Estrenos de cine: El peso del talento es una de las películas más ingeniosas y divertidas del año
Esta comedia de acción enfrenta a múltiples versiones de Nicolas Cage en una trama que incluye una estrella de cine, un agente encubierto de la CIA y el padre de una adolescente que no oculta su rechazo por su figura
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El peso del talento (The Unbearable Weight of Massive Talent, Estados Unidos/2022). Dirección: Tom Gormican. Guion: Tom Gormican y Kevin Etten. Fotografía: Nigel Bluck. Música: Mark Isham. Edición: Melissa Bretherton. Elenco: Nicolas Cage, Pedro Pascal, Tiffany Haddish, Sharon Horgan, Neil Patrick Harris, Lily Mo Sheen, Paco León. Duración: 107 minutos. Distribuidora: BF Paris. Calificación: apta para mayores de 13 años con reservas. Nuestra opinión: muy buena.
El peso del talento, una de las películas más divertidas, ingeniosas y originales del año, sirve también como hoja de ruta para entender cuál podría ser el sentido virtuoso del funcionamiento de un metaverso en el mundo del cine. Algo que hasta ahora hace Marvel, presunto inventor de la idea, cuando tira a la parrilla toda clase de mundos paralelos simultáneos. Si alguien muere en la realidad X siempre puede renacer en la realidad Y. Como todo es relativo, al revés de lo que se supone, el número infinito de versiones de un héroe tiene sus problemas. Con tantos “yo” en juego, ¿cuál sería el verdadero o el legítimo?
El peso del talento, en el fondo otra película sobre un metaverso (que en este caso gira alrededor de una sola persona) trata de responder a este interrogante, empezando por la audaz ocurrencia de convocar con lógica de hierro a Nicolas Cage para que se interprete en la ficción a sí mismo. El resultado es una gran comedia de acción en la que el Nicolas Cage de la ficción converge e interactúa aquí todo el tiempo con el Nicolas Cage real.
Si la cosa funciona es sobre todo porque el auténtico Cage se ríe de sí mismo todo el tiempo y cuando lo hace muestra sus mejores cualidades como actor de cine. Puede que haya diferencias a primera vista entre el Cage más “prestigioso” (el que ganó el Oscar con Adiós a Las Vegas) y el que aparece en películas que parecen hechas sólo para que su protagonista reciba un suculento cheque. Pero cada una de ellas, en el fondo, resultan leves variantes de un único personaje, no muy diferente al Nicolas Cage de carne y hueso que trabaja de actor para hacerlas. Todo espectador frecuente del cine de Nicolas Cage tiene una impresión parecida. Y los que estamos acostumbrados a verlo comprobamos aquí que la falta de sutileza, en su caso, puede transformarse en una virtud.
La película juega todo el tiempo con los límites y las diferencias entre ambas dimensiones, la ficción y la realidad. El título original es la primera rúbrica de esta feliz auto-burla. Sugiere que Nicolas Cage enfrenta “el peso insoportable de un talento descomunal”. Un ego gigantesco que le hace creer al principio del relato que cualquier director prestigioso jamás debería dudar en convocarlo. La llave para hacerlo es la desmesura. Pasar en un instante de la normalidad al desborde, y de allí al lamento inconsolable cuando el objetivo no se alcanza. Todo dicho y hecho con gesticulaciones extremas, palabras elocuentes, teatralidad llevada al extremo. Y una discusión consigo mismo (con otra versión llamada Nick Cage) en el diván del consultorio terapéutico, inevitable destino en la vida de un artista divorciado que no se lleva bien con su esposa y menos con su hija adolescente.
Cuando el fracaso aparece y las cuentas se acumulan sin pagar, Cage acepta con resignación el millón de dólares que le ofrece el multimillonario español Javi Gutiérrez (Pedro Pascal, en su salsa) para ser el invitado estrella de su exclusivo cumpleaños en Mallorca. El anfitrión lo espera con el guión de una película que escribió especialmente para que Cage fuera el protagonista. Y también para seguir a pleno con sus negocios en el tráfico de armas. La CIA también lo sabe y por eso convoca a Cage para desenmascararlo.
Mientras más se interesa Cage en los proyectos que Javi le propone, más se involucra en su misión como agente encubierto de la CIA. Mucho más cuando su propia familia queda a merced de los villanos. A partir de ahí puede pasar cualquier cosa y la película lo muestra, solo que lo hace a partir del control preciso de todos los resortes y recursos de las buenas comedias de acción.
Cage es todo el tiempo un volcán a punto de estallar. Interpreta a un Nicolas Cage enérgico, vibrante, excesivo, malicioso, magnético. Actúa como si estuviese entregando una síntesis de sus grandes apariciones en el cine. Si hasta Gutiérrez tiene en su mansión un museo de Nicolas Cage. La película asume toda esa memoria, con referencias y guiños constantes a esa historia.
También logra que entremos con placer en ese juego. Cada vez que vemos actuar a Nicolas Cage como un personaje ficticio sentimos que varios de sus comportamientos pueden aplicarse perfectamente al retrato de un Nicolas Cage real. En definitiva, Cage es la estrella excluyente de su propio metaverso. Y con su película más “personal” (auto-homenaje, festejo, reflexión sobre el ejercicio mismo de actuar y de hacer películas) deja bien claro que el talento no le pesa para nada.
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