Fernando Salem: "Lo femenino es como un mar frente a la Pelopincho de lo masculino"
"El cine es un dispositivo con una pantalla enorme y un montón de butacas al servicio de la gente". Fernando Salem dice esto en un bar de Palermo muy poco palermitano. Esta mañana, para estar más presentable para las fotos, se planchó la camisa azul mientras escuchaba radio AM. Este jueves estrena su segunda película. Se llama La muerte no existe, el amor tampocoy está basada en la novela Agosto, de Romina Paula; y cuenta con música compuesta por Santiago Motorizado. Le demandó cuatro años de trabajo. No se queja. Él mismo le hace la prensa porque así lo siente.
Mañana la presentará en el Gaumont. El sábado, en el Malba. Luego se irá de gira por el país para cumplir el mismo ritual. Es, definitivamente, su nuevo chiche que llega pocos días después de Reyes. O, como dirá durante la charla, su circo. "Y como soy el payaso estaré en todas las funciones del Malba. ¿Qué otra cosa tengo para hacer un sábado a las 21? ¿Quedarme en casa mirando Netflix? Ni ahí. Uno se mueve hasta un cine para, por un rato, ser Marlon Brando o George Clooney. Para que te caguen a tiros o para ser un superhéroe. Uno paga para desplegar esa ilusión. Pero en las películas de cine argentino todo eso no da... Nuestro deber es contar historias movilizantes. En este caso te cuento la historia de una mina que se vuelve al Sur para encontrarse con su amiga muerta mientras vive una historia de amor que, tal vez, sea parecida a la tuya. Y con todo eso, con suerte, ponete a pensar si sos feliz o no. Algo así...", suelta sin darle muchas vueltas el creador de las series animadas La asombrosa excursión de Zamba, Siesta Z y Petit.
Su película anterior, o su otro circo, le llevó nueve años montarlo. Se llamó Cómo funcionan casi todas las cosas. Como la que se estrena comercialmente ahora pasó por el Festival de Mar del Plata y en el Malba se proyectó por 14 meses de manera ininterrumpida antes de ser adquirida por Netflix. Mientras estaba dándole forma a esa película su coguionista, Esteban Garelli, le habló de la novela de Romina Paula, la premiada actriz, directora y escritora. Allí había respuestas a preguntas que se estaban haciendo aquellos personajes.
Con el tiempo quiso conocerla. Unos amigos le hicieron el contacto. Así fue como se juntó en su casa en donde le propuso llevar al cine su novela en medio de una charla que él percibió como un tanto distante. "Yo la admiro un montón, recién cuando fue a ver Cómo funcionan... me dio el ok", recuerda. Ella, en otro segundo encuentro, le dijo: "Fer, hacé lo que quieras con el texto". Eso fue vértigo. Por un lado se topó con el desafío de resolver una historia de amor, que sentía como más propia; y, en paralelo, con la historia de dos amigas adolescentes. Para alguien formado en un colegio de curas indagar esos pliegues de lo sensible le resultaba un tanto ajeno. Confiesa que las actrices Antonella Saldicco y Justina Bustos [las dos amigas de la ficción] lo ayudaron a riesgo de quedar él como un tipo que no sabía lo que quería. "Lo femenino es como un mar frente a la Pelopincho de lo masculino", apunta con cierta fascinación por eso que percibe como ajeno pero que, en sus dos películas, hace propio con una sensibilidad arrasadora.
Cuando le propuso a Romina cambiarle el nombre al relato de esas 167 páginas del libro, ella no presentó ninguna objeción. Así fue como Agosto mutó, en su versión cinematográfica, a un título más radical: La muerte no existe y el amor tampoco. Así de simple, así de contundente, así de nietzscheano.
"Romina es una tipa mucho más aplomada que yo. Durante todo el proceso me condujo y yo, de alguna forma, me dejé dirigir por ella", cuenta al pasar. Casi como un guiño, Romina también actúa. Hace de una amiga de Emilia [Antonella Saldicco]. Esta psiquiatra recién recibida es invitada a regresar a su pueblo natal en la Patagonia para esparcir las cenizas de Andrea, su mejor amiga [Justina Bustos]. Para en la casa de los padres de Andrea [Susana Pampín y Osmar Núñez]. Al subirse al micro para iniciar ese largo viaje de 2769 kilómetros deja en modo pausa su vida porteña. En la gran ciudad tiene una relación con un tal Manuel [Francisco Lumerman]. Es, según las palabras de Fernando, un amor adulto, tranquilizador. En el pequeño pueblo del Sur se reencuentra con Julián [Agustín Sullivan], su primer amor, ese amor que la atraviesa, que no puede contener en su cuerpo como si pasara todo el día pensando en él (¿qué habrá de malo en eso?). Son dos amores de modos diferentes.
"En qué nos parecemos / tú y yo a la nieve. Tú en lo blanca y galana / yo en deshacerme" dice una bella y vieja canción de Quilapayún. Suena al final de este relato por rutas íntimas, inciertas y de un pasado que es puro aquí y ahora. La canta Santiago Motorizado, el líder de la banda El Mató a un Policía Motorizado y fanático del cine. De él, como de Romina Paula, Fernando Salem es su fan. Llegó al compositor "hinchándole las pelotas a morir". Le mandó un mail, otro, y varios hasta que una vez, por fin, le respondió. Llegado el esperado momento se fue a verlo a su casa de La Plata. Se topó con un tipo de tanta escucha como de cierta distancia inicial en el trato. "Con lo fanático que soy de lo que hace no me puedo volver a casa sin un sí", pensó varias veces casi al borde de la transpiración. En un momento de la charla tiró algo así: "Bueno..., un poco la película habla de que la vida no tiene sentido. Que lo que importa es el amor...". Ese comentario para el señor del rock indie fue clave, le gustó aunque varias veces le comentó de sus temores, porque nunca había hecho música para una película. Pero todo fluyó como si cada una de las partes de este engranaje mágico supiera que el cosmos cuida a todos por igual, como dice la canción "La noche eterna", un clásico de El Mató.... Y así fue como el potente trabajo sonoro de Santiago Motorizado (nuevas canciones, música incidental y hasta el cover de aquella canción de la icónica banda chilena) se sumó a este relato coral de voces que hablan en medios tonos, como el mismo Fernando.
Esa capacidad de rodearse con artista que admira ya la había puesto en práctica en su anterior película venciendo temores y timideces. Aquella vez se rodeó de Marilu Marini, Verónica Gerez, Pilar Gamboa, Rafael Spregelburd, Esteban Bigliardi y Sergio Pángaro, entre otros exquisitos intérpretes. Esta vez, a los ya nombrados, habría que sumar a Denise Groesman y Lorena Vega. Todas gentes diversas y con un punto en común: talento, inmensa capacidad expresiva.
Cuando vio La muerte no existe y el amor tampoco en el Festival de Mar del Plata confiesa que terminó de entenderla. Como en una historia circular de relatos que transitan rutas argentinas ahí también había estrenado Cómo funcionan casi todas las cosas. Entre su ópera prima y la que estrena hoy Fernando, el de tonos medios y camisa planchada para la ocasión, confiesa que aprendió a mostrarse vulnerable, a no gastar energía para demostrar que la tiene clara. A los personajes les pasa lo mismo. No aparentan, no la caretean. Portan, a lo sumo, cuerpos en estado de duda en medio de un paisaje mágico como el de esa localidad llamada 28 de noviembre, provincia de Santa Cruz (ruta 40, 270 kilómetros de Río Gallegos, mucho frío, jornadas de filmación con 11 grados bajo cero). "Lo humano se recorta mejor en un espacio desértico blanco, como el de ese pueblo, o sobre un desierto de arena, como pasaba en la anterior película que filmamos en San Juan", reconoce. "La idea era que si el corazón de Emilia estaba hecho con velcro en Buenos Aires no podía adherirse a nada, pero que en el sur se abrojaba a cualquier cosa", lleva al concepto a las propiedades físicas de la cosa.
En noviembre de 2016, en otro bar a dos cuadras del que estamos ahora, Fernando Salem hablaba con este cronista sobre Cómo funcionan casi todas las cosas. Esa nota terminaba así: "Hay tipos que quieren tener un quincho en la terraza y lo logran. Bien, yo tengo mi película. Es mi desierto, el desierto que quería cruzar, mi quincho". Después de cruzar otro desierto a su quincho ahora le sumó su propio circo bien al Sur del país. Al final de este este potente relato Emilia decide volver a la gran ciudad ubicada a 2769 kilómetros de donde está. Antes de subirse al micro conoce al hijo de ese viejo primer amor tan actual. "Tiene olor a milanesa, boludo; bañalo", suelta ella. El pibe se llama León, el mismo nombre que le iban a poner a ese hijo que no tuvieron.
De San Martín a Narda Lepes
De chico Fernando Salem quería hacer dibujitos animados. Ya de grande fue al Cabildo. Se topó con la imagen de la Primera Junta de gobierno. Pensó: "esto es un embole". Pasó el tiempo y fue el director, guionista y cocreador de los primeros 50 capítulos de La asombrosa excursión de Zamba, la premiada serie que produjo el ministerio de Educación en tiempos del gobierno de Cristina Kirchner. Aquella serie era protagonizada por un nene bajito cuyo capa era un delantal blanco. Se la pasó contando historias de la historia de nuestro país. El actual ministro de Cultura, Tristán Bauer, ya aseguró la vuelta de Zamba a Paka Paka.
Con cierto dolor Fernando había dejado aquel proyecto que tanto ama en 2010 porque se embarcó en la filmación de Cómo funcionan casi todas las cosas. Con la mente puesta en su segunda película reflexiona de aquel proyecto que le encargó Sebastián Mignona: "Zamba fue una creación colectiva que formó parte de un proyecto de educación, de país y que, por suerte, no depende de uno. Yo siento que Zamba nunca se fue; los chicos, las chicas me siguen hablando de él. Durante estos años Paka Paka siguió los tumbos, pero siguió. Entonces, ante una hipotética vuelta, si fuera necesario volvería feliz, pero no creo que sea necesario porque hay un excelente equipo."
Lo que le enseñó Zamba es que la historia es un proceso de vaivenes. Como producto cultural educativo considera que la serie no fue ajena a eso. "Estos últimos cuatro años fueron coyunturales, no se podía esperar que se siguiera haciendo porque el anterior gobierno no compartía el mismo proyecto de Nación que el anterior. Y no está mal, forma parte del ejercicio democrático. A lo sumo, diría que yo no coincido con ese modelo", apunta.
Mientras tanto está desarrollando un proyecto con Narda Lepes, "unos dibujos animados para que los chicos y las chicas reeduquen a sus padres sobre la forma de alimentarse. No habrá recetas de cómo hacer una milanesa, ni ahí. A lo sumo, qué hacer con esa milanesa que quedó en la heladera. En el contexto de la guerra contra el hambre algo así puede sumar y que sean los chicos los que marquen a los padres ciertas conductas". Narda Lepes fue una de los tantos especialistas que expusieron en el Consejo contra el Hambre que impulsa el Ejecutivo Nacional.
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