En Las facultades, rendir un final en la UBA es cuestión de vida o muerte

Cada escena de Las facultades está llena de suspenso. No, no hay nadie intentando adivinar cuál es el cable que tiene que cortar para desactivar una bomba. Tampoco se ve a un personaje subiendo una escalera hacia el piso en donde lo espera un asesino. Si bien un examen oral no es una cuestión de vida o muerte, para el estudiante que lo está atravesando puede parecerlo y ser testigo de esa escena puede ser emocionante.
Todos los nervios, el drama y hasta lo gracioso que puede tener una situación de examen universitario está retratado en Las facultades. El documental de Eloísa Solaas, que sorprendió en la Competencia Argentina del último Bafici y ya se encuentra en cartel –los domingos de este mes, a las 18, en el Malba y todos los días, a las 19.45, en el Gaumont– se centra en los exámenes de estudiantes de las carreras de botánica, anatomía, sociología, filosofía medieval, derecho penal, morfología, física teórica y piano (todas de la UBA, salvo una en un centro de la Universidad Nacional de San Martín en un penal).

"La escena del final oral siempre me atrajo bastante por haberla vivido como estudiante y después como docente –cuenta Solaas sobre su interés por este tema para tratarlo en su primer largometraje–. Siempre le vi una cualidad cinematográfica a esa situación, con mucho contenido de drama y de comicidad también. Tiene muchos elementos de puesta en escena. Era un interés en la escena en sí misma y las características de actuación, las estrategias de cada estudiante para sobrellevar esa situación y ver cómo se maneja con preguntas inesperadas o darse cuenta en ese momento de que no se preparó bien. Había escrito una especie de guión con más características de ficción que incluía una escena de examen pero fui descartando ese entramado que no me interesaba tanto y me fui por el aspecto documental. Había pensado en una carrera, me había imaginado un examen de filosofía o historia del arte, que eran temas más cercanos. Empecé a pensar en abrirlo a otras disciplinas. Me interesó ver cómo era esa escena en medicina, ciencias exactas, abogacía. Ahí apareció otra curiosidad sobre la situación en sí y algo del orden de los contenidos".
A diferencia de la mayoría de los documentales que se ven por televisión o en servicios de streaming, Las facultades no apela a las entrevistas o la voz en off sino que se concentra en capturar momentos de estudio y examen sin intervenir, generando una sensación de ser un fantasma o una mosca que observa y escucha lo que pasa: las actitudes corporales de los alumnos, las distintas formas del habla y el uso de los términos específicos de distintos campos de estudio.
"Lo pensé para que el espectador se pueda meter lo más posible en esa situación –dice Solaas–. Tiene los códigos de la ficción o de un tipo de documental que busca invisibilizar la cámara. Todos los recursos apuntaban a preservar esa escena para que tenga la mayor intimidad posible. Obviamente había un pacto con los chicos y con los docentes de que ignoraran la cámara. En definitiva, lo que buscaba era una identificación".

Claro que la sensación de observación pura tiene que ver con lo que sucede dentro de cada escena porque, finalmente, el montaje interviene de otras maneras, dándole un ritmo a la película y generando suspenso, además de ofrecer distintas lecturas al unir esas situaciones aisladas en un conjunto.
"Hubo muchos momentos de dejar la cámara prendida y que pase el tiempo -dice la directora-. Sobre todo en las situaciones de pasillo porque quería ver la trastienda y me venía bien dejar la cámara prendida y no estar mirando para que la gente no tenga ningún registro, aunque después pedía los permisos. Filmé los exámenes enteros y también a veces apliqué esta técnica de alejarme de la cámara, sobre todo, en situaciones incómodas. Cuando al/la estudiante no le estaba yendo bien y por ahí mi presencia no ayudaba a que la situación se desarrolle de forma más cómoda, me alejaba para que esa escena sea lo más íntima posible. Pero en términos de observación nunca me interesó la idea de que sean bloques de minutos y ver qué pasa. En el montaje hay mucho trabajo de intervención y de dirección". Conseguir a alumnos dispuestos a ser filmados en un momento de nervios y vulnerabilidad como es el de un examen fue una de las primeras complicaciones con las que se enfrentó la directora en el proceso de producción del documental.
"Estuve casi un año fracasando en la búsqueda porque no encontraba voluntarios –explica–. Me pasó con unas chicas a las que filmé mientras estaban estudiando y después no se presentaron. Varias situaciones en las que se frustró el rodaje. Tal vez no tenía tan buena estrategia de persuasión pero en un momento pensé que no estaba mal buscar estudiantes reales de esas carreras pero que tengan algún interés o experiencia en la actuación. En eso me crucé con María Alché (actriz y directora), que me contó que estaba estudiando filosofía. Le propuse y enseguida aceptó junto con Demián Velazco. Ella misma habló con la profesora y el docente que le toma incluso tenía algún vínculo con la actuación. Aproveché la soltura que tenían ella y Demián por ser actores con la situación de estar siendo filmados. No obstante en el examen hubo momentos de inquietud y nerviosismo".
La búsqueda continuó a través de las cátedras de las distintas facultades e incluso, algunos profesores le recomendaron a quién podría filmar, como sucedió en Medicina. Otras veces directamente se acercó a los estudiantes, con permiso de la cátedra, en el mismo momento en que se presentaban para el examen. Los profesores son personajes secundarios; casi catalizadores de lo que le sucede a los alumnos.

"Mi idea original era que los profesores estén más bien fuera de campo –dice Solaas–. No pensé en un montaje tan ficcional, como si hubiese filmado a dos cámaras (excepto en el examen de la materia de derecho, que por sus propias características tuvo una puesta en escena casi de ficción). No quería perderme ningún momento del alumno. El criterio de selección fue más por carrera que por docente".
El equipo de filmación de Las facultades fue muy chico, de tres o cuatro personas, con la directora haciendo cámara en muchas oportunidades. De esa manera fue más fácil que les permitieran filmar y también sirvió para preservar esa intimidad de la situación que Solaas tanto quería conseguir para la película.
Completar el documental llevó casi cuatro años, de los cuales uno completo estuvo dedicado al montaje. El proceso de editar la gran cantidad de material crudo que tenía lo hizo primero en solitario y tuvo que luchar contra las ganas de seguir filmando, hasta que se dio cuenta de que tenía que lidiar con el material que tenía. Luego contó con la colaboración de Pablo Mazzolo y Francisco Lezama, quienes le ayudaron a tomar ciertas decisiones cruciales y ver los detalles más finos del montaje.
"Lo que fui descubriendo después, que no era una idea que tuviera a priori, es ver el examen más allá de sus cualidades de puesta en escena, algo que tiene que ver con la apropiación del conocimiento pero también con la proyección de la identidad. En el sentido en que para estos chicos que están estudiando, por ejemplo, para ser abogados, ese título es algo que algún día se va a incorporar a su identidad. Cada examen es como un paso en ese sentido, como ponerte a prueba qué tan abogado o qué tan sociólogo podés ser".
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