Estrenos de cine: El libro de los placeres es una versión con contraluces del texto de Lispector
El film de Marcela Lordy acierta con los climas y el erotismo presente en la obra de la escritora brasileña, no así con algunos diálogos muy enunciativos; brilla su protagonista, Simone Spoladore
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El libro de los placeres (Brasil-Argentina/2021). Dirección: Marcela Lordy. Guion: Marcela Lordy, Josefina Trotta (basado en el libro de Clarice Lispector). Fotografía: Mauro Pinheiro Jr. Edición: Rosario Suárez. Elenco: Simone Spoladore, Javier Drolas, Felipe Rocha, Gabriel Stauffer, Martha Nowill, Theo Almeida. Distribuidora: Cinetren. Duración: 100 minutos. Nuestra opinión: buena.
En una noche calurosa de verano, Lóri (Simone Spoladore) se aproxima a la orilla del mar y camina sobre el agua cálida. Las luces de los edificios se reflejan en el mar como pequeñas estelas que quieren alcanzar su cuerpo. Pero con el horizonte de fondo, apenas rojizo, Lóri vislumbra el nuevo amanecer mientras se sumerge entre las olas. Su respiración se agita y la cámara muestra su cuerpo en movimiento, en libertad, y se ríe sola mientras mira en silencio al cielo. Ese momento construido a partir de imágenes y sensaciones luego asume el corsé de la explicación, la puesta en palabras, la mención de dioses y epifanías. El libro de las imágenes consigue grandes momentos gracias a los cuerpos de sus personajes y la potencia de sus imágenes pero sus ataduras al texto de Clarise Lispector, que funciona como punto de partida, a veces convierten esa búsqueda visual en la carrera hacia una meta literaria fijada de antemano.
Lóri se ha mudado hace poco a Río de Janeiro; el departamento que ocupa era de su madre, lo habitan sus objetos y sus recuerdos. Lóri escapa de la provincia, de una familia estricta y controladora, hacia una libertad que todavía no es propia. Sus excursiones en la noche la conectan con amantes ocasionales, exacerban una incomodidad persistente, despliegan una existencia permeable a sus diversos estados de ánimo. La dirección de Marcela Lordy es inquieta e intuitiva, persigue -a partir de sus decisiones- el humor incierto de su personaje, la carga de ese pasado del que quiere emanciparse, la concepción de una resistencia que no sea prevista ni programática.
Lo consigue en sus escenas más libres, cuando un tucán ingresa por la ventana mientras Lóri enseña a sus alumnos de primaria, en una fiesta escolar cuya música se impregna del dolor y la furia contenidos, en el mar durante esa noche de verano. Pero en otras la palabra resulta una prisión, la necesitad de afirmar lo visto, de evitar cualquier desvío de sentido. El erotismo de Lispector se angosta cuando se lo explicita en declaraciones abiertas, en los contrapuntos evidentes entre Lóri y su hermano David –enclave de ese mandato familiar-, en las reflexiones esquemáticas con Ulises (Javier Drolas).
Ulises es un profesor universitario argentino con el que Lóri comienza una relación casual. Hay atracción y al mismo tiempo una competencia por tensar ese deseo con la conveniente preservación. El juego de espejos entre ambos es menos erótico que modelado sobre los temas que la película se propone tratar: el deseo individual sobre los mandatos sociales, la exploración del cuerpo frente a los designios de la mente. Frases como “además de esconder tu alma tienes vergüenza de tu cuerpo” o “necesito entender que amar no es morir” tiñen de obviedad una estética que buceaba en caminos realmente más fructíferos desde sus imágenes.
El trabajo interpretativo de Simone Spoladore, su entrega y vitalidad, es el que mejor comprende la materia del texto de Lispector, la carnadura de sus criaturas y sus pensamientos. Su extraño malestar y su goce sí trascienden el peso literario para hacerlos humanos y existentes allí donde aparecen.
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