Fabricantes de estrellas: Argentina Sono Film cumple 90 años y planea su plataforma de streaming
Con un ciclo de clásicos en el Malba y la adquisición de Aries Cinematográfica, el estudio cinematográfico sueña con remasterizar sus recordados films y ofrecerlos a nuevos públicos
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Y todo empezó con el sonido de un tango o de un gong. Hace nueve décadas, en un exacto 27 de abril de 1933 el cine Real –luego rebautizado Esmeralda y hoy convertido en una playa de estacionamiento–, estrenaba la anunciada “primera película sonora argentina”. A borbotones, y con un elenco nunca más reunido, se sucedían los temas musicales que hilvanaba Tango!, la película de Luis Moglia Barth que daba inicio formal al nacimiento del cine sonoro en la Argentina. Ese nacimiento tiene su explicación técnica dado que fue el primer largometraje realizado con el sistema Movietone, esto es: con el sonido impreso en la misma película y no con discos que acompañaban la acción, como fue el primario sistema Vitaphone que también tuvo su primera película sonora local (el honor correspondió a Muñequitas porteñas, de José Agustín Ferreyra). Pero con el cine sonoro asimismo se desarrolló el cine argentino como industria, con sus grandes productoras, sus estudios de filmación y su “star system” local de proyección continental. Lumiton, Emelco o Baires fueron algunas de las firmas que nacieron al amparo del desarrollo industrial del cine nacional. Así, Tango! enmarcó el nacimiento de Argentina Sono Film, la única estrella solitaria de todo ese universo de florecientes productoras cinematográficas que ya no están y que puede festejar hoy sus 90 años de existencia.
Todo el espíritu de la empresa se resumió en un nombre, como era habitual antaño: Argentina (la procedencia, la marca identitaria nacional), Sono (la lógica impuesta del cine sonoro como horizonte) y Film (la prosecución en la realización de películas), en la amalgama de un entretenimiento popular que le brindó su sitial de relevancia ante el público enmarcado en ese logo Art-Decó tan característico y potente como los que venían de Hollywood y que presentó a lo largo del tiempo desde Luis Sandrini a Guillermo Francella. En aquel lejano 1933, luego de que Pepe Arias, Tita Merello, Azucena Maizani, Libertad Lamarque, Alicia Vignoli y Mercedes Simone convirtieran al cine hablado en canción, será el reparto de Alicia Vignoli, Amanda Ledesma, Pedro Quartucci, Arturo García Buhr y una juvenil Amelia Bence quienes acometerán Dancing!, la segunda producción de Argentina Sono Film con dirección también de Moglia Barth sobre un argumento de Alejandro Berruti (tío del periodista Rómulo Berruti) que, desgraciadamente, se la considera perdida. Las crónicas de su estreno la celebraron por su continuidad de idea y estructura para con Tango!, que le brindó a Sono Film su primer momento de gloria.
Un año más tarde, con Riachuelo, protagonizada por Luis Sandrini, culmina la labor de Moglia Barth como solitario director además de cofundador de Argentina Sono Film acompañando al histórico Ángel Mentasti, a quien secundó a lo largo del tiempo buena parte de la dinastía familiar hasta que el sello pasó a manos de su actual propietario, Luis Alberto Scalella, además presidente de la Federación Internacional de Productores de Films, cargo en el que fue reelecto por unanimidad en la asamblea desarrollada en la última edición del Festival de Cannes. En aquellos lejanos tiempos, el éxito acompañó, la empresa se expandió en una usina de producción que incluyó a Mario Soffici (El alma del bandoneón y La barra mendocina), Arturo S. Mom (Monte criollo) y el cortometraje de Augusto César Vatteone Pibelandia en ese primer año de transformación. “Es una historia muy entrañable y muy simple. Para hablar de Argentina Sono Film hay que hacer referencia al productor número uno, al padre del cine argentino, don Ángel Mentasti. Había nacido en Italia en 1875 y se tituló como contador público. De muy joven vino a la Argentina y realizó distintas empresas hasta que se vinculó a la actividad del cine mediante a la distribución de películas”, sintetizaba Carmelo Santiago para el crítico Claudio España en el ciclo Historias con aplausos, de Clara Zappetini. Dios se lo pague, de Luis César Amadori, que estelarizaron Zully Moreno y el mexicano Arturo de Córdova, fue la primera película argentina en ser reconocida por la Academia de Hollywood a su estreno norteamericano: décadas después, la empresa transitará de la mano de Carlos Saura la nominación al Oscar como Mejor Película Extranjera por Tango, no me dejes nunca sumando la presencia del cine argentino en Hollywood.
Como empresa de tan extensa impronta y tantos perdurables clásicos, seguramente sea la solitaria existencia de Sono Film la que permita recorrer los cambios epocales, las corrientes estilísticas, las modas, tendencias, crisis y censuras que vivió el cine local casi unida a la vida política y cultural de la Argentina. Desde las hectáreas en Martínez donde edificaría su leyenda a la posterior existencia que, entre el cambio y la supervivencia, hizo de Sono Film un impresionante sello que tuvo –merced a la bamboleante economía argentina- en muchas ocasiones mucho más pasado que futuro pero se dio el lujo de permanecer en plena transformación hasta nuestros días.
Dentro de ese pasado se anotan clásicos insustituibles como Viento Norte, Kilómetro 111,… Y mañana serán hombres, Hay que educar a Niní, Dios se lo pague, Pasaporte a Río, Almafuerte, La vendedora de fantasías, El extraño caso del hombre y la bestia, El hincha, El vampiro negro, Más allá del olvido, La casa del ángel, Rosaura a las diez, La caída, Zafra, En la ardiente oscuridad, Obras maestras del terror, Hijo de hombre, Tres veces Ana, Hombre de la esquina rosada, La cifra impar, Breve cielo o La patota. Por sus estudios pasaron estrellas sin tiempo como Mirtha Legrand, Zully Moreno, Libertad Lamarque, Niní Marshall, Lolita Torres, Laura Hidalgo, Silvia Legrand, Amelia Bence, Delia Garcés, Olga Zubarry, Graciela Borges y Susana Giménez. Rostros indelebles que sumaron a un cine distinto como Mercedes Carreras, Susana Campos. Elsa Daniel, Maria Vaner, Ana María Picchio, Soledad Silveyra; actores de evocación permanente como Pepe Arias, Luis Sandrini, Orestes Caviglia, José Gola, Floren Delbene, Enrique Muiño, Sebastian Chiola, Angel Magaña, Hugo del Carril, Francisco Petrone, Lautaro Murúa, Alberto Closas, Osvaldo Miranda, Alfredo Alcón, Rodolfo Bebán y títulos de neto corte popular que existieron en la productora desde sus inicios y que de la mano de sagas como Brigada Explosiva, Extermineitors o Bañeros le permitieron anotar éxitos de taquilla hasta nuestros días.
Pero también en ese camino de rosas existieron espinas representadas en fracasos impensados, episodios de censura, persecuciones y cárcel y una relación con el poder político que tuvo al exjefe de publicidad de Argentina Sono Film, Raúl Alejandro Apold, como hombre fuerte de la subsecretaria de Prensa y Difusión en tiempos del peronismo con sus listas negras o un cine asimilado a la exaltación propagandística durante dictaduras militares. Los Mentasti conocieron la cárcel de la mano de la Revolución Libertadora cuando se inició un proceso enmarcado en la comisión nacional de investigaciones que buscaba hechos de corrupción y que llevó con vagos argumentos a los productores, a Hugo del Carril y a Luis César Amadori tras las rejas; en tanto que dos de los hechos más destacados de la censura pueden resumirse en los comienzos en 1936 cuando el ejercito no autorizó el guion de Cadetes de San Martín, de Mario Soffici, hasta que se hicieron notables cambios; y en 1989 cuando Kindergarten, de Jorge Polaco, fue confiscada y envuelta en un sonoro caso judicial que impidió que pudiera verse hasta 21 años después cuando finalmente se proyectó en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.
Hoy existe ese rico pasado gracias a esfuerzos que redundaron en su supervivencia a través del recordado Juan Carlos Garate (marido de Olga Zubarry), que trabajó desde el primer día de Argentina Sono Film y con 94 años continuaba yendo a la oficina de la empresa. Durante dos años ininterrumpidos Garate y Luis Alberto Scalella, actual presidente y titular de la firma, revisaron y acondicionaron todas las películas. Pero Sono debió lidiar con dos grandes tragedias que amenazaron ese rico pasado: el incendio de los estudios en 1943 y un segundo siniestro en los laboratorios Alex el 8 de enero de 1969 que terminó con algunos materiales originales, varios negativos como el de Viento Norte o el primer acto de Hombre de la esquina rosada, que sobrevivió en un contratipo –una copia del negativo original– de 16 milímetros y permitió sumarlo a la restauración completa de la película en 35 milímetros al como se presentó restaurada en la última edición del Festival de Cannes.
“A mí me encanta la producción. Hice treinta y cinco películas, pero me fascina estar en filmación al lado del director”, confirma Luis Alberto Scalella en diálogo con LA NACION ante la obligada pregunta de cuándo la fanfarria –que anuncia la llegada de Argentina Sono Film desde un sol radiante al comienzo de cada una de sus producciones– volverá a verse en pantalla gigante, siendo el dibujo animado La gallina turuleca la última película del sello hasta el momento. “Nos mató porque la hicimos en 2019 y nos agarró la pandemia. Hoy tenés la opción de engancharte con una plataforma, pero perdés los derechos. La historia es quedarte con los negativos: las películas nuevas de Sono son las locomotoras que arrastran los vagones de lo que hay. Si yo no voy a tener luego los derechos, ¿para qué produzco? Estamos viendo si mejora el horizonte para volver a producir”, dice Scalella sobre los peligros actuales del streaming aunque confirma algo esperado por los amantes del cine clásico y afirma categórico: “Cuando tengamos todo el material en condiciones, si no conseguimos colocar una subplataforma, iremos por una propia, donde esté todo el material que hizo grande a Argentina Sono Film, con una gran calidad, y quizás sumemos a las del sello Aries para darle volumen. El público quiere ver el cine argentino que hizo historia”.
Argentina Sono Film vs. Lumiton, una rivalidad cinéfila
Argentina Sono Film festeja sus 90 años de historia a través de una serie de clásicos producidos en el estudio que durante todo el mes se exhibirán en MalbaCine (Figueroa Alcorta 3415). Así con la colaboración de la Cinemateca del Incaa, el Museo del Cine “Pablo Ducrós Hicken” (que exhibe en su colección permanente el afiche original de Tango!), la Filmoteca Buenos Aires y la Film Noir Foundation, la muestra reúne 25 películas estrenadas entre las décadas del 30 y 60 de la mítica productora. Hoy, sábado 5, se verá a las 22 Historia de una noche, de Luis Saslavsky y, a la medianoche, El vampiro negro, de Román Viñoly Barreto; el jueves 10, a las 19, será el turno de Madreselva, de Luis César Amadori y, a las 21, de Para vestir santos, de Leopoldo Torre Nilsson; a las 22.30 cerrará la jornada Sangre negra, de Pierre Chenal. El viernes 11, a las 18 será el turno de Orquesta de señoritas, de Amadori y, el sábado 12, a las 22, La casa del ángel, de Leopoldo Torre Nilsson, seguida por, a la medianoche, de El extraño caso del hombre y la bestia, de Mario Soffici.
El ciclo prosigue el jueves 17 con El último encuentro, de Luis Moglia Barth (a las 18); el clásico basado en Borges Hombre de la esquina rosada (a las 21) y De Cecco El reñidero (22.30) ambas dirigidas por René Mugica; el viernes 18 El tango vuelve a París, de Manuel Romero (a las 18); el sábado 19 a las 22 el clásico basado en Marco Denevi Rosaura a las diez, de Mario Soffici, en tanto que a la medianoche se exhibirá Humo de marihuana, de Lucas Demare. Para los dos últimos fines de semana se anuncian Locuras, tiros y mambo, de Leo Fleider (viernes 25, a las 18); Más allá del olvido, de Hugo del Carril (sábado 26, a las 18) y La patota, de Daniel Tinayre (sábado 26 a las 24); Procesado 1040, de Rubén Cavalotti (jueves 31, a las 23); Maestro levita, de Luis César Amadori (1° de septiembre, a las 18) en tanto que el ciclo cierra el sábado 2 con Hijo de hombre, de Lucas Demare (a las 22) y nuevamente El vampiro negro, de Viñoly Barreto, en el preciso horario de la medianoche.
Pero mucho antes, más precisamente este lunes 7, a las 19.30, en el Cine Gaumont, se exhibirá Los tres berretines, presentada por el crítico Carlos Morelli, con entrada libre y gratuita. Se trata de la segunda de las tres primeras películas argentinas estrenadas con el sistema de sonido óptico y la que significó el lanzamiento del sello Lumiton, gran rival de Argentina Sono Film, en la reedición de un clásico cinéfilo de la época de oro. La letra chica de ese momento anota que, en rigor, Los caballeros de cemento –una producción independiente de Ricardo Hicken distribuida por Universal Pictures– estuvo lista para ser el primer estreno con sonido óptico argentino. Y se sabía que el 19 de mayo llegaba al cine Astor Los tres berretines, dirigida por el pionero de la radiofonía Enrique Telémaco Susini, que fuera además la primera película sonora para los nacientes estudios Lumiton. La habilidad del productor Ángel Mentasti adelantó el estreno de Tango! y se quedó así con la gloria y la letra impresa en los libros de historia. Como de Los caballeros de cemento no existen copias, con el tiempo la rivalidad quedó instalada en el imaginario entre las primeras películas de Sono Film y Lumiton, además porque ya hace nueve décadas se celebró la calidad técnica de Los tres berretines frente a la deficiente técnica del film que finalmente quedó en la historia del cine local. Lumi (luz) Ton (sonido) también tenía en su génesis la necesidad de un cine sonoro evidenciado ya desde su logo, donde se hacía sonar un gong. Pero si algo une el nacimiento de estas empresas es que Tango!, Los tres berretines y Riachuelo le brindarán enorme popularidad a Luis Sandrini, protagonista de todos estos incipientes éxitos del cine nacional y, seguramente, la primera estrella del cine sonoro nacional.
Las últimas dos leyendas, juntas
Cuando Aries Cinematográfica Argentina quedó legalmente constituida, un 26 de julio de 1956, Argentina Sono Film contaba ya con más de dos décadas de existencia. Fernando Ayala y Héctor Olivera se habían formado en el escalafonario sistema de producción de los grandes estudios, Olivera en los Estudios Baires y Ayala ya firmando sus primeros títulos al amparo de Artistas Argentinos Asociados. Con El jefe, estrenada el 23 de octubre de 1958, en el cine Ambassador, comenzó la carrera comercial de Aries, identificada con el surgimiento del nuevo cine argentino de los años 50 y que salía de esos venerables sets de filmación. Con el tiempo, Argentina Sono Film y Aries fueron las dos únicas empresas del cine nacional que quedaron en pie. Pero la falta de fondos prometidos por el Estado Nacional para El mural, la última realización de Héctor Olivera hasta la fecha, hizo que la firma zodiacal entrara en una debacle en la que se temió por su supervivencia y el destino legal de buena parte del rico patrimonio cinematográfico argentino, donde se anotan clásicos como Paula cautiva o La Patagonia rebelde. La buena noticia cinéfila que confirmó LA NACION en la última edición del Festival de Cannes es la compra por parte de Argentina Sono Film de Aries Cinematográfica Argentina, que salva los activos de la empresa y, fundamentalmente, su inolvidable legado cinematográfico.
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