Eric Lartigau: “Casi todas mis películas parten de la familia, un territorio fértil para la ficción”
En 2014, La familia Bélier se convirtió en la sorpresa de la temporada de premios en Francia y también en una de las películas más vistas de ese año. Con seis nominaciones al César y un importante éxito internacional, el nombre de su director, Éric Lartigau, se asoció a la odisea de una joven estudiante que descubría su talento para la canción al mismo tiempo que dirimía sus lealtades familiares. Paula Bélier era el lazo de comunicación de su familia –todos sordomudos y granjeros en el seno de la Francia rural- con el exterior, y su posible ida a París no solo representaba el horizonte de la independencia sino también una aguda crisis familiar. Sin lágrimas ni lamentaciones, la película consiguió el tono ideal gracias a la perfecta interpretación de la Louane Emera –concursante del programa La Voz en Francia y ganadora del premio Revelación en los César- y al talento de Lartigau para convertir a la comedia en el mejor camino hacia la exploración del deseo y la reflexión sobre la fama. Es ese el territorio al que regresa en su nueva película #TeSigo, protagonizada por el comediante francés Alain Chabat (El gusto de los otros) y la actriz surcoreana Doona Bae (Sense8, Kingdom).
“La comedia siempre está en la frontera con el drama, sin nunca cruzarla. Allí radica su ventaja. Yo no quería convertir a Stéphane en un personaje introvertido, angustiado. Quería mostrar que él está conforme con su vida, cree que todo está bien. Puede reírse y de repente recibir un llamado que lo cambia todo”, cuenta Lartigau en una entrevista exclusiva con LA NACION a propósito de la presentación de la película en la muestra francesa Rende-vouz with French Cinema y el estreno local en el Cinemark Hoyts on line. Ese bienestar aparente es el que define el comienzo de #TeSigo, en el que descubrimos la vida del chef Stéphane Lucas (Chabat) en su soñado paraje del País Vasco francés. Allí pasa los días, conversando con los clientes de su restaurant, sosteniendo la tradición heredada de su padre en las pinturas que animan las paredes de su casa, descubriendo árboles añosos, guarniciones perfectas, noches de celebración. Sin embargo, el encuentro fortuito con una joven coreana vía Instagram le revela que hay otra realidad posible al otro lado del mundo, en el corazón mismo de Seúl, y solo tiene que arriesgarse a descubrirla.
El guionista de #TeSigo es nuevamente Thomas Bidegain, con quien Lartigau había colaborado en La familia Bélier. “Con Thomas somos amigos, nos conocemos desde hace tiempo, y siempre tuvimos una escritura muy rica en conjunto. Sentí que era la persona adecuada para trabajar en este proyecto: la historia de alguien que se pierde al principio para encontrarse al final”, asume el realizador. Bidegain fue guionista de directores como Jacques Audiard (Un profeta, De óxido y hueso, Dheepan), Nadine Labaki (¿Y ahora a dónde vamos?), Joachim Lafosse (Perder la razón), Bertrand Bonello (Saint Laurent), entre otros. Sus historias, sobre todo en colaboración con Audiard, siempre estuvieron signadas por entornos hostiles, cambios abruptos de vida, desplazamientos permanentes. Junto a Lartigau la estructura narrativa se tornó circular, y tanto en La familia Bélier como en #TeSigo los personajes se despliegan en sus lazos afectivos; ya no son solitarios errantes sino que se descubren encerrados en una vida amable y confortable que de pronto revelará sus huecos.
Stéphane tiene dos hijos ya adultos. Uno de ellos se casa al comienzo de la historia y en la fiesta queda en claro que la relación con su padre es distante y poco comunicativa. El otro asoma como su discípulo y heredero del restaurant, aunque es algo esquivo por los silencios y los desencuentros que parecen haber marcado la relación en el último tiempo. “Casi todas mis películas parten de la familia, porque siempre he creído que es un territorio fértil para la ficción. Siempre pasan cosas, siempre hay conflicto. En La familia Bélier era más explícito, el dilema central para Paula estaba en la relación con sus padres, en la dependencia de la comunidad cerrada que habían formado. En #TeSigo la relación con los hijos nos permite entender la personalidad de Stéphane. Uno de ellos vive algo que su papá va a descubrir y que nunca sospechó. Ahí vemos cómo uno puede pasar al lado de algo importante sin verlo. Y con su otro hijo, quien trabaja con él en el restaurante, tiene una relación paternal pero muy torpe. Lo que me interesaba era que, pese a transitar todas las etapas de la incomprensión, padre e hijos siguen tratando de entenderse, y ese intento lleva a Stéphane a poder pensar de otra manera”, explica.
Lartigau ha trabajado con numerosas estrellas del cine francés. Con Catherine Deneuve, Romain Duris, Charlotte Gainsbourg, Bernadette Lafont, Guillaume Canet, André Dussolier, Jean Dujardin y, por segunda vez, con Alain Chabat, a quien había dirigido en Mi novia Emma (2006). “A Alain lo conozco hace mucho, y ya habíamos trabajado juntos con Charlotte Gainsbourg en una comedia sobre el amor y la soltería. En cambio, nunca había trabajado con Doona Bae, a la que conozco desde hace diez años por intermedio de Nicolas Ghesquière, el diseñador de Vuitton y Balenciaga. Me parece una actriz extraordinaria, muy versátil, capaz de hacer rutinas de peleas acrobáticas y también de conseguir un tono intimista. Además, sentí que tenía ese don para la comedia que necesitaba”, dice. Bae da vida a la joven Soo, una ejecutiva de Seúl que conoce a Stéphane a través de Instagram y comienzan un coqueto virtual. Las fotografías de los árboles, de los atardeceres en el campo, de los viajes por las rutas francesas que publica Stéphane se convierten en una ventana a ese mundo para Soo, el que ella vislumbra como una secreta voyeur, hasta que su enamorado virtual se decide a ir a visitarla.
Todas las películas de Lartigau cuentan la historia de un cambio de vida para el cual los protagonistas ensayan una forma de reinvención. Se deciden a ser otros, verdaderos o impostores. En El hombre que quería vivir su vida (2010), basada en una novela de Douglas Kennedy, Paul Exben (Romain Duris) es un abogado exitoso que parece tenerlo todo: una casa en los suburbios, una familia modelo, la promesa de un estudio a su nombre cuando su jefa y mentora (Deneuve) decide convertirlo en su heredero. Sin embargo, cuando descubre que su mujer lo engaña, se decide a perseguir la vida que estuvo postergando, a rasgar esa impostura del éxito que lo condujo al fracaso matrimonial y también al asesinato. La nueva vida para Paul es la de la mentira, una identidad nueva en otro país, el arte postergado, el sueño cumplido. Pero es lo que hay detrás de esa reinvención lo que siempre parece perseguirlo, lo que le recuerda el camino de la culpa y el anhelo de la redención.
En La familia Bélier, Paula también parece querer reinventarse. Ser algo más que el lazo que une a sus padres con el mundo de las palabras, una adolescente enamorada, una cantante en ciernes. Ese descubrimiento del talento como un hallazgo imprevisto se convierte también en temor, en traición, en conciencia del abandono. Ser “otros” implica dejar de ser quien era, dejar a quienes fueron todo su mundo, a quienes sacudió del silencio. En los vericuetos de ese mundo familiar también se dirime la identidad de Paula, el descubrir la experiencia de la música con otros sentidos, la pertenencia a una comunidad, el amor más allá de dependencia. Y algo de ello reaparece en la vida de Stéphane cuando pone por primera vez “estoy aquí” en una publicación de Instagram. ¿Dónde está ahora? ¿En Seúl tras la pista de Soo? ¿En esa burbuja que resulta el aeropuerto de Incheon, con sus infinitas atracciones, con sus días circulares, con su tiempo cautivo?
“Lo que me interesaba transmitir en las escenas del aeropuerto de Incheon era la idea de ciudad pero al mismo tiempo la sensación de que es solo un lugar de pasaje constante, gente que va y viene, un espacio de tránsito en el que no se pueden hacer contactos. Stéphane logra establecer relaciones con algunas personas, con el peluquero, con la mesera de un restaurante, siempre en paralelo con gente que llega y se va. Esta diversidad de gente desconocida es interesante porque lo guía a encontrarse con él mismo”, señala el director. Es allí donde Stéphane parece ser otro, un enamorado que espera, un cocinero francés, un turista entusiasmado. La condición de residente en un lugar de paso y esas identidades múltiples y transitorias que va formando proponen una curiosa reflexión sobre la fama en tiempos de redes sociales, sobre la constante exposición de la vida privada, sobre los anhelos que se proyectan en esas imágenes sueltas en las pantallas. “Mis hijos, de 12 y 16 años, todo el tiempo me muestran videos de Instagram o TikTok que tienen 15 millones de visitas en cinco días. El derrotero virtual de Stéphane me permitió explorar eso que pasa cuando todos los países del mundo se puedan conectar al mismo tiempo con un video en particular. La fama instantánea que surge, que agobia, y luego desaparece como si nunca hubiera existido. Stéphane se convierte en una pieza más de ese juego. Se inventa un mundo, tiene miles de seguidores y con ello pierde un poco su objetivo inicial que era el encuentro con esta mujer, esa vida que había proyectado”.
La película fue filmada en el otoño boreal del 2018 y luego se continuó en la primavera siguiente, para captar las imágenes de los cerezos florecidos que aparecen en los parques de Seúl al final de la película. La primera parte transcurre en el país vasco francés, en espacios abiertos y verdes, bajo la luz diurna. La segunda nos lleva al aeropuerto, a sus espacios cerrados y artificiales, a sus colores metálicos y sus luces de neón. “El contraste entre los lugares me pareció clave para reflejar las contradicciones del personaje, el encierro pero a la vez el desorden interno. La tercera y última parte decidí ambientarla en la ciudad de Seúl, con su arquitectura ultramoderna, sus calles abarrotadas, el movimiento de los mercados, pero también sus ambientes alejados de la urbe, los senderos llenos de árboles en pleno florecimiento, la invitación al encuentro”.
La experiencia de #TeSigo es tanto la del personaje, su anhelo de descubrimiento, su arrojo a esa vida imaginada, como también la de ese mundo que lo rodea, que lo lleva de Francia a Corea, en un viaje real y también interno, ese que siempre creemos que nos espera.
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