Ennio Morricone: el maestro de música
Puede ser que muchos no conozcan el nombre de su autor, pero casi puede asegurarse que no hay espectador del cine contemporáneo que no se haya dejado seducir alguna vez por una melodía de Ennio Morricone. "Música tonal, comprensible, quizá pegadiza, fruto de una deliberada búsqueda de simplicidad que probablemente la aproxima a aquella música amada por los fans del jazz y del pop", explica él, que sigue componiendo al piano en la misma casa del centro de Roma en que nacieron los legendarios temas de "El bueno, el malo y el feo", "El clan siciliano" o "Cinema Paradiso".
Más de cuatrocientas bandas sonoras dan cuenta de la extensa contribución al cine de este romano de casi 76 años que estudió composición con Goffredo Petrassi en el Conservatorio de Santa Cecilia e ingresó en la industria fílmica hace cuarenta y tres, a pedido de Luciano Salce y tras haber ganado experiencia como director y arreglador en el campo discográfico y como compositor en el teatro, la radio y la televisión.
"El federal", una comedia con Ugo Tognazzi que batió récords de recaudación, inició la profusa nómina de películas, rodadas en Italia o fuera de ella, de la cual Morricone rescata especialmente dos, ambas de Elio Petri -"Un tranquillo posto di campagna" e "Investigación de un ciudadano sobre toda sospecha"- y desecha una, "Por un puñado de dólares", a la que, aunque resulte sorprendente, juzga no sólo la peor de sus bandas sonoras sino también la peor obra de Sergio Leone.
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Ya se sabe de las cumbres creativas alcanzadas por el equipo que formó con el admirable creador del western spaghetti (él las coloca a la altura de sus otras dos favoritas), pero si bien el cine le dio popularidad, fama y fortuna, nunca se olvida de definirse como "un compositor que actúa en diversos campos, entre ellos el cine". Una de sus últimas creaciones, originada en el ataque terrorista a las Torres Gemelas, se titula "Voci dal silenzio", y es "una obra de gran impacto emotivo", según Riccardo Muti, que la estrenó.
Se trata de un himno contra la violencia, las persecuciones y el racismo: media hora de música para orquesta, voz recitante, coro mixto y grabaciones de antiguos cantos tribales que interpretaron en el Festival de Ravena la orquesta y el coro de la Scala de Milán. Los dos capítulos de "Kill Bill", en los que se escuchan legendarios temas de Morricone, y la reciente recopilación en CD de sus "Movie masterpieces" han obligado a este verdadero maestro de la música para el cine a prestarse a algunas entrevistas, de las que vale la pena extraer algunas líneas:
- Tarantino quería que viajase a los Estados Unidos para componer un tema de pocos minutos. Sinceramente, no tenía ganas, así que lo autoricé a utilizar el tema de "Da uomo a uomo", un western que Giulio Petroni dirigió en 1967 con Lee van Cleef.
(Por cierto, otros temas de Morricone aparecen en los films de Tarantino).
- La relación entre el músico y el director está lejos de ser idílica: es un combate continuo, incluso con los realizadores que uno conoce y respeta. Hay dos tipos de cineastas: los que dicen "haz lo que te parezca" como Roberto Faenza ("Sostiene Pereira") y son terribles porque te cargan de responsabilidades absurdas y los que te traen una serie de músicas y pretenden que uno haga el papel de mero arreglador. Con estos últimos siempre me he negado a colaborar. Los hermanos Taviani, por ejemplo, pertenecen a esta categoría, y aunque acepté hacer la música para "El prado" (1979), fue una experiencia que no repetí.
- Un tema musical concebido para las imágenes siempre tiene una duración limitada. No da tiempo para un desarrollo armónico o melódico que, en cambio, es constante en la música clásica. Por eso he experimentado en busca de soluciones expresivas diferentes. Preferí simplificar las melodías, emplear juegos de armonía y estructura musical, utilizar en modo creativo los colores de la música con acordes nítidos y no muy complejos. No es fácil porque simplificar la música no debe significar banalizarla. Por otro lado, siempre he privilegiado la música tonal. Esta fórmula hecha de pequeñas esfumaturas y contraposiciones "llega" al espectador, independientemente de su cultura.
- Cuando me mostraron por primera vez "La misión", me pareció tan bella y emocionante que sugerí que la dejaran así, sin música: tenía miedo de arruinarla.
- La música de cine debe tener valor, independientemente del film. Si es buena, conservará su peso específico.