Érase una vez en Hollywood: qué aporta la nueva novela de Quentin Tarantino a la película estrenada en 2019
El cineasta y guionista debuta en la ficción literaria expandiendo el universo de su último film, contando las historias de sus personajes y desplegando su fanatismo por el cine y la televisión de su infancia
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“Hollywood 1969… ¡tendrías que haber estado ahí!”. La frase precede el título en la portada de la edición norteamericana de Érase una vez en Hollywood, la novela de Quentin Tarantino, recientemente publicada en la Argentina por Random House Mondadori. Más allá de su estilo publicitario de otra época, es un perfecto resumen de lo que el autor quiso hacer tanto con este libro como con la película homónima de 2019: llevar al espectador/lector a ese tiempo y ese lugar. Conjurar la magia del momento en el que el pequeño Quentin, que creció cerca de donde suceden los hechos que relata, quedó prendado para siempre del mundo del cine y la televisión.
El combo que ofrece Tarantino es irresistible. Había una vez... en Hollywood es una de sus mejores películas, un compendio de sus obsesiones de la cultura pop, narrado con la maestría de un director talentoso en su madurez artística. Lo cual es mucho decir para un cineasta que con Perros de la calle y Tiempos violentos creó un nuevo estilo, imitado hasta el hartazgo pero no igualado, cuando tenía entre veintipico y treinta años.
La novela basada en la película es una oportunidad para ampliar las historias de sus protagonistas: el actor en crisis Rick Dalton, su doble de riesgo devenido en asistente y la actriz Sharon Tate. Pero también para adentrarse en las intimidades del clan Manson, recuperar el recuerdo de figuras no tan conocidas de Hollywood, y agregar detalles a ese universo de Los Ángeles, 1969, construido a base de recuerdos propios, datos encontrados y una imaginación frondosa, que le permite borrar de la historia al espeluznante crimen que le puso fin a la década hippie.
En este caso, no vale la pena juzgar si el libro es mejor que la película o viceversa. Son dos obras complementarias, en las que el mismo autor aprovecha las características de medios muy distintos para darle varias dimensiones y completar una misma narración. El resultado es fascinante. La banda de sonido de la película, que se puede escuchar en Spotify, compuesta por canciones y avisos publicitarios que se emitían en las radios de Los Ángeles en esa época, seleccionados por Tarantino, terminan de redondear el viaje nostálgico que propone el director. Bienvenidos al universo multimedia de Érase una vez en Hollywood.
Un cineasta con talento para las palabras
Basta escuchar un diálogo de las películas escritas y dirigidas por Tarantino para darse cuenta de que tiene talento para poner sus pensamientos en palabras. La discusión sobre el verdadero significado de la canción de Madonna “Like a Virgin” al principio de Perros de la calle o el intercambio sobre hamburguesas entre los mafiosos encarnados por John Travolta y Samuel L. Jackson en Tiempos violentos, llamaron la atención cuando se estrenaron sus primeras películas y se convirtieron en uno de los pilares de su estilo, junto con la violencia explícita, el humor y las bandas de sonido que todos querían tener en CD. Aún en un formato tan espartano como el guión cinematográfico, Tarantino se revela como un escritor que sabe evocar imágenes y sonidos en palabras.
Su salto a la prosa era cuestión de tiempo, sobre todo, teniendo en cuenta que el propio guionista y director confesó en entrevistas sus aspiraciones de novelista. Lo sorprendente de su primera incursión en la ficción literaria es que esté basada en una de sus películas.
O tal vez no es tan sorprendente. Tarantino es fanático de las novelizaciones, es decir, las adaptaciones de películas a novelas. Aunque no son tan comunes como el traslado de una obra literaria a la pantalla, las novelizaciones existen desde el cine mudo y tuvieron su apogeo entre los 60 y 70. Antes de la llegada del VHS, las películas solo podían verse después de su estreno en los cines de reposición o en la televisión (en ambos casos, había que atenerse al día y horario en el que estuvieran disponibles). La novelización era una forma en la que el público podía revivir aquella película que tanto había amado. El éxito de este género era tal que cuando Paramount compró el guión de Love Story, le encargó a Erich Segal que escribiera una novela basada en su propio guión y la publicó antes del estreno de la película, logrando un enorme éxito comercial en ambos formatos.
La idea de escribir una novelización de su película atraía a Tarantino, según él mismo contó en entrevistas, pero pronto se dio cuenta de que podía hacer mucho más con Érase una vez en Hollywood. El material era ideal para experimentar con él en prosa: múltiples personajes, característica propia de sus películas, y una trama muy fluida, en la que más que avanzar la historia y contar ciertos hechos, lo que importa es crear un clima, evocar una época, un lugar y ciertos tipos de personajes, ya sean reales o ficticios.
Todo lo que siempre quiso saber sobre Cliff y Rick y nunca se atrevió a preguntar
Siguiendo la misma estructura de la película, que va intercalando escenas de unos y otros personajes, el autor dedica cada capítulo a uno de sus protagonistas o a irse por una tangente inesperada, como contar todo el episodio piloto de Lancer, el trabajo que Rick Dalton está haciendo en esos primeros meses de 1969. Las dos horas y cuarenta minutos de película no fueron suficientes para que Tarantino pudiera desplegar las historias pasadas de sus personajes, explicar en detalle las ambiciones musicales de Charles Manson, su relación con el productor Terry Melcher que lo llevó a la casa de Cielo Drive en la que sus secuaces cometerían uno de los crímenes más infames de la historia; y adentrarse en la psiquis de las chicas jovencísimas que atraía a su culto, deteniéndose en especial en Debra Jo Hillhouse (que protagoniza uno de los capítulos más aterradores del libro) y la famosa Squeaky y su “misión” de mantener tranquilo a George Spahn, el anciano dueño del rancho en el que el clan vivía gratis.
La información nueva que se incluye en el libro cambia la percepción de los personajes, aun cuando estos tienen un buen desarrollo en la película. Tal vez el que más cambia ante los ojos del espectador que se enfrenta con las revelaciones de la novela es Cliff Booth. El doble de acción interpretado por Brad Pitt está tratado con cierta ambigüedad en la película: ¿Realmente asesinó a su esposa? ¿Por qué lo provoca a Bruce Lee para pelear con él? ¿No quiere tener sexo con la adolescente hippie por una cuestión moral o solo teme ir a la cárcel? La dirección de Tarantino y la interpretación de Pitt lo dejan al criterio del espectador. Hay pistas, pero dejan un espacio para la interpretación.
En el libro no hay dudas sobre las oscuridades en el pasado de Cliff. Es un héroe de guerra que también carga con varios asesinatos de los que salió impune; disfruta de seducir a casi cualquier mujer y consideró convertirse en proxeneta; solía dedicarse a golpear actores que no son muy queridos en el set; y (¡sorpresa!) es un cinéfilo sofisticado, interesado en las vanguardias cinematográficas europeas de los 60 y fan de Kurosawa. La complejidad del personaje es aún más fascinante en el libro, pero no puede atribuirse a un fracaso de la película en su retrato. El Cliff de la pantalla funciona perfecto dadas las limitaciones del medio, desde el tiempo disponible hasta las objeciones posibles de la estrella que lo interpreta. La novela le agrega otra dimensión, dándoles el gusto a Tarantino y a los espectadores que se quedaron con ganas de saber más.
Entrelazada con la historia de Cliff está la de Brandy, la perra que demuestra una obediencia total a la hora de esperar su comida, en una de las escenas de la película, y luego despliega su capacidad de ataque cuando se enfrenta junto a su amo a los intrusos del clan Manson, en la casa de Rick. En el capítulo dedicado a ella, se cuenta cómo llegó a la vida de Cliff y cómo pasó de participar en cruentas peleas de perros a ser la compañera fiel del doble de riesgo.
Por supuesto que Rick Dalton, el actor interpretado por Leonardo Di Caprio en la película, tiene sus propios capítulos que se internan en sus preocupaciones con respecto a su carrera, en un retrato de sueños cumplidos solo a medias y la frustración de sentir que su tren ya pasó. Los cambios de humor representados en la película en la excelente actuación de Di Caprio, se explican en la novela como un desorden bipolar, aunque Rick no pueda identificarlo como tal en esa época.
La relación de Rick con la actuación, sus logros y oportunidades perdidas, está ahondada de distintas maneras a lo largo del libro. Los diálogos de Rick con Trudi Frazer, la pequeña actriz del episodio piloto, son una ventana a las ideas sobre que ambos tienen sobre su profesión. Un capítulo cuenta una reunión post rodaje entre Rick y el protagonista de Lancer, acompañados por Cliff y otros personajes, en un bar llamado Drinker´s Hall of Fame, exquisitamente descripto por Tarantino. Allí, se comparten anécdotas sobre rodajes y chismes sobre colegas, incluida la historia que Rick resiente tener que contar una y otra vez, sobre como quedó en una lista de cuatro actores pre-seleccionados para interpretar el papel que Steve McQueen finalmente aceptó en El gran escape, la famosa película de guerra de John Sturges (en el film está contado utilizando un efecto especial que pone la cara de Di Caprio en el cuerpo de McQueen, con un resultado cómico).
Las lecciones del profesor Tarantino
Con la excusa de contar las historias de sus creaciones ficticias, Rick y Cliff, dos personajes que son parte de Hollywood de manera tangencial, Tarantino ofrece lecciones sobre historia del cine y la televisión norteamericanos. Siguiendo sus preferencias e intereses, no se ocupa de los grandes directores y actores que trascendieron en el tiempo -aunque muchos de ellos son mencionados-, sino de aquellos que están en un lugar parecido al de Rick. Estrellas de westerns televisivos que pasaron al olvido y directores de películas de guerra que no llegaron ni cerca a ser consideradas para el Oscar.
En su juego entre ficción y realidad, Tarantino obliga al lector que no comparte su erudición en la materia a leer con IMDB abierto para buscar los nombres. Las referencias a las que Tarantino tiene acostumbrado al público en sus películas, acá adquieren un carácter explícito. El talento de Tarantino para contagiar su entusiasmo cinéfilo y teleadicto a través de sus palabras, es enorme. Un emotivo capítulo sobre el actor Aldo Ray, invita a buscar sus películas; también despiertan curiosidad los films bélicos de Paul Wendkos, un director de cine y TV de la vida real que en la ficción trabajó con Rick.
La que pertenece a otro nivel del sistema de castas del Hollywood de 1969 es Sharon Tate, una estrella joven y hermosa, que por ese entonces disfrutaba de los primeros éxitos de su carrera y formaba la pareja de moda con su marido, el director Roman Polanski. Cuando se estrenó la película, el retrato de la actriz recibió algunas críticas que no tenían fundamentos sólidos: se limitaban a contar la cantidad de palabras pronunciadas por el personaje y dejaban de lado la importancia fundamental que se le da en el film.
Encarnada por Margot Robbie en una actuación y caracterización impecable, Sharon es una presencia angelical, luminosa y con un futuro brillante, a la que Tarantino salva en la ficción del destino cruel que tuvo en la vida real. El legado de la actriz de El valle de las muñecas y La danza de los vampiros quedó opacado por su muerte, a manos de miembros del clan Manson que irrumpieron en su casa de Cielo Drive, en las colinas de Hollywood, el 9 de agosto de 1969. Sharon tenía 26 años y estaba embarazada de más de 8 meses, cuando fue asesinada junto con sus amigos Jay Sebring, Wojciech Frykowski y Abigail Folger. El impacto del caso en la cultura popular, señalado como el hecho que puso fin a la década de paz y amor, condenó a la actriz a ser recordada por el crimen del que fue víctima y no por su vida.
En Érase una vez en Hollywood, tanto la película como el libro, Tarantino se propone cambiar eso. La escena en la que Sharon va al cine a ver The Wrecking Crew y disfruta de la reacción del público a su actuación, vale más que cualquier diálogo; es una puesta en valor de su carrera trunca y de su persona.
La novela revela un poco más de lo que hay detrás de esa escena y de otros aspectos de la vida de Sharon, tal como lo hace con los otros personajes. Hay un capítulo dedicado a contar el viaje a dedo de la aspirante a actriz de Texas hasta Los Ángeles, que revelan su forma de pensar, la inteligencia con la que se mueve por el mundo una mujer consciente de su belleza, así como de las ventajas y peligros que eso conlleva en este mundo. En otros pasajes se revelan sus sueños y también las asperezas en la relación con Polanski; así como también su fastidio al tener que hacer su rutina de chica sexy ante la prensa cuando la promoción de su propia carrera y la de su marido lo requieren.
La escena en la que Cliff, Brandy y Rick matan a los miembros del clan Manson que irrumpen en el hogar del actor, cambiando la historia real, es clave en la película pero está narrada con rapidez en el libro. Hay otras escenas de la película que en la novela suceden en un lugar diferente o están contadas desde un punto de vista distinto. Pero la decisión de no usar el mismo final de la película en la novela es curioso.
El final del libro es potente y se concentra en la relación de Rick con la actuación, expresado en un diálogo telefónico con su pequeña colega Trudi. Mientras tanto, Sharon disfruta de una fiesta en la pileta con sus amigos famosos, habiéndose salvado del terrible crimen que sufrió en la vida real. Es un final completamente satisfactorio y, sin embargo, se pierde esa cualidad conmovedora de la última escena de la película, en la que Rick, tras pelear contra los intrusos hippies, finalmente conoce a su vecina actriz y a sus amigos, a los que le salvó la vida. Desde un plano cenital, como un ojo que mira desde el cielo, el espectador asiste a ese encuentro: una perfecta corrección del horror de la realidad, gracias a la intervención divina de Tarantino.
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