"Ay qué circo. Ay qué show. Argentina enloqueció, por la muerte de una actriz llamada Eva Perón. Nos volvimos locos, llorando de día y de noche también, haciendo un gran esfuerzo por conseguir sufrir mucho y bien". Antonio Banderas, en su personaje de activista político (con el bastante obvio nombre de "Che") mirá a la cámara y entona la primera de las canciones de la película Evita. Toda una declaración de principios de lo que vendría después, en la pantalla y en la vida real.
Aunque necesarios a la hora de contextualizar, conviene ser breve con los datos biográficos. La película que trajo a Madonna a la Argentina se basa en el musical homónimo de los británicos Andrew Lloyd Webber y Tim Rice estrenado en 1978; que a su vez se basa (a su manera) en la vida, pasión y muerte de Eva Duarte. La dupla creativa es también responsable de Jesucristo Superstar, y Webber de otros éxitos de Broadway como Cats, Sunset Boulevard, El fantasma de la Opera y School Of Rock. Sin embargo Evita es, de entre todas sus obras, la que más interés ha generado en Hollywood.
Apenas iniciada su carrera en los escenarios, la ópera rock ya tenía una larga fila de directores que soñaban con su adaptación para la pantalla grande. Intentaron pero no pudieron: Franco Zeffirelli, Francis Ford Coppola, Michael Cimino y Ken Russell. Hizo falta algo más de una década para que la película se hiciera realidad.
A comienzos de los años 90, quien amagó ponerse el proyecto al hombro fue Oliver Stone. Devenido en cineasta político gracias a JFK, el realizador comenzó a escribir la adaptación de Evita, y a través de sus secretarios empezó a tramitar los permisos necesarios para filmar en Argentina. Nuevamente las negociaciones naufragaron, Stone se abrió y la antorcha pasó a manos de Alan Parker -cineasta menos dotado que también estaba atrás de la adaptación desde los 70-, el que finalmente triunfó donde sus talentosos colegas habían fracasado. Terminaba 1993, y con el material de Stone bajo el brazo, Parker tenía tres tareas nada sencillas: pulir lo que hiciera falta de la historia, lograr juntar en una misma habitación a Webber y Rice que para entonces se odiaban, y encontrar a una protagonista que fuera suficientemente atractiva y talentosa.
Buscando a Evita
Con las prestigiosas credenciales que daba el éxito del musical, no le fue difícil al director dar con una gran cantidad de actrices que quisieran ponerse en la piel de la líder política argentina. Michelle Pfeiffer, Meryl Streep, Barbra Streisand, Bette Midler y Liza Minelli, fueron algunos de los nombres que se barajaron entonces; y, en lo que hubiera sido una decisión más que polémica, algunos medios aseguraron que también se pensó en la cubana Gloria Estefan. Algo parecido pasó con el papel de Juan Domingo Perón, que quedó en las manos del británico Johnatan Pryce pero estuvo cerca de ser interpretado por Julio Iglesias.
Por entonces, la cantante pop Madonna era para muchos un ícono de la música, y para otros, sinónimo de escándalos y libertinaje. Todavía estaba fresca la polémica que había armado con su libro de fantasías Sex, como así también su jugado papel en El cuerpo del delito (una especie de "versión outlet" de Bajos Instintos).
Dispuesta a cambiar su imagen, la cantante le mandó una carta de cuatro carillas a Alan Parker, donde le explicaba por qué ella era la mejor opción para interpretar a Evita: "Era una carta muy apasionada en la que me aseguraba que iba a actuar, a cantar y a bailar con todo su corazón, que iba a suspender todas sus otras actividades artísticas, lo cual era lo más importante porque necesitaba contar con ella durante dos años de su vida. Nos vimos y verifiqué que todo lo que me decía en su carta era así. Entonces estuve seguro de que iba a hacerlo mejor que nadie, y, gracias a Dios, estuve en lo cierto".
La preproducción y la obsesión de Parker para profundizar sobre el peronismo, un movimiento del que al principio conocía poco y nada, lo llevaron a leer 29 libros sobre el tema. Los resultados redundaron en 148 cambios en las letras originales de la ópera rock, la incorporación de un segmento que no había llegado a los escenarios, y la necesidad artística (y marketinera) de componer un nuevo tema: "You Must Love Me". Por todo esto, al director no le quedó otra opción que recurrir a los autores originales: "Me reuní con Tim y Andrew en Francia, y les expliqué cuáles eran los cambios que había hecho y por qué. También que iba a necesitar mucha música adicional y una nueva canción, porque había cambiado el acto final. Tengo que reconocer que casi todo lo que quería de ellos lo conseguí".
La cantante y el presidente
Madonna llegó a la Argentina para filmar Evita a mediados de enero de 1996. Era la segunda vez que la artista venía a nuestro país, luego de los conciertos que había dado en el estadio de River en octubre de 1993. En este punto la historia se diversifica según quien la cuente. Están los que dicen que para ese momento, el Gobierno argentino había comprometido su mejor predisposición para el rodaje. Otros (incluído Parker) aseguran que fue una cena ofrecida a la diva por el presidente Carlos Saúl Menem la que destrabó las negociaciones en torno a las locaciones. Queda en el lector la decisión sobre qué creer o no, pero lo cierto es que después de aquel encuentro se pudo filmar en el despacho presidencial, en el interior de la Rosada y en su histórico balcón. "No me sacaba los ojos de encima", recordaría Madonna de Menem tiempo después.
Desde que se conoció el proyecto en Argentina, los sectores peronistas se propusieron no hacerle la vida fácil al equipo. "Fuera Madonna", "Chau, Alan Parker", fueron las pintadas que acompañaron al equipo desde su llegada misma a Ezeiza, y una constante durante las semanas que filmaron en nuestro país. Recordaba el realizador: "Cuando empezamos a rodar en Buenos Aires no sabíamos si nos cerrarían el set a la semana de comenzar, fue muy difícil organizarlo todo. Otro problema fue recrear la Buenos Aires de los años treinta y cuarenta porque ahora es una ciudad muy moderna. Una buena cantidad de la vieja arquitectura se ha perdido. Además filmar escenas de violencia política en Buenos Aires podría haber sido muy peligroso". Así, los productores eligieron una segunda locación en Budapest, donde se rodó entre otras, la escena del funeral que da comienzo al film.
Además del equipo internacional, varios intérpretes argentinos fueron convocados para trabajar en Evita. Una de ellas fue la actriz y realizadora Mónica Lairana quien, consultada por LA NACIÓN, recuerda cómo fue la logística y la seguridad detrás de la filmación: "Nos subían a una combi con los vidrios tapados porque se suponía que no debíamos saber a dónde nos llevaban. Habían armado todo un operativo para que ni los paparazzis ni nadie supiera dónde se desarrollaba el rodaje. Me acuerdo que un día llovía, y apenas bajamos de la combi nos esperaban varios chicos con paraguas gigantes para llevarnos a un motorhome enorme solo para Vera Fogwil, Laura Miller y yo. Apenas entramos nos dijeron: ‘Tienen tres horas para relajarse’, y nos dieron unas batas. Había bandejas con frutillas y otras frutas, y también variedades de dulces para comer en dimensiones desproporcionadas".
La experiencia de la hoy realizadora del film La cama siguió en la sala de maquillaje ("con un Antonio Banderas que salía, entraba y daba vueltas por ahí") y en el set ("donde estuvimos ensayando el plano varias horas con la doble de luces de Madonna, que era idéntica a ella. La real luego hizo más de 50 retomas de esos 40 segundos de caminata cantando, bajo las indicaciones constantes de Alan Parker").
Cuando terminó el rodaje de Evita, Parker respiró hondo. Su proyecto más ambicioso había concluído sin mayores incidentes que algunos grupos de manifestantes molestos en la puerta del Hotel Marriot, a los que apenas les entendía lo que cantaban. Sin embargo, no estaba dicha la última palabra: todavía faltaba el estreno.
Glamour y vandalismo, dos caras para Eva
A pesar de que esta historia tiene apenas 25 años, se tardó bastante en dimensionar lo que fue a nivel mundial el estreno de la película Evita. Bastan dos ejemplos: en diciembre de 1996, mes de su premiere en Estados Unidos, la cadena de tiendas Bloomingdale acompañó el lanzamiento con la creación de la "Boutique Evita". Chicas de todas las edades se abalanzaron a las tiendas para comprar algunos de los modelos inspirados en la imagen de Eva Duarte, también se puso de moda el rubio con rodete y trenza. Por otro lado, la casa de cosméticos Estee Lauder lanzó una línea de productos llamados The Face Of Evita, compuesta por labiales y delineadores que, suponían, le hubieran encantado a la Primera Dama argentina.
Mientras en Estados Unidos la imagen de Eva Perón se convertía en un símbolo de glamour, en Argentina los ánimos estaban cada vez más caldeados. Con el inminente estreno del film -programado para el 20 de febrero de 1997- sobrevino la indignación general. Las repercusiones en el exterior demostraron que la película estaba muy lejos de glorificar a la "abanderada de los humildes", más bien todo lo contrario. El vicepresidente Carlos Ruckauf llamó a boicotearla y el mismísimo Alan Parker se encargó de ponerlo en su lugar: "Considero un poco ignorante decir algo antes de ver mi film. No estoy de acuerdo con este tipo de opiniones, porque lo más importante de la democracia es la libertad. No puedo aceptar desde mi posición de artista que el vicepresidente haya calificado mi obra como un agravio y una ofensa a la figura de Eva Perón".
El mismo jueves del estreno se produjeron incidentes en algunos de los cines donde se proyectaba. Las salas del América, Santa Fe 1 y Atlas Lavalle debieron ser evacuadas por el humo tóxico de pastillas de Gamexane que activistas indignados arrojaron en la oscuridad. También en la puerta del Atlas Lavalle, militantes de la Juventud Peronista se reunieron para protestar por el estreno, con una pancarta que decía: "Alan Parker, rata al servicio de la Corona". Los manifestantes repartieron volantes, y una revista gratuita con una biografía de Evita.
Cuatro meses antes, en febrero de 1996, Juan Carlos Desanzo había estrenado Eva Perón. La película protagonizada por Ester Goris y Víctor Laplace venía a contrarrestar la imagen de la de Madonna, como parte de una convicción del realizador, que en su niñez conoció a la lider política. Desanzo le explica a LA NACIÓN cómo fue aquella motivación: "Cuando me hice director dije. ‘Tengo que hacer una película sobre ella’. Y todo se potenció cuando Menem le facilitó las cosas a Madonna para hacer la miserable ópera rock Evita. Entonces, en el mundillo peronista surgió la necesidad de contrarrestar lo que considerábamos una vergüenza para la figura de Eva. En tres meses, con José Pablo Feinmann hicimos todo. Le preguntaron en la conferencia a Alan Parker si sabía de mi película, y dijo que le había gustado pero que era un telefilm. Y tenía razón, porque la suya había costado cien veces más".
Fernando Pino Solanas fue todavía más allá, y apenas la vio declaró: "Lo más lamentable es que buena parte de los peronistas hayan soportado el ‘Anti Evita’ más grande que haya dado la Argentina. Porque el pobre Parker es un inglés que tiene una ‘visión inglesa’ de la Argentina, nada seria y muy esquemática. El gran ‘Anti Evita’ es Menem, que se ha burlado de Evita y de lo que hizo Perón. La película, como cualquiera de Hollywood, es un manoseo de la historia. Pero no nos asustemos, Sarmiento manoseó el Facundo pero hizo una obra de arte. Esta es una película bien filmada, 60 millones de dólares, es un director talentoso que por momentos tiene soluciones felices, pero la película se hace un poco larga y tediosa. No es una gran película. La imagen de Evita se ve bastante agraviada, porque es una muchacha prostibularia muy ambiciosa que, de cama en cama, llega a colocarse en la cama de la presidencia. Y el pueblo es tonto".
En todos los países donde se estrenó, Evita cosechó opiniones divididas. Fue ninguneada por los Oscars (solo quedó con la terna a mejor canción original), pero se llevó los tres premios mayores (película, actriz y canción) en los Globo de Oro. Además marcó el último gran trabajo de Madonna en el cine, condenada luego a participaciones y papeles intrascendentes. Alan Parker filmó dos películas más, Las cenizas de Ángela (1999) y La vida de David Gale (2003) y tampoco se supo más de él. Antonio Banderas salió ileso de la polémica; lo mismo que Jonathan Pryce, que mantuvo indemne su carrera en cine y TV hasta su reciente papel como Jorge Bergoglio en Los dos Papas (2019).
Hoy la película de Alan Parker sostiene su atractivo. Y a la distancia se entiende el por qué de la obsesión de su protagonista por lograr el papel. A pesar de las decenas de acercamientos a la figura de Eva Perón que se hicieron para cine, teatro y televisión, la Evita de Madonna sigue siendo la más grandilocuente, ostentosa y polémica. Lo que en el mundo del arte no es poco.
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