Estrenos de cine: Clementina, una gran caja de sorpresas en forma de comedia absurda
A partir de esta noche puede verse en el Malba la película ganadora de la Competencia Internacional del último Bafici, con la pandemia y el encierro también como protagonistas
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Como suele ocurrir con las producciones de El Pampero Cine, Clementina es una enorme caja de sorpresas, grande y amplia por más que su trama llena de regocijantes momentos nacidos de situaciones absurdas transcurra casi todo el tiempo en espacios pequeños o minúsculos, por lo general llenos de obstáculos. Aquí también es posible la aventura.
Clementina, además, es la película ganadora de la competencia internacional del último Bafici que podrá verse a partir de hoy, todos los sábados a las 20, en el auditorio del Malba, Av. Figueroa Alcorta 3415, y también la primera experiencia como directores de Constanza Feldman y Agustín Mendilaharzu, a la vez responsables frente a las cámaras del mayor peso de esta historia porque son sus protagonistas.
En especial la mujer que le da el título a la película, personificada por Feldman, una profesora de gimnasia forzada en el pico de la pandemia a permanecer junto con su novio Guillermo (Mendilaharzu), que trabaja como docente, dentro del departamento porteño que alquilan ambos. La película se filmó entre el otoño y la primavera de 2020, en el momento más complicado del Covid-19 en la Argentina, y terminada en el otoño más reciente. Surgió como un corto, adoptó luego el formato ampliado de una serie de cinco episodios y se convirtió al final en un largometraje de una hora y 50 minutos.
Clementina es la que siempre está en movimiento, la dueña de casi todos los primeros planos, la que tiene que esquivar todos los objetos, adornos, elementos y materiales que se acumulan y agrupan en todos los rincones posibles mientras se habla de trabajos interminables, de materiales que no llegan, de albañiles que pasaron o están por pasar para completar tareas pendientes. Al principio desconocemos todo de ella, de su novio y de su entorno.
Cuando aparece finalmente la placa con el título de la película, debajo del cual se nos explica que veremos una “fantasía cómica” en cinco episodios, ya sabemos unas cuantas cosas: la pandemia condiciona o restringe del todo el movimiento de la gente en la calle, la casa en la que viven Clementina y Guillermo no tiene un resquicio libre para moverse (llegar hasta un balcón lleno de hojas amarillentas propias del otoño es un alarde de equilibrio para la protagonista) y que el hombre de la casa tardará en hacerse visible. Hablará en off para explicar que tiene que encerrarse para cumplir con sus clases vía Zoom o entrará fugazmente al cuadro de manera completamente borrosa.
La dueña absoluta del espacio es Clementina, que parece estar todo el tiempo buscando una vía de escape o de salida al recargado depósito de objetos en el que se convirtió su departamento. La expresión de su rostro, que ya fue comparada con el estilo de algunos grandes bufos del cine mudo, se llena de expresividad y significados cada vez que adquiere algún perfil que entra en simetría (involuntaria o deliberada) con alguno de los elementos dispersos o acumulados en la vivienda. El personaje nos lleva de inmediato al recuerdo de una línea de figuras históricas que en el cine siempre expresaron desde la comedia la eterna tensión entre el hombre y los elementos que lo rodean, de Jacques Tati a Jerry Lewis.
Ese mismo espíritu de comedia puede surgir de cualquier lugar y en cualquier momento: el tono de la voz en off de Guillermo que responde fuera de campo a las preguntas que Clementina hace en primer plano, los extraños sonidos producidos por algunos movimientos o desplazamientos, el modo en el que se manipulan ciertos objetos o los mismos rituales que nos acostumbramos a cumplir en tiempos de cuarentena. Barbijos, alcohol en gel, desinfectantes varios y distancia social también son protagonistas de esta comedia que parece atemporal en la mayoría de sus peripecias, pero está anclada en un tiempo y un lugar que no hace más que profundizar una cantidad infinita de complicaciones.
Clementina (la película y su personaje protagónico a la vez) hacen humor con los objetos, con la interacción entre lo que se vive en el interior de una casa en obra y su entorno (afectado a su vez por otros problemas, cortes de agua y de luz) y hasta con la música medieval que ilustra la acción. Esa banda sonora, integrada por composiciones originales de Gabriel Chownik (el gran artista musical del cine de El Pampero) y viejas grabaciones de grupos locales como Música Ficta, acompaña sin subrayados una idea general entendida como divertimento. El juego se completa con la referencia a Lancelot du Lac, la película de Eric Rohmer que en un momento la pareja protagónica sigue desde un viejo VHS.
El escenario se amplía cuando Clementina debe salir de su casa (y del encierro) para ocuparse de otra vivienda que también está en obra. O al final, cuando una inesperada mudanza altera todavía más el equilibrio entre los elementos mientras ingresan en el cuadro otros personajes inesperados e imprevisibles, como una experta en traslados de muebles y enseres de extrañísimo acento ruso.
Además de sus momentos divertidos, casi todos inesperados e imprevistos, Clementina (la película) nos habla todo el tiempo de la necesidad de buscar la armonía en medio del desorden y de encontrar la nota musical adecuada (o al menos posible) entre el ruido. También, como en la tradición de las grandes comedias, nos dice que la gracia puede surgir de las situaciones y los momentos más insólitos.
En cuanto a Clementina (el personaje) lo más interesante es su talento para encontrar siempre un nuevo punto de equilibrio y un lugar en el cual apoyarse para salir de una situación de encierro. En estas circunstancias, la película nos dice que no parece haber nada peor para la condición humana que quedarse quieto.
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