Entre el amor y el odio
El cineasta, fallecido anteayer, fue admirado por films como "Nido de ratas" y rechazado por su relación con el macartismo
Quienes siempre admiraron su atrevimiento para explorar temas controvertidos e ir contra la corriente sin preocuparse demasiado por los riesgos que podía enfrentar, reconocerán en él a uno de los más grandes directores de la historia del cine, autor de títulos imperecederos como "Nido de ratas", "Un tranvía llamado deseo" o "Al este del paraíso".
Quienes siguen atentamente los avatares de la formación del actor y de todo lo que significa estar sobre un escenario no olvidarán que fue el hombre que desde el Actor´s Studio impulsó un estilo de interpretación en el cine cuyos máximos representantes fueron nada menos que Marlon Brando y James Dean, lanzados por él a una fama que venció al tiempo y que luego repercutió en el trabajo de muchísimas otras figuras de la pantalla grande, desde Montgomery Clift hasta Robert De Niro.
Quienes, en cambio, se detuvieron en algunos hechos que acontecieron en forma paralela a su extraordinaria carrera artística, subrayarán su contribución voluntaria a las campañas de persecución ideológica que encaró, en los años 40, el Comité de Actividades Antinorteamericanas encabezado por el senador Joseph McCarthy. En ese momento delató a varios colegas -que quedaron a partir de allí incorporados a las listas negras- y se ganó la antipatía de muchos de sus pares, que jamás le perdonaron esa conducta. Para algunos de ellos, Elia Kazan no descansará en paz.
Es cierto que el director de "¡Viva Zapata!" contribuyó a que esta controversia siguiera viva, debido a que jamás pronunció palabra alguna de arrepentimiento público por haber tomado semejante actitud. Pero su fallecimiento, ocurrido anteanoche en Nueva York, a los 94 años -como informó en la víspera LA NACION-, coloca por estas horas a su figura tal como lo quiso la Academia de Hollywood cuando le entregó, en marzo de 1999, un Oscar honorario con espíritu de reconciliación en uno de los momentos más agitados de la historia reciente de la estatuilla dorada: en ese momento, el mundo del cine quiso premiar a Kazan por su "extensa, distinguida e incomparable carrera durante la cual su trabajo como director marcó una influencia decisiva en el devenir de esa actividad gracias a verdaderas obras maestras".
Legado artístico
Es que seguramente ni los más acérrimos críticos de su comportamiento durante el macartismo -como Arthur Miller, que a partir de ese momento dejó hasta de saludarlo- dejarán de reconocer el legado artístico de Kazan, brillante sobre todo por su talento para dirigir actores -primero en el teatro y luego en el cine- y por una capacidad quizá jamás igualada para transformar temas incómodos en obras cinematográficas de gran realismo, intensidad dramática y aliento humanitario que triunfaron más allá de las boleterías, al punto que siete de sus films recibieron un total de 19 Oscar.
Tan reconocido como denostado, Kazan inició el 7 de septiembre de 1909 una vida signada desde temprano por decisiones audaces y comportamientos osados en Estambul, cuando la legendaria ciudad se llamaba Constantinopla y todavía formaba parte del imperio otomano. Nació como Elia Kazanjoglous en el seno de una familia de origen griego, que partió cuatro años después a Estados Unidos para escapar de las amenazas turcas y en busca de mejores horizontes para el negocio familiar de venta de alfombras.
Instalado en Nueva York y estimulado por estudios universitarios que lo alejaron del trabajo de su padre, Kazan (a quien todos empezaron a apodar Gadge por su notable capacidad de adaptación y su pequeña estatura) encontró en el teatro el espacio ideal para llevar adelante experimentos que con el tiempo dejaron su sello a lo largo de varias generaciones.
Ese trabajo se inició, durante la década del 30, en el Group Theatre (donde se inició como asistente de dirección) con innovaciones dramáticas tendientes a la búsqueda de mayor naturalidad y realismo tanto en la puesta en escena como en la interpretación. Ese trabajo -en el que nunca pasaba inadvertida la influencia de Stanislavski y el temprano vínculo de Kazan con las ideas comunistas- quedará plenamente desarrollado más tarde en la pantalla grande: gracias a Kazan, la tradición teatral contemporánea de Estados Unidos se incorporó a la historia del cine clásico norteamericano.
El vigoroso realismo que le imprimió a sus mejores puestas teatrales (sobre todo "La muerte de un viajante", de Miller, y "Un tranvía llamado deseo", de Tennessee Williams, quizá su autor predilecto) le abrieron a Kazan las puertas del cine, donde su adaptación de esta última obra se convirtió en una de las cumbres de su carrera.
Antes habían llegado "Lazos humanos", "Crimen sin castigo" y la fallida "Mar de hierba", sendos dramas con fuertes connotaciones morales. Y también "La luz es para todos", pionero en plantear a modo de alegato el problema del antisemitismo, que le dio su primer Oscar como director.
Reconocido líder en Broadway de las expresiones teatrales de vanguardia, Kazan fundó en 1947 -junto con Cheryl Crawford- el Actors Studio, de la que surgió la energía vital y creativa que alimentó la mejor etapa de su carrera. La aplicación del "método" que desde allí revolucionó el comportamiento del actor tuvo como mejor alumno a Marlon Brando, protagonista de tres films que hicieron historia: "¡Viva Zapata!", "Un tranvía llamado deseo" y "Nido de ratas", este último también laureado con el Oscar y, a la vez, crudo retrato de las actitudes en torno de la delación que poco después, en el caso de Kazan, pasaron de la ficción a la realidad.
Lo que debe tener un actor
Muchos años después, confesó que, ante todo, lo que buscaba en un actor es que pudiese dar "una sensación de peligro constante". Así, prolongó esa intensa, enérgica, comprometida y casi arrolladora presencia escénica de Brando (que luego de "Nido de ratas" no volvió a trabajar junto con su descubridor) a otros notables retratos de la moral en la sociedad norteamericana como "Al este del paraíso" y "Esplendor en la hierba", con las magnéticas presencias de los muy jóvenes James Dean y Warren Beatty, respectivamente.
También extrajo lo mejor de la conflictuada personalidad de Montgomery Clift en "Río salvaje". Hizo hablar a todos gracias a "Baby Doll", verdadero escándalo en su época (1956) por narrar una relación de fuerte carga erótica para su tiempo entre una adolescente y un hombre maduro. Y cerró, en 1963, ese fecundo período con la aplaudida "America, America", una mirada sobre los fenómenos inmigratorios de principios de siglo a partir de visibles apuntes autobiográficos.
A partir de allí, la influencia de su segunda esposa (la actriz y directora Barbara Loden, prematuramente desaparecida en 1980) fue decisiva para que la carrera de Kazan tomara un vuelco notable. Sus películas se hicieron tan escasas como su actividad teatral, apenas matizada con una sola temporada en el Lincoln Center, en 1963. "Odio el teatro, es aburrido y arcaico. La acción está en las películas", llegó a decir por esos años, aunque en ese plano eran muchos los proyectos y muy pocas las realizaciones: apenas "El arreglo" (1969, inspirada en una novela suya), "Los visitantes" (1972) y una amarga despedida con "El último magnate" (1976), en la que pareció reconocer a Robert De Niro como heredero de su vieja escuela actoral.
Se concentró en la escritura (escribió cuatro novelas y una larguísima autobiografía, "Una vida") y un tercer matrimonio que lo estimuló a dedicarse con más intensidad a la vida familiar, sin poder sustraerse hasta el final de los ecos de los dos elementos que signaron su vida: el reconocimiento y la controversia.
Hollywood, dividido
El último hecho resonante de la vida pública de Elia Kazan ocurrió tres años atrás, cuando la Academia de Hollywood decidió otorgarle un Oscar honorario. El director, por entonces de 89 años, recibió la estatuilla de manos de Martin Scorsese y Robert De Niro en medio de una intensa controversia, ya que muchas figuras hicieron saber su descontento porque Kazan había delatado, en 1952, a varios de su antiguos compañeros de ruta en el Partido Comunista.
Por un momento, las aguas se dividieron en Hollywood. Antiguos amigos y compañeros de trabajo de Kazan como Warren Beatty y Karl Malden se pusieron de pie para aplaudir al director. Otros se quedaron sentados y se limitaron a aplaudir, como Steven Spielberg. Y un grupo visible y muy numeroso, encabezado por Nick Nolte y Ed Harris, eligió permanecer en silencio a modo de rechazo.
Filmografía
"Lazos humanos" (1945): con Peggy Ann Garner y James Dunn.
"Mar de hierba" (1947): con Spencer Tracy y Katharine Hepburn.
"Crimen sin castigo" (1947): con Dana Andrews y Lee J. Cobb.
"La luz es para todos" (1947): con Gregory Peck y Dorothy McGuire. Oscar al mejor director.
"Pinky" (1949): con Jeanne Crain y Ethen Barrymore.
"Pánico en las calles" (1950): con Richard Widmark.
"Un tranvía llamado deseo" (1951): con Marlon Brando y Vivien Leigh. Nominada para el Oscar al mejor director.
"¡Viva Zapata!" (1952): con Marlon Brando y Anthony Quinn.
"El circo fantasma" (1953): con Fredric March y Gloria Grahame.
"Nido de ratas" (1954): con Marlon Brando, Rod Steiger, Karl Malden y Eva Marie Saint. Oscar al mejor director.
"Al este del paraíso" (1955): con James Dean y Julie Harris.
"Baby Doll" (1956): con Carroll Baker y Karl Malden.
"Un rostro en la muchedumbre" (1957): con Andy Griffith y Patricia Neal.
"Río salvaje" (1960): con Montgomery Clift, Jo Van Fleet y Lee Remick.
"Esplendor en la hierba" (1961): con Warren Beatty
y Natalie Wood.
"America, America" (1963): con Stathis Giallelis
y Frank Wolff. Nominada para el Oscar a mejor película, mejor director y mejor guión original.
"El arreglo" (1969): con Kirk Douglas, Faye Dunaway
y Deborah Kerr.
"Los visitantes" (1972): con Patrick McVey, Patricia Joyce y James Woods.
"El último magnate" (1976): con Robert De Niro, Tony Curtis, Robert Mitchum y Jeanne Moreau.
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