Estático y tenso film que agita miedos actuales
"Enlace mortal" ("Phone Booth", EE.UU./2002, color). Dirección: Joel Schumacher. Con Colin Farrell, Kiefer Sutherland, Forest Whitaker, Radha Mitchell, Katie Holmes, Paula Jai Parker, Arain Ash, John Enos II. Guión: Larry Cohen. Fotografía: Matthew Libatique. Música: Harry Gregson-Williams. Edición: Mark Stevens. Presentada por Fox. Duración: 80 minutos. Sólo apta para mayores de 13 años, con reservas.
Nuestra opinión: regular
Es todo un alarde de seguridad en sí mismo el que hace Joel Schumacher al afrontar una historia que transcurre prácticamente en un solo escenario, y tan limitado como puede serlo una cabina telefónica y sus proximidades. En ese reducto mínimo queda atrapado un agente de relaciones públicas tan fanfarrón como embustero cuando, maquinalmente, atiende el llamado del teléfono y oye la voz de un francotirador anónimo que lo tiene en la mirilla de su rifle y se dice dispuesto a hacerle pagar con la vida sus engaños y traiciones.
Ese vengador anónimo y sin rostro tiene (además de mucho tiempo libre y una privilegiada ubicación para ver y oír todo lo que sucede en la cabina de la calle 53) sus razones "morales" para actuar como lo hace: ya ha aplicado el mismo radical escarmiento a otros dos hombres -un estafador, un pornógrafo- cuyos delitos descubrió atendiendo a sus conversaciones. Ahora ha decidido que los pecados de Stu (en especial la infidelidad conyugal que estaba a punto de cometer con una joven aspirante a estrella) se han hecho merecedores de castigo.
Toda la tensión del film se alimenta del miedo que genera en el protagonista la constante amenaza del verdugo invisible. Es una situación única: el condenado encerrado en su jaula de cristal y cumpliendo paso a paso las exigencias de ese "justiciero" que pronto le demuestra que sus bravatas no son vanas y lo obliga a confesar públicamente sus fraudes. Ya todo el barrio está colmado de policías, además de curiosos y cámaras de TV ávidos de espectáculo, pero casi todos, por lo menos durante la mayor parte de la acción, ignoran dónde reside el verdadero peligro: las armas y las miradas apuntan a Stu, a quien condenan las apariencias. Siniestra paradoja para un hombre que ha vivido aprovechándose de ellas.
La idea, que no ha descuidado su efecto comercial al agitar el sentimiento de paranoia que acosa a buena parte de la sociedad norteamericana y tocar temas tan actuales como la pérdida de la privacidad (sin olvidar la creciente adicción al teléfono celular), promete mucho más de lo que la poco consistente construcción dramática de Larry Cohen está en condiciones de ofrecer.
Para disimular la monotonía a que irremediablemente conduce el extensísimo diálogo entre el personaje que está en pantalla y la voz en off del que amenaza no basta con arribar a un clímax dramático cada cuatro o cinco minutos: ese recurso también se vuelve redundante y permite que el espectador vaya descubriendo baches e incongruencias de una historia colmada de situaciones poco creíbles. (Cuando el suspenso atrapa, cualquier incoherencia suele pasar inadvertida hasta que llega el final.)
Schumacher (director de "El cliente", "Batman y Rob" y "Un día de furia") hace acrobacias con su cámara para lograr diversidad de ángulos, varía la distancia, multiplica los puntos de vista dividiendo la imagen en diversos cuadros simultáneos y hace lo imposible por ocultar el estatismo y la redundancia.
Si lo consigue (en contadas ocasiones) es, sobre todo, porque cuenta con un actor tan carismático y convincente como el irlandés Colin Farrell, que defiende con entrega y oficio un compromiso abrumador: está prácticamente todo el tiempo en pantalla, y buena parte de él sosteniendo diálogos repetidos con el anónimo dueño de una voz (Kiefer Sutherland) que quiere ser amenazante y sarcástica y que por obra de la reiteración puede volverse tediosa.
Quizás el relato, que dura apenas una hora y veinte minutos y cuyo estreno fue postergado varios meses a raíz del caso de los francotiradores de Maryland, habría encontrado una resolución más compacta de habérselo ceñido al formato de un unitario de TV.
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