Fin de una saga que quedará en la historia
"El señor de los anillos: el retorno del rey" ("`The Lord of the Rings: The Return of the King", Estados Unidos/2003). Dirección: Peter Jackson. Con Elijah Wood, Ian McKellen, Viggo Mortensen, Liv Tyler, Sean Astin, Cate Blanchett, John Rhys-Davies, Bernard Hill, Billy Boyd, Dominic Monaghan, Orlando Bloom, Hugo Weaving, Miranda Otto, David Wenham, Andy Serkis, Ian Holm y Sean Bean. Guión: Fran Walsh, Philippa Boyens y Peter Jackson, basado en el libro de J.R.R. Tolkien. Fotografía: Andrew Lesnie. Edición: Jamie Selkirk y Annie Collins. Música: Howard Shore. Diseño de producción: Grant Major. Producción de New Line Cinema presentada por Warner Bros. Duración: 200 minutos. Para mayores de 13 años.
Nuestra opinión: excelente
Con "El retorno del rey", la última parte de la trilogía de "El señor de los anillos", el neozelandés Peter Jackson concluye una épica de aventuras que ya tiene reservado un lugar en la historia del cine junto con sagas modernas como "El padrino" y "La guerra de las galaxias" o -yendo bastante más atrás en el tiempo-, las legendarias superproducciones de pioneros como D. W. Griffith, Sergei Eisenstein o Fritz Lang.
Jackson logró con esta monumental empresa transponer el clásico de 1000 páginas escrito por J. R. R. Tolkien y seducir al gran público y a los puristas que lo adoran, producir la película casi íntegramente en su país natal, conseguir 300 millones de dólares para financiarla, invertir siete años de su vida en concretarla, generar con su compañía los más sofisticados efectos visuales que se hayan visto hasta la fecha en pantalla y, finalmente, recaudar más de 3000 millones de dólares sin por eso realizar la más mínima concesión demagógica ni resignar absolutamente nada en materia de producción, metraje o decisiones artísticas.
Aunque coproducida y lanzada desde Hollywood, "El señor de los anillos" -que es una sola película de nueve horas antes que tres subproductos de una saga como, por ejemplo, el caso de "Matrix"-, resulta una contundente demostración de que es posible construir una obra de arte prodigiosa desde lo visual, entretenida en términos de llegada popular, inteligente en su tratamiento temático, potente en su carnadura dramática, y plena de lirismo y de logradas aspiraciones literarias sin someterse a los dictados de una maquinaria que sólo entiende de leyes de marketing y productos prefabricados.
A "El retorno del rey", una tercera entrega que supera en espectacularidad y emoción a las dos producciones anteriores gracias al crescendo ideado por su realizador, se le puede encontrar varios reparos: que la grandilocuente batalla final se extiende un poco más de lo debido, que en algunos pasajes el montaje resulta algo confuso, que la sucesión de falsos finales dilatan y enfrían demasiado la resolución, que el romance entre el guerrero Aragorn (Viggo Mortensen) y Arwen (Liv Tyler), la elfa que renuncia a su inmortalidad por amor, nunca funciona, que los personajes femeninos -con la excepción de Eowyn (Miranda Otto)- no tienen el más mínimo sustento ni interés...
Pero los logros de "El retorno del rey" en todos los rubros son tan poderosos, tan subyugantes, que hasta sus propias carencias quedan absolutamente minimizadas y relativizadas. La categoría y la prestancia de su elenco, el sólido manejo de las tres principales subtramas (el viaje de los pequeños hobbits Frodo y Sam hacia el Monte del Destino para destruir el devastador anillo, el sitio a la ciudad de Minas Tirith por parte del ejército de monstruosos orcos que responden al Señor Oscuro Sauron, y la heroica resistencia de Aragorn, como parte de su inevitable camino al reinado de Gondor, sustentada también en la sabiduría impar del Gandalf encarnado por el gran Ian McKellen), la majestuosidad de los paisajes neozelandeses, la impresionante reconstrucción de la Tierra Media conseguida gracias al diseño y la tecnología digital, el climax de una batalla en la que aparecen desde elefantes gigantes hasta dragones voladores, y la cohesión entre tres películas que -sabiamente- Jackson decidió filmar juntas y luego posproducir por separado son sólo algunos de los atributos que hacen de esta tercera entrega un cierre brillante.
Historia cargada de mitología sobre la tentación y el sacrificio, sobre las fuerzas del destino y la tolerancia, sobre la amistad en estado puro y la relación padre-hijo, "El señor de los anillos" quedará como uno de los proyectos más ambiciosos que se haya propuesto el cine en su ya más de un siglo de historia. También, como uno de los más nobles, poéticos e imaginativos dentro de lo que se conoce como producción a gran escala. Una saga destinada a perdurar en el tiempo y en la memoria. Como ocurre con los grandes hitos en la historia del arte.
Por Diego Batlle
Para LA NACION