Festival de Toronto: balance, rumores de Oscar y preguntas con final incierto
Toda la industria del cine toma nota en estas horas de lo que acaba de pasar en el Festival de Cine de Toronto (TIFF 2020). Este domingo se cerró con el mismo perfil virtual que tuvo en sus diez días la cita que el mundo observa todos los años como el puntapié inicial de la temporada alta de premios o, si se quiere, el comienzo mismo de un nuevo año.
En el año del Covid-19, Toronto se adaptó a su manera a un panorama que alteró perspectivas y forzó cambios de fondo. La decisión de postergar la entrega del Oscar hasta fines de abril no impidió que este año algunos de los títulos clave estrenados en TIFF 2020 vuelvan a verse como tempranos posibles protagonistas de la carrera por los galardones y, por extensión, por la ocupación de lugares de relevancia en las pantallas de 2020.
Pero las características del festival (que compartió fechas y títulos con otra muestra importante, Venecia) y la necesidad de adaptarse por primera vez a las reglas de una emergencia sanitaria global llevaron a que todos terminen planteándose la misma pregunta: ¿qué pantallas serán las más importantes el año que viene? Y llevando el interrogante más lejos,¿qué pantallas al fin y al cabo tendremos para el cine que empieza a mostrarse en estos días?
La respuesta no puede demorarse. El regreso a la normalidad en los cines va para largo y sus víctimas no son solamente esos tanques que postergan sus estrenos una y otra vez y en muchos casos ya piensan directamente en llegar el año que viene. Películas de menor escala, más cercanas a la producción independiente y del cine de autor que suelen ser las atracciones máximas de estos festivales, no pueden darse el lujo de esperar tanto. Y en festivales reducidos a la mínima expresión como el de Toronto, que pasó de 333 títulos en 2019 a apenas 50 este año, el crucial movimiento del mercado se redujo en la misma proporción.
Pero se mantuvo un cierto nivel de expectativas. Y allí fue donde aparecieron las plataformas de streaming. One Night in Miami, la película de Regina King (Watchmen) presentada en Toronto (también en Venecia) de la que más se habló a propósito de su futuro como protagonista de la próxima temporada de premios llegará al mundo a través de Amazon Prime Video. Y Netflix, mientras tanto, ya se aseguró Pieces of a Woman, cuya protagonista femenina (Vanessa Kirby) no paró de recibir elogios en el festival canadiense después de llevarse el premio a mejor actriz en Venecia.
De los títulos fuertes vistos en TIFF solo Nomadland (a la vez ganadora del León de Oro en el festival italiano) tiene por ahora garantizado su estreno en primer lugar en los cines. Con Frances McDormand como protagonista y testigo de un viaje revelador a través de las rutas estadounidenses al descubrimiento de una cultura casi desconocida (grupos, familias y personas que se desplazan sin lugar fijo de residencia, a imagen y semejanza de las tribus nómades), la película será estrenada por Disney también en los cines locales con la marca de estudio de cine independiente (Searchlight) que antes pertenecía a 20th Century Fox.
Las otras dos películas también empiezan a sonar cada vez más fuerte. One Night in Miami tiene a favor una aparición en el mejor momento y el mejor lugar para plantear sus reivindicaciones, que son las mismas que vienen expresando la Academia de Hollywood (y algunas de las entidades más representativas de la industria) en favor de la inclusión y la diversidad. El debut como directora de la actriz Regina King expone estas cuestiones al gusto de la corrección política actual siempre de modo elocuente, como si no hubiese dudas alrededor de su propósito, y se apoya en una catarata de palabras deliberadamente cargadas de sentido y declamadas en un escenario de teatro filmado, del que su directora no sabe, no puede o no quiere escapar. La excusa es el interminable encuentro en plena década del 60 bajo el mismo techo de un cuarto de hotel entre Malcolm X, Muhammad Alí, Sam Cooke y la estrella de fútbol americano (luego astro del cine blaxploitation) Jim Brown.
Kirby (The Crown), en tanto, impone su personalidad en el dificilísimo papel de una mujer enfrentada a una tragedia durante el tiempo en que espera a su primer hijo. En Pieces of a Woman, su primera película en inglés, el húngaro Kornel Mundruczó expone tan delicada cuestión mostrando cuán capaz es de manipular las emociones y escaparle a las sutilezas mientras envuelve las situaciones más sensibles con un virtuoso manejo de la cámara.
Otros rostros conocidos asoman con sus nuevas películas en una carrera por los premios que todavía se mantiene en una cierta nebulosa. Allí aparecen Saoirse Ronan y Kate Winslet, protagonistas de un romance lésbico de época en Ammonite, de Frances Lee, y Anthony Hopkins, explorando las zonas oscuras de la conciencia de un hombre anciano en The Father, la obra teatral de Florian Zeller (estrenada en la Argentina como El padre, con Pepe Soriano), dirigida por el propio dramaturgo en su debut cinematográfico.
Esa lista incluye también a una rareza como Concrete Cowboy, de Ricky Straub, con el siempre confiable Idris Elba como un padre que trata de reconciliarse con su hijo en un escenario atípico de la vida real: es uno de los "vaqueros urbanos" que viven con sus caballos en los establos de Fletcher Street, una de las zonas más degradadas de los alrededores de Filadelfia, habitada por afroamericanos.
Y también a Mark Wahlberg en Good Joe Bell, otra historia tomada de la realidad. Es un hombre que recorre los Estados Unidos a pie brindando conferencias inspiradoras contra el bullying sufrido en carne propia por su hijo gay. La película es un compendio de clisés, golpes bajos, secuencias aleccionadoras y elementales bajadas de línea sobre un tema que no merece ni podría justificar un trato tan pueril y una prédica moralizadora tan superficial, pero aún así es muy posible que la película y su protagonista encuentren un lugar en la próxima temporada de premios. Será por la sensibilidad que sigue provocando el tema y no por sus casi nulos méritos cinematográficos.
Al mismo tiempo, tal vez veamos en la temporada de premios que viene la aparición constante de varios títulos llegados desde distintos países. Como la polaca Never Gonna Snow Again, con una suerte de masajista "sanador" en medio de una comunidad cerrada de clase alta en un barrio cerrado próximo a Varsovia; la británica Limbo, brillante tragicomedia sobre la espera interminable de un grupo de asilados políticos del Tercer Mundo en un lejanísimo y hostil paraje escocés, y la danesa Another Round, una de las mejores películas de Tomas Vinterberg (La celebración), con el gran Mads Mikkelsen como un aburrido docente secundario que encuentra en el alcohol un aliciente experimental para mejorar su vida.
Otro punto alto, como siempre en TIFF, son los documentales. Una vez más brilló en este terreno el arte superior de Frederic Wiseman, que en las cuatro horas y media de City Hall (película que integra la programación actual delFestival Internacional de Cine Documental de Buenos Aires) observa el funcionamiento del sistema democrático estadounidense a través del cristal de una ciudad, Boston, y la relación entre sus instituciones y la comunidad. También merece verse MK/FBI, una pintura precisa de cómo la agencia federal liderada por J. Edgar Hoover investigó la vida pública y privada de Martin Luther King, con un excepcional aprovechamiento del material de archivo.
Hasta las producciones más fallidas dejan su huella en su paso por TIFF. Es el caso de I Am Greta, una crónica celebratoria de las acciones de la adolescente sueca Greta Thunberg, reconocida activista de las causas ecológicas y de la lucha global contra el cambio climático, que deja una pregunta inquietante: ¿cómo hubiesen sido las cosas sin la irresponsable presión que parece soportar todo el tiempo una chica de 15 años llevada a protagonizar situaciones que claramente la superan? La presencia constante detrás de escena de un padre muy activo y el gesto contenido de Greta, siempre a punto de estallar, lo dicen todo.
Entre todos los festivales de cine más importantes del mundo, Toronto es probablemente el único capaz de lograr bajo un mismo techo y sin necesidad de acciones competitivas la convivencia entre películas grandes con estrellas que todo el mundo quiere ver y aquellos títulos más independientes y hasta experimentales que son propios de los festivales más cinéfilos. También es el único que logra despertar el genuino interés de un público inquieto, amplio y bien dispuesto por un amplio rango de películas pequeñas, independientes y con marca de autor. Algo que se parece bastante, salvando las distancias, a lo que ocurre aquí cada año con el Bafici.
A un festival de las características de TIFF la pandemia le provoca daños indelebles. El distanciamiento social aleja al público de los autores de las películas, reduce el alcance de los acuerdos que favorecen la llegada de esas obras a distintos lugares del mundo y limita al máximo las posibilidades de que el mejor cine disponible en este momento pueda verse como se merece: en pantalla grande frente a una audiencia dispuesta a compartir esa experiencia.
Este año, salvo algunas funciones presenciales realizadas en autocines, lugares abiertos o salas con capacidad reducida al máximo, toda la programación llegó a los hogares de los representantes de la industria (compradores y distribuidores, sobre todo), de la prensa especializada y del público de manera virtual. TIFF, el "festival de festivales", tuvo en su versión 2020 un formato muy reducido, con figuras que en vez de sacarse fotos con los fans en la alfombra roja saludaban desde sus propias casas. Las lecciones que deja este primer ejemplo de adaptación a una "nueva normalidad" de la que no se tiene registro deja un inventario abierto para el futuro próximo. Y unas cuantas preguntas con respuesta todavía incierta.
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