Festival de Toronto: ovación para la película de apertura, una "continuación" de Corazón valiente de Netflix
TORONTO.- En sus cuatro décadas de vida y sobre todo a partir de su consolidación como el "festival de festivales", Toronto tiene una identidad indiscutida y única en el gran calendario cinematográfico anual. La gigantesca muestra canadiense (TIFF 2018) ha logrado como ninguna otra la convivencia perfecta entre las apuestas más arriesgadas de los grandes estudios de Hollywood , los proyectos personales de mayor compromiso de las estrellas, las obras de autor en su expresión más amplia, las nuevas corrientes y las miradas experimentales.
Si a todo esto le agregamos la habilidad que tienen sus laboriosos programadores para que esta inmensa oferta fílmica responda cada año al pulso de los grandes debates políticos y sociales el resultado siempre será el mismo: Toronto es la capital del mundo a los efectos cinematográficos durante diez días al año. Esa astucia suma este año un nuevo elemento: la presencia de Netflix como nuevo actor protagónico de proyectos a gran escala que en algunos casos bien notorios (programados por supuesto aquí, algunos en carácter de estreno mundial) tienen como objetivo de máxima llegar al reparto de candidaturas del Oscar . Y como bien sabemos, Toronto es además de todo lo dicho el virtual punto de partida de la carrera por los premios de la industria, aunque Venecia parece dispuesta este año a disputarle ese cetro.
Vista desde este contexto, la elección de The Outlaw King como película de apertura del TIFF 2018 tiene lógica absoluta. La nueva película del talentoso guionista y director David Mackenzie (El joven Adam, Sin nada que perder) es uno de los títulos más ambiciosos de la producción original de Netflix por su escala de producción y porque parece concebida para ser vista en la pantalla más grande posible como la que se inauguró anoche, de colosales dimensiones, en el Roy Thomson Hall, auditorio elegido para la gala de apertura. El despliegue visual del film, con majestuosas imágenes de la geografía escocesa y grandes batallas medievales, aparece casi incompatible con las dimensiones de una pantalla de TV, destino inevitable de la programación del gigante del streaming .
Concebida como una suerte de continuación de Corazón valiente, The Outlaw King narra la lucha encarnizada y casi siempre desigual que llevan adelante Robert The Bruce (sucesor de William Wallace) y sus contados seguidores para terminar con la ocupación inglesa en Escocia y recuperar la independencia del territorio durante el siglo XII. Narrada con vigor y clasicismo, la película confía por un lado en sus genuinos y potentes recursos visuales (hay numerosas escenas de sangrientas batallas, además de vistosos rituales y ceremonias), mientras por otro la presencia de cinco guionistas deja a la vista las dificultades para escapar a cierto previsible esquematismo en la evolución del relato. A Chris Pine , que vuelve a trabajar con Mackenzie después de la excelente Nada que perder, parece quedarle un poco grande el papel protagónico. En la inevitable comparación con Corazón valiente, Mel Gibson lo supera claramente en magnetismo y presencia cinematográfica. De todas maneras, la película se ganó una ovación al término de la gala y será aprovechada seguramente como bandera de la identidad nacional escocesa por un buen tiempo. Además, es posible que esta película funcione para futuros planes de turismo cinematográfico en Escocia del mismo modo en que lo hizo El señor de los anillos para Nueva Zelanda.
Más allá de la película inaugural, la primera jornada de Toronto ofreció la clásica dificultad de todos los años para el ejército de representantes de la industria y de la prensa internacional: cómo organizarse frente a un infinito mapa de proyecciones imperdibles que suelen superponerse. Este jueves había que elegir entre las últimas películas de Olivier Assayas, Matteo Garrone, Paolo Sorrentino (la extraordinaria Loro, un retrato de abrumadora belleza visual y poderoso aliento político sobre los tiempos de Silvio Berlusconi), Nuri Blige Ceylan, Hong Sang Soo, Sergei Losnitza y Carlos Reygadas.
A la vez, gracias en buena medida al compromiso de Diana Sánchez, la talentosa programadora de TIFF para Iberoamérica, el cine argentino logró este año para buena parte de su presencia horarios y días preferenciales, sobre todo entre la apertura y el primer fin de semana, momento de mayor interés, atención y presencia de distribuidores, compradores y vendedores de todo el mundo. Ayer tuvieron funciones a sala llena en el complejo Scotiabank El ángel, La quietud, Todos lo saben y mañana ocurrirá lo mismo con Acusada.
También tuvo su primera función con público y a sala llena en una de las salas más amplias de TIFF 2018 Sueño Florianópolis, una nueva incursión de Ana Katz en el terreno de la comedia agridulce, llena de agudas observaciones sobre el universo femenino, las neurosis, los vínculos afectivos y las expectativas frustradas. Con una excepcional Mercedes Morán al frente del sólido elenco, Katz aprovecha a la perfección las posibilidades que ofrece la coproducción entre la Argentina y Brasil para mostrar a un matrimonio en proceso de disolución en viaje de vacaciones con sus hijos adolescentes al país vecino en plena década del 90. La película llegó hasta aquí con el bien ganado antecedente de dos premios en Karlovy Vary (a la película y a Morán como mejor actriz) y ya tiene un lugar ganado entre los próximos grandes estrenos de la producción nacional.
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