Escenas de la vida conyugal: el mayor éxito de Ingmar Bergman que paralizó a Suecia a su estreno e hizo crecer la tasa de divorcios en su país
Profundamente autobiográfica, la miniserie de 1973 tuvo como protagonistas a Liv Ullman y Erland Josephson y luego se convirtió en una película y una obra de teatro; mañana, HBO estrena una remake en inglés, Secretos de un matrimonio, protagonizada por Jessica Chastain y Oscar Isaac
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Fue una miniserie cuyo inusual éxito la llevó al cine y al teatro, y 47 años más tarde con el auge de las plataformas vuelve a su formato original. Pero todo eso es posible porque detrás de cada revisita, de cada nueva adaptación, está detrás el enorme Ingmar Bergman con el poderoso guion de Escenas de la vida conyugal, como se conoció aquí a Secretos de un matrimonio, título bajo el cual HBO estrena este domingo, a las 21, el primer capítulo de una remake protagonizada por Jessica Chastain y Oscar Isaac (también disponible en HBO Max) en los papeles que dejaron marcados a fuego en la retina la noruega Liv Ullmann y el sueco Erland Josephson bajo la lente del legendario maestro sueco. En 1973, Suecia contaba con poco más de ocho millones de habitantes: la mitad de ellos siguió la miniserie. “Los cines podían cerrar esas noches, las calles estaban desiertas, tuve que cambiar de teléfono… ¡me convirtieron en una especie de consejero matrimonial!”, confesaba el realizador.
Bergman ya era toda una celebridad mundial cuando decide llevar a cabo su proyecto más ambicioso en el campo televisivo, al que había brindado desde 1957 la adaptación de varias piezas teatrales como la inicial Llega el señor Sleeman, que realiza casi en paralelo a la concreción para la pantalla grande de dos hitos de su cinematografía como El séptimo sello, presentada en Cannes, y Cuando huye el día, que tuvo estreno a fines de ese mismo año en Estocolmo.
Por eso cuando el 4 de mayo de 1972, Dagens Nyheter anunció el contrato para la realización de una miniserie dirigida por Bergman, la novedad se siguió con expectativa mundial. Bergman demoró tres meses en concretar el guion de los seis episodios de casi cinco horas que luego serían rodados durante dos meses en la cotidianeidad de la isla de Färo, hogar del director. Pero el proyecto no fue fácil a nivel presupuestario, dado que Bergman contaba con un tercio del presupuesto con el cual había filmado Gritos y susurros pero para contar una historia con una duración tres veces mayor (la película no está disponible en streaming en nuestro país; apenas puede hallarse una copia en baja calidad en YouTube). El estudio de filmación medía 6 metros por 12 metros y era en realidad un galpón reconvertido.
El éxito posterior significó que la inversión de tan sólo 150.000 dólares terminara recaudando mucho más de medio millón gracias a la astucia de Lars-Owe Carlberg para Cinematograph AB. Las instantáneas de rodaje muestran la marcación directa que hacía Bergman a sus actores -que siempre tienen el grueso libreto entre manos- acompañado de cerca por el gran Sven Nykvist, quien fotografió la puesta en escena para el formato de 16mm para ahorrar costos. La TV por entonces no requería alta definición. “En primer lugar, quizás debería decir que se trata de seis obras realizadas para televisión. Así que no se trata de un guion cinematográfico. Hacer una película. Sea lo que sea, no es una película”, escribía en la introducción al guion el propio director.
La historia que cuenta Escenas de la vida conyugal no es otra que la de la disolución de un matrimonio, el establecido entre Marianne, abogada especializada en derecho civil, y Johan, profesor de psicología, quienes aparentan tener una relación perfecta hasta que los conflictos salen a la luz. En su dramaturgia, Bergman se vale de esta línea argumental muy transitada en la TV para desarrollar una vibrante reflexión sobre las preguntas básicas del vínculo humano: ¿qué es el amor? ¿cómo se manifiesta? ¿cuándo estamos en soledad? ¿por qué necesitamos a otra persona? ¿de qué nos enamoramos o, mejor dicho, de quién? ¿puede sobrevivir el amor a la felicidad? ¿puede existir más allá de la pasión?
“La primera escena que escribí era muy personal y dura. Me sigue atormentando cuando pienso en ella”, confesaba Bergman a Marie Nyreröd en el documental Bergman y el teatro. “Yo estaba en Estocolmo, me había enamorado de una chica que se llamaba Gun. Estaba enamorado de ella pero tenía cuatro hijos y una mujer en Gotemburgo. Y se dio que Gun tenía que viajar a París y entonces… es que es horrible… el día antes de que me fuera a París bajé a Gotemburgo. Y recuerdo que Ellen se puso contentísima de que hubiera llegado a casa antes de lo esperado. Yo ni me quité la chaqueta, me senté en la cama y le conté todo lo de Gun”, confesaba a cámara cuatro años antes de su muerte, demostrando con contundencia algo de lo que se hablaba desde el momento del estreno de la miniserie: el cruce entre realidad y ficción no estaba sólo dado por el paradisíaco entorno en el que el cineasta vivía y trabajaba. La tercera escena de la serie -la primera que Bergman escribió para el proyecto- se ajustaba casi palabra por palabra a su siempre accidentada biografía sentimental.
Pero como si el cine se tratara de un espejo que devuelve una y otra vez la imagen personal, iluminada o ensombrecida de acuerdo a los reflejos del tiempo, Bergman también había llegado al fin de su relación con Liv Ullmann y ya se había vuelto a casar con Ingrid von Rosen, quien sería su última esposa. Parte de esa aún frágil amistad se reflejaba en el set donde comenzaron las grabaciones un 24 de julio de 1972, cuando la actriz vio a la nueva mujer del director cruzar el set usando sus botas. El calzado había quedado olvidado en la casa de Bergman. Al descubrir el detalle, se desencadenó en el set un drama acorde al que sucedía en la pantalla.
Ullmann, que da vida a Marianne en la miniserie, era parte del universo Bergman desde su protagónico en Persona. Sustituyó en el corazón del artista a Bibi Andersson, quien había desplazado por su parte a su homónima Harriet. En paralelo, Bergman estaba casado con la pianista Kabi Laretei, con quien tuvo a su hijo Daniel. El partenaire de Ullmann, Erland Josephson, quien compone a Johan el adúltero marido de Marianne, era parte de la filmografía bergmaniana desde 1946 con Llueve sobre nuestro amor, aunque sin aparecer en créditos, teniendo su primer papel relevante en La hora del lobo como el barón Von Merkens. Otro tanto sucede con Bibi Andersson, que en el primer episodio interpreta a Katarina, casada con Peter, otro de los disparadores de la crisis conyugal de la pareja protagónica. Para su marido en la ficción -el actor Jan Malmsjö- Escenas de la vida conyugal constituyó su primera vez a las órdenes de Bergman, pero no sería la última: casi una década más tarde encarnará al obispo Edvard Vergérus para otra exitosa serie convertida en película, Fanny y Alexander (disponible en Qubit.tv).
Los seis episodios de Escenas de la vida conyugal, presentados en la pantalla grande en una versión reducida de 278 minutos a 154, dan cuenta ya desde su título del abismo vincular que retratan: “Inocencia y pánico”, “El arte de meter asuntos bajo el tapete”, “Paula”, “El valle de lágrimas”, “Los analfabetos” y “En plena noche en una casa oscura”, con un epílogo que devuelve la acción muchos años después del comienzo de la trama. La velocidad con la cual Bergman completaba cada episodio hizo que el rodaje estuviera terminado el 3 de octubre de 1972. Pocos meses después, la emisora sueca TV2 estrenó la ficción: las crónicas de la época la relacionaban con un crecimiento en la tasa de divorcios en ese país -donde es legal desde 1915- y el hecho de que el tiempo de espera promedio para recibir terapia de parejas en Estocolmo creció de tres semanas a tres meses.
Escenas de la vida conyugal fue su obra más vista mundialmente y tuvo su correlato en la escena teatral, estrenada en Munich en 1981, dirigida por él mismo. En la Argentina se recuerda la memorable puesta que protagonizaron Alfredo Alcón y Norma Aleandro. Aleandro luego dirigiría la última versión realizada en Buenos Aires, que contó con los protagónicos de Ricardo Darín y Erica Rivas, luego reemplazada por Andrea Pietra.
Bergman no pudo despegarse nunca de sus personajes de Escenas de la vida conyugal. Peter y Katarina, el matrimonio amigo que se pelea en una cena en el primer episodio, reaparecieron en De la vida de las marionetas, estrenada en 1980. Otra suerte de continuación se dará en la última película del realizador, Saraband: “¡Soy un kamikaze! Es demencial que haya vuelto a meterme en esto. Acabo de cumplir 84 años. Erland padece mal de Parkinson desde hace tres años y fue operado de dos coágulos en el cerebro. Liv tiene problemas cardíacos. Börje se rompió el tendón de Aquiles. Julia y yo somos los únicos con buena salud en todo el equipo: la más joven y el más viejo. Varias personas quisieron venir a filmarnos durante el rodaje. Parece que todos creen que me moriré durante la filmación”, decía con su habitual humor negro Bergman a la revista británica Sight & Sound al encarar el rodaje en 2003, con los mismos actores y los mismos personajes.
El cineasta nunca reconoció que se trataba de una continuidad de la historia. Aunque las versiones se sucedan y cambien los formatos, subyace el legado bergmaniano en cada aproximación al genio, que como ningún otro expuso con enorme lucidez el desamor y la aridez verbal al que se asoma el alma humana en el abismo.
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