Casi muerta es una despareja comedia sobre disfrutar de la vida hasta sus últimas consecuencias
Si bien comienza como una película incorrecta, entregada de lleno a una ironía salvaje, el film protagonizado por Natalia Oreiro como una mujer que solo tiene treinta días de vida y decide cumplir con todos sus deseos, termina ubicándose en un registro melodramático que la apaga y del que le cuesta salir
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Casi muerta (Argentina-Uruguay/2023). Dirección: Fernán Mirás. Guion: Beatriz Carbajales, Rodrigo H. Vila, Fernán Mirás. Fotografía: Daniel Ortega. Música: Emilio Kauderer. Edición: Ariel Frajnd. Elenco: Natalia Oreiro, Diego Velázquez, Paola Barrientos, Ariel Staltari, Violeta Urtizberea, Alberto Ajaka, Vivian El Jaber, Filippo Carrozza. Duración: 105 minutos. Calificación: apta para mayores de 13 años. Distribuidora: UIP. Nuestra opinión: regular.
Mientras se encuentra en una concesionaria a punto de comprar su primer auto, María (Natalia Oreiro) cae desmayada. El diagnóstico es una miocarditis viral que la deja con las horas contadas, y preocupa a su grupo de amigos de toda la vida: Paula (Paola Barrientos), Lucas (Ariel Staltari) y, especialmente a Javi (Diego Velázquez). Sucede que con este último había quedado una historia de amor pendiente cuando él se fue a vivir a Uruguay, donde rehizo su vida con nueva novia (Violeta Urtizberea).
A partir del incidente, y con un mes como fecha tope para que ocurra lo peor, María se dispone a vivir sus últimos 30 días de vida a pleno, sin rendirle cuentas a nadie, tomando las mejores y peores decisiones que se le puedan ocurrir. Incluida la de retomar aquel flechazo inconcluso con su amigo quien, aparentemente, parece corresponderle.
Como ya había sucedido con Re loca, la nueva película de Natalia Oreiro es también una adaptación, esta vez de la comedia española Bypass (2012). Ese híbrido que supone tomar el esqueleto del original y transformarlo en un producto afín al gusto local por momentos funciona, y en otros no termina de conformar, incluso a la mirada más indulgente.
Cuando la comedia toca sus puntos más altos es cuando apuesta al humor negro. La escena en la funeraria (una de las primeras) y el posterior traslado del féretro elegido auguraban una película incorrecta, entregada de lleno a una ironía salvaje. Sin embargo, conforme avanza Casi muerta se ubica en un registro melodramático que la apaga y del que le cuesta salir. Cada tanto hay alguna que otra pincelada de irreverencia, pero no dura lo suficiente como para darle identidad al conjunto.
A lo anterior se suman algunas ideas que nunca terminan de desarrollarse (la lista de pendientes, la ganas de Lucas de ser padre a toda costa, la relación de Paula con su marido e hijo), promisorios enunciados que terminan resolviéndose a las apuradas, o ni siquiera eso.
Después de su muy logrado e infravalorado debut como realizador en El peso de la ley, Fernán Mirás se muestra como un director más sólido, aun cuando por momentos cae en la trampa de resolver de manera más eficiente que creativa, en concordancia con el tono general de la narración y del trabajo del elenco. Oreiro carga con el peso de tener que pasar de la tristeza a la burla, de la resignación a la rebeldía, en un papel complejo que por momentos la desborda y la hace trastabillar en sus intenciones de hacer llorar y reír al mismo tiempo. Algo parecido a lo que le sucede a Velázquez, incluso cuando su rol es menos exigente. Paradójicamente, quienes lidian con roles menores son aquellos que más y mejor se destacan, especialmente Violeta Urtizberea y Vivian El Jaber.
Desde su prólogo a su conclusión, Casi muerta deambula por un terreno repleto de desniveles, lo suficientemente pronunciados como para quedarse a mitad de camino entre lo que pudo ser y lo que es. Cuando apuesta a la sensibilidad entrega un producto acorde a sus intenciones de ser una comedia entretenida y liviana; cuando cae en la sensiblería, no tanto.
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