Empieza el Festival Internacional de Buenos Aires: cuáles son sus imperdibles
La propuesta de Mariano Pensotti implica el kilómetro cero de esta nueva edición de un festival de verano en el que conviven obras internacionales y locales que indagan distintos lenguajes artísticos
Hoy se inicia una nueva edición del Festival Internacional de Buenos Aires (FIBA), que propondrá más de 530 espectáculos y actividades que se desparramarán por 115 lugares de la ciudad, en un entramado de propuestas de danza, teatro, artes visuales y música tanto extranjeras como locales. El kilómetro cero de este encuentro organizado por el Ministerio de Cultura porteño estará dado por el estreno de una película con elementos performáticos de Mariano Pensotti y el Grupo Marea. Se trata del mismo equipo creativo que, en 2005 y también en el marco del FIBA, había tomado el Pasaje Rivarola con nueve situaciones en simultáneo que tuvo un largo recorrido internacional, que fue de Vancouver, Canadá, a Yokohama, Japón. Luego hicieron Interiores, que tuvo lugar en distintos departamentos y hasta en la terraza de un edificio en Once, y el año pasado estrenaron en Europa Diamante, otra megaproducción, que por ahora no veremos en Buenos Aires.
El director y autor de El pasado es un animal grotesco vuelve al FIBA con una propuesta que parte de su idea de reflexionar sobre el conflicto de diciembre de 2001 con la foto de un helicóptero llevándose a un presidente desde la terraza de la Casa Rosada (la misma huella que indaga Juan Pablo Gómez en Recorte de Juan Cárdenas cayendo, que también forma parte del FIBA). Imaginó a un falso De la Rúa que se anima a pedir disculpas ("lo mínimo que debería haber dicho", apunta). Esa idea no prosperó del todo. En paralelo, tuvo varias charlas con la escenógrafa Mariana Tirantte (otra pata fundante de este grupo, como lo son el músico Diego Vainer y la productora Florencia Wasser) sobre el tipo de público de las obras de teatro, sobre qué les pasa cuando salen de la sala por fuera de toda intención biodramática o sociológica.
El resultado de esas indagaciones en paralelo es una película con acciones performáticas hecha por actores íntimamente vinculados con la escena independiente que hacen de público de una obra de teatro sobre ese falso De la Rúa. Esa obra, el público de El público no la verá. En cambio, sí verá once tramas, once cortometrajes, de esos once espectadores que la noche anterior vieron una obra en el Teatro Metropolitan Sura que remite a cuando la avenida Corrientes era un campo de batalla y cacerolazos. Hay que reconocer que en esta nueva propuesta que se presentará hasta el sábado de la semana próxima cuenta con un elenco de un nivel exquisito: Luis Ziembrowski, Agustina Muñoz, Javier Drolas, Lisandro Rodríguez, Diego Velázquez, Juan Minujín, Guillermo Arengo, Patricio Aramburu, Marcelo Mariño, Susana Pampín, Lorena Vega, Horacio Acosta, Walter Jakob, Pablo Lugones, Pilar Gamboa, Julián Larquier, Vanesa Maja y Gaby Ferrero, entre tantos otros.
El armado de todo esto no fue fácil. En verdad, todos los proyectos del Grupo Marea rompen con las formas más tradicionales de la producción escénica. "Cada proyecto tiene la impronta de lo imposible –reconoce Pensotti–. Hay algo de lo épico que nos atrae. Cuando se nos ocurren las ideas parecen ridículamente estúpidas, como contar historias de once espectadores que van a ver una obra de teatro. Pero eso simple luego muta hacia una bola gigante que necesitó de la ayuda de muchos amigos y de la coproducción del FIBA".
La información de las obras en la página del festival es un tanto escueta. Por eso el mismo creador de este complejo mecanismo explica lo complejo que alguna vez fue simple. "El espectador podrá ir a dos cines: a la Lugones, del Teatro San Martín, o a las dos salas del Cultural San Martín. Ahí verán ocho historias de esos espectadores. Una vez finalizado, el público saldrá a la calle y, siguiendo unos carteles, se topará con unos músicos que tocan la misma melodía del último cortometraje. Los espectadores de la Lugones y del Cultural se encontrarán en la esquina de Montevideo y Corrientes y, como si fuera una gran manifestación de 400 espectadores, irán hasta el Metropolitan guiados por los músicos. Ahí subirán a la sala y van a terminar sentados en la misma platea que fue filmada para la primera escena de El público con esos actores haciendo de espectadores y verán los últimos tres cortometrajes. Si todo nos sale bien –dice entre risas–, en la escena final vamos a superponer imágenes en vivo de esa platea. La idea troncal remite a la constante pregunta de qué sucede cuando el público se convierte en protagonista. Esas 400 personas caminando por Corrientes, vistas por los que circulen por la avenida, tiene algo de una manifestación. También pienso en este proceso en términos sociales y políticos. Por eso tomamos como disparador la escena de diciembre de 2001 en la que los espectadores de esa realidad adquirieron un rol de protagonistas".
El público tiene algo de trabajo de capas, de citas. Un falso público y uno real sentado en las mismas butacas de un mismo teatro; una historia (la primera) que remite a un trabajo icónico del grupo La Organización Negra, de fines de los ochenta; la decisión de volver a utilizar al Pasaje Rivarola como el mismo grupo lo había hecho en 2005; la presencia de varios actores que son verdaderas citas al teatro independiente, como el mismo paisaje de la avenida Corrientes transitado por la ficción y por los espectadores de esa ficción. "Sé que puede sonar horrible –reconoce cuando escucha la enumeración–, pero este trabajo tiene algo de gran homenaje al teatro alternativo. La elección de los actores no es casual y cada uno es una especie de emblema de determinadas poéticas de los últimos años. También quisimos que algunos lugares que transitan los personajes fueran los mismos que transita o ve a lo lejos el público. Por eso la sacamos del Abasto, centro del teatro independiente, y apostamos a Corrientes, centro emblemático de la cultura de la ciudad por sus cines, sus librerías, sus teatros".
Las distintas ediciones del FIBA también tienen algo de encuentro de diversas poéticas. La apertura de esta nueva edición, que dirige artísticamente Federico Irazábal, tendrá otro mojón de apertura en el casco histórico. En la década del 80, San Telmo era epicentro de las salas alternativas. Pero ya desde hace varios años toda esa movida se trasladó al parámetro Almagro/Villa Crespo. En ese marco urbano vinculado con el turismo, tendrá lugar algo así como un ataque ochentoso con canciones de esa época y lentos en la voz de Regia Federala y la musicalización de Carla Crespo, los boleros del grupo Los Amados en los balcones del Museo de la Ciudad y diversas acciones performáticas dirigidas por la coreógrafa Aymará Abramovich. Eso será desde las 22 en la calle Defensa entre Alsina y Moreno.
Como tantos otros creadores escénicos locales, Mariano Pensotti también es público habitual del FIBA. Así como en El público hay once espectadores que recuerdan la obra que vieron ayer, de la larga historia de este festival, creado en 1997, él recuerda haber visto por primera vez un montaje de Peter Brook, The Man Who (1999); una versión de Un enemigo del pueblo, de Thomas Ostermeier (2013), que poco tiene que ver con su propia búsqueda, pero que lo impactó; a Körper (2001), de Sasha Waltz, y Les Ephémères (2007), aquella maravillosa historia dirigida por Ariane Mnouchkine. Salvo el montaje de Brook, se trata de producciones con grandes maquinarias escenotécnicas y numerosos elencos que por motivos económicos y/o curatoriales ya no son de la partida del festival.
Durante su primera década de vida, uno de los criterios del FIBA fue traer a los grandes directores y grupos de la escena que no habían pasado por la ciudad junto a figuras más emergentes. Las entradas se agotaban apenas salían a la venta. El festival modificaba la agenda de los creadores locales mientras unos cien mil espectadores participaban del mayor encuentro escénico del país. Pero desde 2013 el FIBA fue perdiendo público (de 74.000 pasó a 50.000 en 2017). El año pasado cambió su fecha (de septiembre/octubre a enero/febrero), acortó su duración (17 días a 12) y absorbió a Ciudanza, el festival de propuestas coreográficas en espacios urbanos. Así logró revertir la tendencia en baja y alcanzó los 180.000 espectadores. Claro que el 78 por ciento lo aportó Maratón Abasto, la propuesta multidisciplinaria que durante dos días copó el epicentro del teatro alternativo porteño.
Esa movida, que este año cerrará el FIBA, fue el gesto más rotundo de un festival internacional que mutaba al formato de festival de verano dejando en un segundo plano la oferta extranjera. Si en el primer encuentro esa franja estuvo compuesta por 25 propuestas, la del año pasado contó con nueve, el número más bajo en su historia. Para este año serán 14. Vienen montajes muy diversos de Alemania, Brasil, Francia, India, Uruguay, Escocia, Italia, Suiza, España, Chile, Canadá y Colombia, regidos por cuatro conceptos curatoriales: género, ambiente, accesibilidad y tecnología.
Más allá de los trabajos en salas, la programación de experiencias performáticas en espacios no tradicionales es algo troncal que rescata aquella línea curatorial que transitó el Festival Latinoamericano de Córdoba en los noventa. Juan Coulasso volverá a desplegar sus mundos poéticos en el cementerio de la Chacarita; Proyecto Cúpulas se trasladará a la Torre de los Ingleses; la Casa del Teatro será el ámbito en donde despliegue sus historias Casa Bombón; Lisandro Rodríguez volverá a oficiar de motoperformer recorriendo distintas calles de la ciudad; Dennis Smith hará Negra en el local de OCA frente al Obelisco, y la directora Julie Beauvais presentará Orlando, una experiencia que combina ópera, movimiento consciente, video, instalación, arquitectura y música en vivo en la Plaza Brasil, al lado de la Facultad de Derecho, bien entrada la noche. Y, claro, Ciudanza y la fiesta de Maratón Abasto como cierre para el sábado de la semana próxima, cuando concluya esta nueva edición del Festival Internacional de Buenos Aires.
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