Fede Álvarez, elegido por Hollywood para revivir una de las sagas más populares del cine: “Salvo la plata, todo el resto es uruguayo”
El realizador de Alien: Romulus, la séptima entrega de la historia de terror creada por Ridley Scott, habla con LA NACIÓN de su educación cinéfila en Montevideo y cómo fue su experiencia al sumarse a la distinguida lista que llevó a la espeluznante criatura a la pantalla grande
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MONTEVIDEO.- Dicen que a veces los delincuentes vuelven a la escena de su crimen, especialmente si nunca fueron atrapados por cometerlo. Aunque ninguno debe haber regresado de manera tan pública y celebratoria como Fede Álvarez, el director uruguayo de Alien: Romulus, la nueva entrega de la saga de terror y ciencia ficción que se estrena este jueves en los cines. “A los 16 años, a través de un concurso de radio, gané una entrada para ver una película en esta sala y con mis limitados conocimientos de Photoshop la fui modificando y copiando para mis amigos. Estuvimos mucho tiempo usándola para entrar sin pagar. Y ahora me toca presentar la película acá. Es una forma de devolver la plata que nos llevamos de arriba”, explica Álvarez delante de la pantalla de la sala que tan bien conoce como espectador y como cineasta. Con él, la parábola del hijo pródigo tiene una exactitud geográfica impresionante.
Acá, en este complejo de cines ubicado en un shopping de su ciudad natal, el director vio muchos de los títulos que conformaron su educación cinéfila. La misma que luego plasmó en el cortometraje Ataque de pánico, que llegó a las manos del legendario realizador Sam Raimi y logró que este lo convocara para que dirigiera la remake de su película de culto, Evil Dead (Posesión infernal, según el título local). Un proyecto que puso en marcha la carrera de Álvarez en Hollywood, lo llevó a dirigir los largometrajes No respires y La chica en la telaraña y lo transformó en el candidato ideal para hacerse cargo de la nueva Alien, la serie cinematográfica iniciada en 1979 por Ridley Scott con aquella rareza inolvidable llamada El octavo pasajero.
“La mejor parte de la gira de prensa es estar en casa. Viví momentos surrealistas acompañando a la película por el mundo, pero este es el único que significa algo para mí”, dice el director frente a la sala repleta de periodistas de Uruguay -y algunos medios de la Argentina, como LA NACIÓN-, curiosos por ver la versión del famoso monstruo espacial creada por el héroe local, que asegura: “Salvo la plata, el resto de la película es uruguayo”.
Aún así, la influencia de las películas de Scott está ahí, dice, al igual que la de James Cameron, el realizador de la celebrada Alien 2: el regreso. “De alguna manera esta película es hija de El octavo pasajero y Alien 2. En la combinación de ambas salió algo nuevo. Mi búsqueda fue generar en los espectadores esa sensación de la adolescencia, cuando veías una película que te volaba las chapas de una manera que no se vuelve a repetir en otros momentos de la vida”, explica el director, cuyos primeros e imborrables recuerdos de la saga le llegaron, como a muchos jóvenes de los años 80, a través de la videocasetera de Rodo Sayagués, su coguionista, que asiente a su lado. “El hermano mayor de Rodo, con el que yo tocaba en una banda, trajo Alien 2 del videoclub. Cuando le dimos play no lo podíamos creer”, recuerda el director, que de aquella primera impresión hogareña pasó a ser convocado para pensar en la posibilidad del nuevo capítulo de la saga que esta semana llega a los cines de todo el mundo.
Claro que, más allá de las memorias sobre aquel pasado, estimuladas por esta presentación montevideana, para su film Álvarez optó por esquivar la nostalgia y el espíritu retro al que Hollywood tanto recurre cuando se trata de reinventar una historia ya conocida. “Esta es una película de su época, que fue creada durante la pandemia y fue influenciada por sus consecuencias. Me gusta pensar que es moderna. Ni nostálgica ni retro ni vanguardista sino moderna. Al mismo tiempo hay un momento en la carrera de un director, sobre todo a mi edad, cuando por primera vez tenés la oportunidad de hacer proyectos que hablan de tus gustos, de cómo querés hacer películas, pasa naturalmente. Por ejemplo, cuando Tarantino sacó Pulp Fiction, nadie pensó que fuera retro, aunque no hay nada más retro que ese film, porque era evidente que estaba poniendo al frente su amor por el cine de explotación de los años 60 y 70″, detalla el director, que entre sus referencias cinéfilas incluye algunos ejemplos inesperados pero nada casuales.
“Francis Ford Coppola hizo su Drácula aplicando las técnicas de las películas de monstruos de los años 40 con las que creció. En ese momento la película me fascinó y para mí era todo nuevo. No siempre hay un padre o alguien que te diga: ‘Eso ya se hizo’. Y en todo caso no importaba, porque yo no lo había visto antes”, explica Álvarez, que aplicó algo de esas ideas a esta película que, según asegura, lo representa como director, uno al que el estudio 20th Century (propiedad de Disney) le tuvo la suficiente confianza para darle “la llave de la franquicia”.
Bajo la mirada distante del maestro
El primer día de rodaje de Alien: Romulus, el director recibió un mensaje que resumía la enorme tarea y el pesado compromiso de ponerse al frente de la historia. En el film, como hace cuatro décadas, un grupo de jóvenes colonizadores del espacio se cruzan en uno de sus viajes con la espeluznante criatura que forma parte de las pesadillas de los espectadores desde hace más de cuatro décadas. El mensaje decía: “Querido Fede, buena suerte. Buena salud. Buena cacería. No la cagues. Los mejores deseos, Ridley Scott”.
La sombra del maestro, del realizador que con la película de 1979 cambió para siempre la trayectoria de la ciencia ficción y el terror, al contrario de lo que podría suponerse, fue más un incentivo y un estímulo creativo que una limitación para Álvarez.
“Ridley no estuvo en el rodaje. Es parte de un código entre directores: no se va al rodaje de otro realizador. Pero él ama esta saga y aun así, como en los otros proyectos que hice, tuve la libertad de hacer lo que quise. Y con el estudio pasó lo mismo. Muchos colegas ven a los ejecutivos de Hollywood como el enemigo, pero en mi opinión, en este caso se trataba de respetar la serie y negociar dentro de los límites. Pero ya en la película original pasaba eso. Ridley quería filmar el último acto de Ripley (Sigourney Weaver) escapando en la cápsula. El estudio estuvo de acuerdo, pero cuando les dijo que su intención era que el personaje muriera, ya no les pareció tan bien. Hoy, él es el primero en decir que por suerte no le dieron más presupuesto para filmar esa escena. Los límites pueden ser los mejores amigos de un director. Puede incentivar la mejor parte de tu creatividad”, asegura Álvarez.
Los verdaderos monstruos
Tres años llevó el proceso de llevar a la pantalla el séptimo capítulo de la saga, que cuenta con una impresionante lista de directores en su haber-a los mencionados Scott y Cameron se sumaron después David Fincher y Jean-Pierre Jeunet-. En ese período, el realizador uruguayo tuvo tiempo de moldear la historia que quería contar y el modo en que quería contarla. Una decisión que no estaba precisamente en línea con la manera de filmar este tipo de películas de gran presupuesto y aún más grandes expectativas en la taquilla global.
“Técnicamente, Romulus es un film muy ambicioso, en el que le planteamos al equipo de efectos visuales que buscábamos volver a las fuentes y evitar lo más posible el uso de los efectos digitales que son la norma en Hollywood. Queríamos que lo que sucediera en pantalla fuera tangible, que se viera realista. En el estudio en principio nos dijeron que todo lo que se planteaba en el guion ellos suelen resolverlo digitalmente. Y mi respuesta fue que se nota que era así, y que por eso queríamos tomar otro camino”, dice, sonriendo, el director, que convocó para la tarea a dos de los más premiados estudios de efectos y de creación de criaturas animatrónicas de Hollywood. Colaboraron en el diseño de las impresionantes criaturas que respiran y se mueven como si se tratara de animales salvajes en un documental de naturaleza galáctica.
El objetivo, dice ahora Álvarez, es que esta película perdure, que en diez años se pueda seguir viendo, que los espectadores la recuerden, que signifique algo para ellos. “Que se quede contigo para siempre. Tengo fe que al menos a los espectadores de 12 a 18 años les pasará eso”, anticipa el director desde el mismo lugar en el que hace años vio -con una misma entrada-, las películas que se quedaron con él para siempre, acompañándolo en la ruta desde Montevideo hasta Hollywood.
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