Extrañamos tanto al cine: ¿cuándo volveremos a disfrutarlo?
¿Cuánto extrañamos el cine a esta altura de la cuarentena? ¿Lo añoramos de verdad? ¿El cine se habrá convertido acaso en un recuerdo que no regresará tal como lo conocimos a partir de la nueva normalidad fijada y forzada por el coronavirus?
Quienes amamos el cine y sobre todo amamos el acto sencillo y puro de ver películas en el cine no nos resignamos a eso. Creemos que la emergencia solamente es una pausa obligada, luego de la cual la vuelta a la normalidad será también el regreso a ese ritual colectivo que tanto queremos. A la posibilidad de emocionarnos bajo un mismo techo frente al descubrimiento de historias que nos deslumbran, que nos sorprenden, que nos asombran y también que nos asustan o nos hacen conmover a puro llanto. Pero el retorno a la normalidad está lejos y sabemos que el cine estará entre lo último en volver. Y la realidad descarnada nos anticipa que el cine es una actividad que deberá resignarse a eso, a esperar mucho más que otras actividades y ubicarse en el final de la fila de la organización del regreso después de haber estado entre las primeras en cerrar y, sobre todo, en padecer como pocas el impacto más feroz de la emergencia.
Hay cientos de miles de puestos de trabajo detenidos, paralizados y puestos en duda en términos de continuidad que quedaron expuestos en cuestión de días o de semanas. Y que parece difícil sostener en el tiempo, si las cuarentenas se siguen extendiendo a escala global, porque los ingresos están reducidos a cero. Sin vueltas.
¿Cuánto extrañamos el cine? ¿Nos acostumbraremos a fuerza de cuarentenas hogareñas a ver nuestras películas favoritas o los estrenos que siempre esperamos desde la comodidad del sillón y de las facilidades que nos brinda una pantalla de alta definición? Por más normalidad reencontrada que en algún momento asegure la reapertura de los cines, esa vuelta no tendrá en principio las características habituales.
La primera razón para no imaginar un regreso igual al de antes es el natural temor de la gente a recuperar el hábito de moverse en espacios en los que cruzarse con sus semejantes es lo primero. Hay quienes pronostican, con razones muy atendibles, que la salida del encierro primero estará dirigida a recuperar la respiración básica y fundamental del espacio común y del aire libre que la pandemia nos quitó. Salir a recorrer lugares abiertos a la luz del día, andar o correr por los parques solo o en familia, pasear en bicicleta, compartir una escapada. Tomar sol antes que replicar dentro de un ámbito cerrado la oscuridad de la cuarentena. Pero en algún momento los cines volverán a abrir sus puertas. Y todo indica que lo tendrán que hacer con bastantes condicionamientos. En los Estados Unidos, donde existen las mayores urgencias y ansiedades para el regreso de la actividad, los más optimistas aventuran esa posibilidad para julio próximo. Pero hay gente todavía más decidida a acortar esos plazos que todavía parecen demasiado exiguos.
Respaldado en un reciente anuncio del gobernador de Oklahoma, que quiere los cines abiertos el mes que viene, el dueño de una sala de Tulsa ya dijo que va a acondicionarla para los nuevos tiempos. Quiere colocar separadores de plexiglass para reforzar el distanciamiento social que además obligará a no ocupar todos los asientos e imponer a clientes y empleados el uso de barbijos y quizás guantes. Pero las dudas y los interrogantes aparecen de inmediato. ¿Qué pasará con las comidas y las bebidas? Seguramente los puestos de venta seguirán cerrados para evitar peligrosas manipulaciones. ¿Aceptarán los celosos dueños de los cines que los espectadores lleguen de sus casas con comestibles y bebidas en sus bolsillos? ¿Podremos usar los baños? ¿Cómo se van a pagar las entradas para evitar las tradicionales filas en las boleterías? Demasiados problemas juntos que aplastan el ánimo de los más entusiastas. Nuestro ánimo de soñar con la vuelta rápida de la normalidad.
Eso no es todo. Supongamos que están más o menos dadas las condiciones de esa nueva normalidad y volvemos al cine con todas las precauciones que hoy tomamos al salir de nuestras casas. ¿Tendría sentido llegar hasta la sala y despedirnos de nuestras parejas, de nuestros hijos y de nuestros amigos para que cada uno vea la película por las suyas sin la imprescindible complicidad de un ritual que resulta mucho más puro y disfrutable cuando se comparte de verdad? El distanciamiento social mata al virus y también mata al cine tal como lo entendemos. Este tipo de medidas que los científicos y los expertos dicen que nos acompañarán mucho tiempo nos acercarán la inmunidad y nos alejarán del disfrute esencial de una película. Nos curamos del coronavirus y nos enfermamos de pena por no disfrutar como Dios manda de esta experiencia. Tendremos que esperar entonces la llegada de la vacuna salvadora.
Eso no es todo. Tenemos que preguntarnos a la fuerza qué vamos a ver. ¿Reabrirán los cines con las películas que todos queríamos ver y esperábamos con impaciencia antes de que apareciera la emergencia? No parece muy probable.Casi todos los estrenos fuertes que estaban programados para este año tienen nuevas fechas en los últimos meses de 2020 o directamente llegarán en 2021. En un escenario normal estaríamos en este momento esperando ansiosos la llegada de Black Widow, el título más poderoso que preparó Marvel en esta temporada. Con suerte se estrenará en noviembre.
¿Con suerte? Habrá que cruzar varias veces los dedos y lanzar todo tipo de conjuros para lograr que esa fecha se cumpla. Más cerca están Mulan, la aventura de la antigua princesa oriental de Disney ahora con personajes de carne y hueso, y la esperada nueva producción de Christopher Nolan, Tenet. Las dos tienen hasta ahora fechas anunciadas de lanzamiento para julio. Pero los estudios que invirtieron fortunas en estos tanques y, por supuesto, quieren recuperarlas con el método tradicional (lanzamiento mundial simultáneo, multitud de copias) se enfrentan a una nueva realidad.
Estas películas (como Rápido y furioso 9, la secuela de Top Gun y el regreso de James Bond en Sin tiempo para morir, entre muchas otras que perdieron sus fechas de estreno originales) necesitan sí o sí salas llenas se enfrentan a un panorama que, en el mejor de los casos, les permitirá a los cines proyectarlas al 50% de su capacidad. ¿Estarán dispuestos los estudios a aceptar esas nuevas condiciones? La cadena de cines AMC, una de las más grandes de los Estados Unidos, dijo que sólo reabrirá sus salas cuando tengan asegurados los estrenos de los grandes tanques. Nadie sabe de verdad cuándo pasará eso. Mientras tanto, la posibilidad más cierta es que los cines que reabran tengan que conformarse con programar reposiciones y reestrenos de éxitos recientes o de los últimos años. ¿Quiénes se animarán a ser los primeros en volver, con tantas exigencias sanitarias y distanciamiento social obligatorio, para ver lo mismo que la televisión y las plataformas de streaming les vienen ofreciendo para pasar la cuarentena? Otro interrogante.
El férreo diseño del recorrido que hace una película desde el estreno en los cines exige además que el lanzamiento de estos tanques sea global. O no sea nada. A menos que el coronavirus haya cambiado todo este cuadro y todavía no lo sepamos. Antes de la emergencia, todo estaba perfectamente calculado. Y entre otras cosas, gigantescos gastos de marketing y promoción que en el caso de los tanques de Hollywood llegaban a duplicar los costos de producción. ¿Qué pasará de aquí en más con las grandes avant premiéres, llenas de público y de invitados? ¿Y con las entrevistas previas a actores y directores, imprescindibles para apuntalar los lanzamientos? ¿Será lo mismo si los vemos aparecer glamorosamente vestidos... y con barbijo, manteniendo la distancia social exigida con sus fans?
Sobran las preguntas todavía sin respuestas y también las puertas que se abren al despliegue de dilemas inéditos. Las plataformas de Internet crecieron de manera exponencial, ya lo sabemos, durante esta cuarentena y la demanda de nuevos contenidos vuela hasta la estratósfera. La cotización de algunos de esos estrenos se multiplicó en pocos días y plantea toda una tentación para estudios necesitados de dinero fresco. ¿Cómo no pensar en lanzamientos directos a video on demand de títulos que de otra manera tendrían que esperar meses y meses para un estreno en cines que perdería intensidad si la demora es muy larga? Hablamos no de los tanques, sino de películas de una escala un poco más baja. Algunas de ellas como Trolls 2, Artemis Fowl y la precuela de Scooby Doo encararon ese camino o están por hacerlo.
Algunos vaticinan que esa opción podría crecer todavía más con la consolidación de plataformas que manejan material original de sus respectivos estudios, como Disney+ y HBO Max (Warner). Hasta tanto se recupere la normalidad plena, puede conjeturarse con bastante certeza que algunas de sus producciones tendrían una llegada mucho más segura y rentable a través de un viaje directo al VOD. El ahorro en los costos de promoción y marketing sería significativo en un tiempo en el que todos imaginan que habrá un sensible ajuste de costos e inversiones. Hollywood también prepara su propio ajuste.
Mientras todas estas cosas ocurren o están por ocurrir seguiremos preguntándonos si queremos volver al cine. No nos va a extrañar que algunos tengan una nueva visión de las cosas con la cuarentena y prefieran la comodidad y la seguridad del hogar frente a las amenazas latentes que quedan tras el paso del coronavirus. Entre ellas, la advertencia de una impredecible segunda ola de contagios. Otros creemos en el poder del cine como experiencia enriquecedora y como artífice de momentos irremplazables de emoción y de aventura.
Por más que la realidad se haya acercado en estos tiempos como nunca a alguna de esas historias apocalípticas que nos vienen mostrando desde hace mucho, seguimos creyendo en un futuro en el que seguiremos disfrutando en compañía y bajo un mismo techo frente a una pantalla grande historias maravillosas que nos entretienen y nos mejoran.
¿Cuánto extrañamos el cine a esta altura de la cuarentena? Mucho. Porque lo queremos y soñamos con su vuelta.
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