El futuro es hoy: Blade Runner y otras películas que transcurren en 2019
La película de Ridley Scott muestra a la humanidad enfrentada con la obsolescencia
A pesar de que la ciencia ficción es el más subvalorado de los género narrativos, siempre desestimado como "infantil", "escapista" o "superficial", recibe más demandas que ningún otro: se nos dice que la ciencia ficción debe usar el futuro como metáfora para revelar los problemas del presente, que debe predecir acertadamente el porvenir, que debe enfrentarnos con aquello que aún no podemos conceptualizar y estimular nuestra sensación del perplejidad.
Incluso el último gurú salido de la academia hacia la esfera pública, el historiador israelí Yuval Harari, autor del best seller Sapiens, afirma que la ciencia ficción tiene que gestionarse con mayor responsabilidad que cualquier otro género, ya que debe asumir la tarea de educarnos correctamente para vivir en el mundo actual. Harari afirma que la compresión que el público tiene de los problemas científicos actuales o de tecnologías que van a transformar radicalmente su vida como la inteligencia artificial o ingeniería genética sale principalmente de productos del género como Black Mirror o Westworld .
También se puede afirmar -ahora parafraseando a Borges- que la ciencia ficción no solo nos ayuda a entender el mundo sino que también lo construye, al introducir a nuestro plano ideas que, luego, la comunidad científica intentará hacer realidad, en suma, ampliando el horizonte de lo que es posible imaginar. Por ejemplo, mucho antes de que Alan Turing propusiera la posibilidad de la inteligencia artificial (y diseñara su famoso test para reconocerla), los escritores de ciencia ficción ya habían plantado el concepto de las máquinas pensantes en la consciencia colectiva (el checo Karel Capek fue uno de los primeros, en la década del 20, en una obra en la que, además, creó el término "robot").
La ciencia ficción es un discurso sobre el futuro, pero también uno que revela el pasado al que pertenece. El tercer milenio imaginado más frecuentemente antes de la Segunda Guerra Mundial (utopías de progreso científico y bienestar ilimitados como Lo que vendrá, de H. G. Wells, llevada al cine por William Cameron Menzies, o Un mundo feliz, de Aldous Huxley, con varias versiones televisivas) era muy diferente del creado durante la guerra fría (con distopías pos apocalípticas tras un conflicto global, como Mad Max, de George Miller).
Está claro que solo una parte infinitesimal de lo imaginado por el género encuentra una vía hacia el mundo real (la historia está llena de predicciones muy razonables que se toparon con barreras que nadie pudo anticipar: en 1969, inmediatamente tras la misión del Apollo XI, por ejemplo, no se imaginaba que nadie volvería a pisar la Luna después de 1972), pero incluso aquello que nunca sucedió, ni parece que vaya a suceder (como una guerra nuclear) juega un rol crucial en la consolidación de nuestras expectativas y nuestros temores. Es razonable preguntarse, entonces, de qué modo el cine y la TV anticiparon este 2019.
Recuerdos del futuro
El relato más celebre que transcurre en 2019 es Blade Runner (1982), el film de Ridley Scott vagamente basado en "¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?", de Philip K. Dick. Esta película se equivoca en lo mismo que la mayoría de las ficciones previas a los años 90: no pudo predecir la aparición de Internet y la hiperconectividad.
En la ciudad de Los Ángeles del siglo XXI todavía se hacen llamadas desde teléfonos públicos, las fotografías se imprimen, las personas se informan leyendo diarios en papel y no hay dispositivos portátiles, salvo la aparatosa valija que transporta la máquina de Voight-Kampff. El ubicuo humo de cigarrillo en interiores y la profusión de enormes hombreras en los trajes son otras de sus predicciones menos afortunadas.
Pero otros rasgos de este mundo futuro no están tan lejos de la marca actual. Si bien todavía no hay autos que vuelen con la elegancia del patrullero de Rick Deckard, ya existen prototipos funcionales y la policía de Dubai anunció que en 2020 incorporará motocicletas voladoras (similares a un dron gigante). Tampoco se desarrolló la colonización de otros mundos, aunque varios de los billonarios accidentales y excéntricos de Silicon Valley ya están invirtiendo en el proyecto absurdo de enviar gente a vivir a Marte.
Pero esta futurología más o menos errónea palidece en comparación con su acierto: Blade Runner no se equivocó al identificar aquello que para el propio Harari constituye el principal dilema existencial y moral del siglo XXI: qué es un humano, cuáles son sus límites, qué vendrá a reemplazarnos.
El tema es crucial en la ciencia ficción y queda establecido desde el relato que muchos señalan como la primera manifestación plenamente formada del género, la novela Frankenstein o el moderno Prometeo (1818) de Mary Shelley, en la que un científico quiere forjar un ser superior y, en una variante del mito del robo del fuego a los dioses, termina creando un monstruo. Ya desde comienzos del siglo XIX, la ciencia ficción viene advirtiendo que los días finales del Homo sapiens se avecinan.
Curiosamente, las cuatro ficciones más célebres ambientadas en 2019 tematizan la aparición de un nuevo tipo de representante del género: la mencionada Blade Runner, Akira (1988) comic y película de Katsuhiro Otomo; Dark Angel (2000), serie de James Cameron y La isla (2005), film de Michael Bay. En Akira se trata de mutantes con incomprensibles poderes telekinéticos que terminan convirtiéndolos literalmente en dioses. En La isla -que tiene una trama muy similar a la novela Nunca me abandones, del Nobel Kazuo Ishiguro, publicada ese mismo año- se trata de clones diseñados para cosechar sus órganos y así prolongar la vida de los privilegiados. Como Blade Runner, Dark Angel trata de la creación de una raza de superhumanos a través de la manipulación genética para ser usados como soldados.
Existe un quinto film más o menos recordado que transcurre en 2019: se trata de Carrera mortal (Paul Michael Glazer, 1987), basado en una novela de Stephen King bajo su nom de plume Richard Bachman. Este no se ocupa la evolución humana sino que muestra una considerable involución del género -no solo porque Arnold Schwarzenegger es el protagonista- sino porque presenta un mundo devastado por las crisis económicas, bajo el control del anfitrión del reality show del título, en la que los corredores se juegan la vida.
A pesar de que es una sátira sobre el desbande al que parecía dirigirse la TV en su búsqueda de rating, para algunos críticos anticipó la crisis financiera de 2008 y, en la figura egomaníaca del conductor de reality TV convertido en líder global, a Donald Trump.
El fin de lo humano
Entre estos relatos, Blade Runner es el que reflexiona más brillantemente sobre el tema que Harari considera el principal de este siglo: el fin del Homo sapiens y el advenimiento del Homo deus. "Pienso, luego existo" dice la replicante Pris (Daryl Hannah) momentos antes de ser brutalmente asesinada ("retirada" en el eufemismo del film, dado que los replicantes son considerados un producto y no una persona) por el blade runner Deckard (Harrison Ford), cuyo nombre se pronuncia en inglés exactamente como Descartes, el autor del famoso cogito que es la premisa de la existencia humana.
Los replicantes, "más fuertes y al menos tan inteligente como los ingenieros que los crearon", pretenden afirmar su humanidad pero se encuentran con el rechazo de casi todos los humanos. "Una amiga me dijo que su mayor temor ante la vejez es volverse irrelevante, una señora mayor que no entiende ni puede contribuir al mundo que la rodea. Este es nuestro miedo colectivo como especie cuando nos hablan de superhumanos. Nos gusta pensar que nunca hubo, ni habrá nada mejor que nosotros", escribe Harari.
Al presentar a la humanidad con su límite, la película de Scott se pregunta por nuestra naturaleza. ¿Qué nos hace humanos? ¿Qué da sentido a nuestra vida? La película no solo hace estos interrogantes metafísicos sino que se atreve a responderlos: la densidad de nuestra experiencia. Por eso el énfasis en el tiempo, en la memoria y en la calidad de lo vivido: "He visto cosas que ustedes no creerían", dice el replicante Roy Batty (Rutger Hauer) a Deckard en su famoso monólogo final. La experiencia de un superhumano solo puede ser incomprensible para un hombre. La aparición del siguiente escalón en la evolución humana también implica que todo lo que sabemos y experimentamos se vuelva obsoleto.
Continua Harari en Homo deus: "Tenemos que tomar seriamente la idea de que el próximo estadio de la historia no solo incluirá transformaciones tecnológicas sino transformaciones fundamentales de la consciencia y la identidad humanas y que esas transformaciones serán tan radicales que cuestionaran incluso aquello que llamamos humano. ¿Cuánto nos queda? Algunos dicen que hasta 2050, otros hasta el próximo siglo o hasta el próximo milenio. Pero, desde la perspectiva de 70.000 años de historia del Homo sapiens, ¿qué son unos pocos siglos?".
En el mundo de Blade Runner, ese momento ya llegó. En el nuestro, en el mismo año del film, un médico chino anunció que modificó el ADN de dos bebes para hacerlos naturalmente resistentes al virus del VIH. Claramente, el futuro ya salió de los límites de la pantalla.
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