En Cannes Hollywood brilla por su ausencia y se destacan films iraníes, italianos y japoneses
CANNES.- La Competencia Oficial del Festival de Cannes sigue manteniendo un nivel altísimo. En medio de la queja de los medios norteamericanos por la escasa presencia de películas de su país, la lucha por la Palma de Oro se ha convertido más que nunca en una demostración de la calidad, diversidad y audacia del cine de autor internacional. Tras las presentaciones de los notables nuevos trabajos de Pawel Pawlikowski, Jean-Luc Godard, Kirill Serebrennikov y Jia Zhang-ke, en las últimas horas se estrenaron otros valiosos títulos de directores como el iraní Jafar Panahi, la italiana Alice Rohrwacher y los japoneses Kore-Eda Hirokazu y Ryusuke Hamaguchi.
–3 Faces, de Jafar Panahi. El director iraní de joyas como El globo blanco, El espejo, El círculo, Crimson Gold y Offside no pudo venir a Cannes, ya que cumple arresto domiciliario por su activismo político. Así, con la butaca vacía con su nombre y un conmovedor homenaje por parte de la comunidad cinéfila, se exhibió su más reciente trabajo. El comienzo es desgarrador: una adolescente filma con su celular un video-selfie en el que, en medio de un ataque de angustia, explica que siempre ha soñado con ser actriz y que ha sido admitida en una prestigiosa academia de Teherán, pero sus padres no aceptan ese futuro para ella. Luego de recorrer unos metros dentro de una cueva, se ve cómo mete su cabeza en una soga y se ahorca.
Ese video llega a manos del propio Jafar Panahi y la también reconocida actriz Behnaz Jafari, quienes viajan en camioneta a una zona del noroeste ubicada cerca de la frontera con Turquía y Azerbaiján (región de las que son oriundos los padres y abuelos del propio director de Esto no es un film). Allí, mientras siguen los rastros de la joven y buscan la cueva donde sucedió el hecho verán que, detrás de las celebraciones, las tranquilas rutinas, los códigos y las tradiciones del lugar, se esconde una concepción bastante represiva contra las mujeres.
Esta road movie parece, en varios pasajes, sobre todo en su segunda mitad y muy especialmente en su cierre, un homenaje bastante explícito al Abbas Kiarostami de películas como A través de los olivos, El sabor de la cereza y El viento nos llevará. Al fin de cuentas, Panahi se inició como asistente del mítico maestro y aquí sus caminos, aunque sea de forma simbólica, vuelven a cruzarse.
–Lazzaro felice, de Alice Rohrwacher. Tras Corpo celeste y Las maravillas (ganadora en Cannes del Gran Premio del Jurado hace cuatro años), la directora italiana trajo un film que parte de una escandalosa historia real ocurrida en la Italia de los años 80 (una marquesa explotaba a una comunidad de casi 100 campesinos en Inviolata, un paraje completamente aislado del mundo moderno en el que regían reglas esclavistas propias de la Edad Media) para luego derivar hacia el orden de lo místico, lo espiritual y lo fantástico con anclaje en las tradiciones populares.
Siguiendo los pasos de De Sica, Visconti, Pasolini y los Taviani, pero también profundizando su propio camino y experimentando nuevos recorridos, la talentosa y sensible Rohrwacher tiene como protagonista al Lazzaro del título (Adriano Tardiolo), un adolescente inocente, puro y bienintencionado hasta lo inverosímil. Entre la fábula no exenta de lirismo (pero sin caer jamás en el pintoresquismo), el realismo mágico, la descripción de las diferencias sociales (con el foco puesto en los más desfavorecidos) y esa capacidad infrecuente para exponer las particulares dinámicas internas en grupos familiares muy particulares, Rohrwacher (de 35 años) regala una película bella que empieza casi como un documental y luego va hacia lo místico y lo fantástico.
–Japoneses por dos. Kore-Eda Hirokazu con Shoplifters y Ryusuke Hamaguchi con Asako I & II ratificaron el excelente momento que atraviesa el cine japonés. El primero –un habitué del festival– narra la historia real de una familia de pequeños delincuentes (incluidos niños que roban en supermercados), pero narrada desde la óptica íntima de ellos (sin juzgarlos, demonizarlos ni exaltarlos). En la línea de Nadie sabe, se trata de un film inquietante, delicado y fascinante a la vez. Por su parte, el debutante en Cannes Ryusuke Hamaguchi estrenó la historia de una joven muy tímida, pero que durante el lapso de siete años termina viviendo amores pasionales con dos muchachos casi idénticos que aparecen y desaparecen todo el tiempo en distintas ciudades. Una apuesta poco convencional de un festival que este año –por suerte– está buscando nuevos rumbos artísticos y parece estar acertando bastante en sus elecciones.
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