayor parte de los detectives del cine negro aprenden, sí, pero demasiado tarde y el conocimiento les trae una miseria mayor. Aquí, Jack Nicholson es Jake Gittes, el investigador privado que se encuentra con una viuda para resolver un caso, en apariencia, simple. La acción se desenvuelve en Los Ángeles e involucra un plan que el espectador puede ir resolviendo a la par del protagonista. La femme fatale es Faye Dunaway en uno de sus mejores roles: su personaje tiene un defecto en el iris que simboliza el secreto perturbador que esconde. El guión de Robert Towne enfrenta al antihéroe, que esconde un pasado de frustraciones en el Barrio Chino, contra Noah Cross: no es casual el nombre ni el actor que interpreta a ese personaje. John Huston, el exboxeador de aspecto rústico y voz grave, dirigió, entre muchos otros clásicos, El halcón maltés, considerada el mejor exponente del subgénero. Roman Polanski construye una ciudad tan miserable y desencantada que ni siquiera un detective cínico puede comprender la ambición desmedida del villano. "¿Cuánto mejor se puede comer? ¿Qué puede comprar que ya no tenga?" le pregunta el detective incrédulo al político Cross. La respuesta es, como tantos otros diálogos de la película, memorable: "El futuro, señor Gittes. El futuro". Disponible en Flow
Memento (2000)
"Recuerda a Sammy Jankis: no creas en sus mentiras" dice una de las fotografías que usa el protagonista de una de las primeras películas de Christopher Nolan. Como solía ser marca registrada del director inglés, el relato está fragmentado en un juego constante de analepsis y prolepsis. Se comprende que el investigador no tiene memoria a corto plazo: apenas recuerda el crimen que derivó en su estado de amnesia anterógrada. Para desenvolverse se vale solo de indicios, símbolos e íconos en forma de fotografías instantáneas, tatuajes y anotaciones. Pero Nolan parece sugerir que depender de las imágenes no es la mejor ni la más confiable de las apuestas. Disponible en Flow
Minority Report: Sentencia previa (2002)
Tom Cruise es el policía estrella que trabaja como si fuera un editor audiovisual. Se repite el motivo constante del cine negro que trabaja la idea de la manipulación y la tragedia de las imágenes, donde lo que vemos es lo que nos mira. En este caso, el problema surge con el sistema PreCrime, que revela asesinatos antes de que se produzcan. Las cuestiones filosóficas de Derecho quedan relegadas a un segundo plano porque, se supone, el producto funciona… hasta que el próximo criminal en potencia resulta ser el mismísimo policía. Steven Spielberg plasmó la incertidumbre y el miedo latente en la sociedad estadounidense luego del 11 de septiembre en una fábula que adapta otro cuento de Philip K. Dick. Adelantándose a la remake de La guerra de los mundos y Munich, en esta historia no abundan los colores y cada vez es más difícil separar a tiempo a los buenos de los malos. A priori, Tom Cruise es el héroe inocente, Colin Farrell es el antagonista y el legendario Max von Sydow es quien trata de solucionar el caos. Disponible en Flow
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