En Bob Marley: la leyenda quedan expuestos todos los riesgos y condicionamientos de las biografías oficiales
Las grandes preguntas sobre la breve e intensa vida de la máxima figura del reggae se responden aquí siempre de manera superficial, sin que su protagonista pueda salir de una descripción virtuosa que no captura la complejidad de su genio
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Bob Marley: la leyenda (Bob Marley: One Love, Estados Unidos/2024). Dirección: Reinaldo Marcus Green. Guión: Terence Winter, Frank Flowers, Zach Baylin y Reinaldo Marcus Green. Fotografía: Robert Elswit. Música: Kris Bowers. Edición: Pamela Martin. Elenco: Kingsley Ben-Adir, Lashana Lynch, James Morton, Tosin Cole, Anthony Welsh. Distribuidora: UIP. Duración: 104 minutos. Calificación: apta para mayores de 13 años. Nuestra opinión: regular.
La biografía que el cine le debía desde hace mucho tiempo al arte y a la memoria de Bob Marley tiene el ingrediente más esperado por sus fans: allí están con su voz casi todas las canciones que pusieron en la historia al artista de mayor relevancia en toda la historia del reggae, sin contar lo que influyó su obra en un mapa todavía más amplio dentro de la música popular del siglo XX.
Satisfacer de esa manera la expectativa de la vasta legión de seguidores de Marley tiene su precio. Para escucharlo hay que aceptar la mirada que guardan sobre él sus seres más cercanos. Rita Marley (su viuda), Ziggy Marley (su hijo) y la esposa de este, Orly Marley, son los productores de este relato oficial en el que la vida del autor de “No Women No Cry” no tiene una sola mancha.
Los herederos de Marley anticipan aquí todas las respuestas posibles a las preguntas que podríamos hacernos sobre la existencia de un artista que siempre se vio a sí mismo como un gran transformador, casi como un revolucionario. La película menciona todas las capas de la breve e intensa vida de Marley: esa suerte de utopía mística que promovía desde la música, la agenda política de la que fue protagonista en la tumultuosa Jamaica de fines de los años 60, su empeño por escapar de las exigencias impuestas por la fama, las complejidades de su vida personal, conyugal y familiar.
Pero lo hace reduciendo cada uno de estos componentes de la vida de Marley a frases hechas y consignas aleccionadoras. La película se transforma así en una sucesión de carteles, mensajes y leyendas de póster que se activan y se ponen en movimiento desde la imagen para redondear una imagen transparente en la que no queda al final ni una sola duda. Una temprana muerte encontró a Marley, cuando tenía 36 años, en un héroe: había alcanzado la grandeza musical de la mano de Exodus, un álbum único, esencial, decisivo, y a la vez había cumplido el sueño de promover la paz, la unidad y la armonía en su dividida patria, evitando la amenaza cierta de una guerra civil.
Lo único que nos queda claro, porque aparece expuesto en toda su crudeza, es ese momento crucial de 1976 en el que Marley y su esposa sobreviven de milagro a un atentado perpetrado por alguna de las facciones políticas enfrentadas en la cruenta lucha por el poder que estaba desangrando a Jamaica. Rita y sus hijos emprenden un exilio forzado a los Estados Unidos. Bob viaja a Londres y allí empezará a forjar su leyenda.
Todo lo que ocurre desde allí con Marley (las búsquedas creativas que llevan al reggae a su máxima expresión, las infidelidades, el vínculo entre arte y política, la influencia de sus mentores Haile Selassie y Marcus Garvey) no superan los límites de un manual escolar ilustrado. La película no responde a cada una de las grandes preguntas que nos hacemos sobre el ánimo, el espíritu y los instintos que llevan a la acción a un artista fuera de lo común. Ver a Kingsley Ben-Adir personificándolo con esfuerzo y compromiso, y escuchar los grandes éxitos de Marley con su propia voz no alcanzan.
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