Factores que se retroalimentan para el mejor escenario posible
Para que se produzca un récord de la magnitud del que acaba de alcanzar Toy Story 4en el mercado argentino tienen que estar alineados todos los planetas. Algo parecido ocurrió cuando las dos películas que ahora quedaron detrás del tanque animado de Disney llegaron en sus respectivos momentos a ocupar el liderazgo histórico de la taquilla y a mirar al resto desde arriba. Primero fue La era de hielo 4 en 2012 y luego Minions en 2015. Secuelas de éxitos precedentes del cine animado más poderoso del mundo, como Toy Story 4. Conviene recordarlo. Y también películas que en la estadística mundial no ocupan lugares relevantes en la estadística de las más vistas de todos los tiempos. Minions, por ejemplo, ocupa allí el lugar 19, detrás de Frozen y Los increíbles 2, hoy los largometrajes animados más taquilleros de la historia. Por encima de todos aparecen en esa lista los Avengers, Avatar, Titanic, Jurassic World, Star Wars. Franquicias que atraviesan todas las franjas etarias.
Pero entre nosotros son los chicos los que tienen el mayor poder de convocatoria. Algo que en el caso de Minions, La era de hielo 4 y ahora Toy Story 4 parece retroalimentarse automáticamente, dispuesto a reproducirse hasta el infinito... y más allá en las boleterías. Todos van a verlas. Todos quieren verlas. Una y otra vez.
La tendencia no podría funcionar completa sino es alimentada por otros dos factores que funcionan en alianza plena con un lanzamiento de estas características: el marketing (toda película de este tipo es una marca en sí misma que se multiplica en infinidad de imágenes y objetos de consumo) y la distribución. Este último elemento es crucial: hoy un lanzamiento como el de Toy Story 4, alimentado por una expectativa previa surgida del poder de la marca, puede llegar a dominar casi la mitad del escaso millar de salas disponibles en la Argentina. La concentración refuerza todavía más el fenómeno. Como una profecía autocumplida, quien llega al cine lo primero que observa es una cartelera de horarios en la que no parece haber otra opción. La multiplicidad de filas confluye en una sola: la que va a ver la película de la que hablan todos y que nadie puede dejar de ver. Y a escala global lo que se agrega hoy es el poder cada vez más creciente de Disney en el mundo del entretenimiento. Esa situación privilegiada mejora cualquier escenario.
El caso de Toy Story 4 sumó otro factor: la distancia temporal entre las tres aventuras previas y la actual. También quienes fueron chicos en aquellos estrenos, no quieren perder la continuidad de esa experiencia. Con todo, no se tuvo en cuenta ninguno de los razonables reparos artísticos y estéticos que desde contadas miradas críticas se hicieron a la película. La estadística funciona ahora como juicio de valor, sobre todo cuando casi no quedan opciones en la cartelera. Y por añadidura, la posibilidad de ejercer el mínimo derecho de elección a la hora de ir al cine.
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