Ella dijo: la reconstrucción de la investigación periodística que cambió Hollywood y que Harvey Weinstein, desde la cárcel, condenó
El film, que llega a las salas este jueves, cuenta los entretelones de la investigación periodística de 2017 que reveló por primera vez los abusos sexuales y de poder cometidos por el famoso productor de cine
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Harvey Weinstein fue uno de los “dueños” de Hollywood hasta el 5 de octubre de 2017. Ese día, a través de una meticulosa investigación periodística, The New York Times reveló que detrás de la imagen de poder y éxito que identificaba al poderoso productor cinematográfico se escondía algo muy grave, oculto durante décadas.
Por primera vez un grupo de mujeres hizo público el método con el que Weinstein ejercía su poder. Para hacer realidad los sueños de quienes aspiraban a encontrar un lugar en la industria del entretenimiento había que someterse a los “favores” sexuales que el poderoso productor exigía. Quien se negaba encontraría a partir de allí casi todas las puertas cerradas.
La investigación de The New York Times, conducida por las periodistas Jodi Kantor y Megan Twohey, contó que ocho mujeres, algunas famosas y otras desconocidas, habían llegado a acuerdos extrajudiciales para permanecer en silencio y no exponer la conducta abusiva (en términos sexuales y de poder) ejercida por Weinstein en contra de ellas.
El relato de ese paciente trabajo periodístico que inauguró hace cinco años un verdadero cambio de paradigma en Hollywood en cuanto al trato hacia las mujeres de la industria llega ahora por primera vez al cine a través de Ella dijo (She Said), uno de los estrenos en salas de esta semana. Las dos investigadoras son personificadas en la pantalla, respectivamente, por Zoe Kazan y Carey Mulligan.
La mención recurrente de esta película en los últimos días entre las protagonistas posibles de la próxima temporada de premios de Hollywood llevó a algunos observadores a recordar que en febrero de 2016, un año y medio antes de que explotara el caso Weinstein, el Oscar a la mejor película nació de otro gran triunfo del periodismo de investigación: En primera plana (Spotlight), inspirada en la historia real del grupo de periodistas del diario The Boston Globe que mostró por primera vez al mundo la vasta red de abusos cometidos por sacerdotes católicos en Estados Unidos.
Sin ser un título con aspiraciones de llegada masiva, En primera plana recibió una razonable respuesta en las boleterías. Recaudó en todo el mundo casi 100 millones de dólares, cifra que quintuplicó sus costos de producción y confirmó el interés que por entonces parecía mostrar el público por esta clase de temáticas.
Ahora, en cambio, los primeros números de taquilla de Ella dice sugieren otra cosa, bien distinta. Y algo bastante más complicado, a pesar de una mayoría de críticas positivas y el reconocimiento de que esta adaptación al cine reflejaba con convincente fidelidad los hechos reales que allí se cuentan. Al recaudar menos de dos millones y medio de dólares para una producción de casi 30 millones, quedó en claro que el público le dio la espalda de manera rotunda. En la estadística histórica de las películas producidas por grandes estudios (Universal, en este caso) y con el lanzamiento más amplio posible (nada menos que 2200 salas en todo el territorio estadounidense) pocas veces se registraron resultados tan magros.
Los analistas y observadores del movimiento de la taquilla y el comportamiento del público todavía no arriesgan hipótesis concluyentes. Pero temen que las películas más interesadas en las búsquedas artísticas que en el éxito inmediato de boletería, tradicionales dueñas de las candidaturas a los principales premios de Hollywood, se enfrenten a un presente y a un futuro cercano cada vez más preocupante. “La gente está buscando escapismo en este momento. Incluso el público adulto busca algo que los aleje de la realidad”, sostuvo a Variety Shawn Robbins, de la consultora especializada Boxoffice Pro.
No podría haber un peor diagnóstico para el cine aplaudido en los festivales que hasta la llegada de la pandemia también solía encontrar una sostenida respuesta del público en los circuitos de arte y algunos contados espacios de los grandes complejos multipantalla. El Covid-19 alejó sobre todo a esa franja de espectadores de los cines y cambió en ellos varios de sus hábitos de consumo. De a poco volvió la normalidad, pero los cines siguen esperando el regreso de ese público ahora habituado a la comodidad del hogar, a la oferta del streaming y, por qué no, a los cuidados de la salud. Y si surge la posibilidad de volver a salir y disfrutar de nuevo de algún momento en el cine, no quieren saber nada con la representación en la pantalla de las penurias de la realidad.
Resultó tan floja la convocatoria de la película en su lanzamiento en los cines de Estados Unidos hace una semana que hasta logró envalentonar al propio Weinstein y su propio entorno. “El fracaso no es ninguna sorpresa –reaccionó casi de inmediato la vocera de Weinstein, Juda Engelmayer-. Los espectadores solo quieren entretenerse cuando van al cine, especialmente en este momento. Se han contado una y otra vez en estos cinco años los detalles de la investigación, el movimiento #MeToo y la historia de Weinstein. Está claro que no valia la pena pagar una entrada para ver eso de nuevo. El Harvey productor y distribuidor lo habría sabido”.
Lo que ni Weinstein ni su entorno reconocen es que la situación judicial a la que se expuso el productor desde que la investigación periodística se hizo público no tiene vuelta atrás. La crónica de estos cinco años registra un aumento casi exponencial de las acusaciones en su contra. Aquellas ocho declaraciones iniciales que Kantor y Twohey lograron hacer públicas a través de The New York Times no hicieron más que multiplicarse. Hubo más de un centenar de mujeres dispuestas a contar que Weinstein las acosó, las agredió y hasta llegó a abusar de ellas de distintas formas.
Un juicio penal en el que se acusa a Weinstein de siete delitos de carácter sexual, desde agresiones hasta una violación, está en pleno desarrollo en Los Angeles. No será la primera sentencia contra el productor, que ya purga en Nueva York una condena de 23 años de prisión por cargos similares. Y no faltará mucho tiempo hasta que se ponga en marcha en el Reino Unido otro proceso de características muy parecidas. El productor aguarda entre rejas la evolución de estos procesos y sus respectivos veredictos. Desde la prisión seguramente alentó y convalidó la irónica declaración que hizo su vocera sobre la película que lo interpela y llega este jueves a los cines de la Argentina.
Ese destino se hizo inexorable para Weinstein desde que se conocieron las primeras denuncias públicas en su contra cinco años atrás. La investigación de The New York Times se publicó el jueves 5 de octubre de 2017. Al día siguiente, el productor anunció que se tomaba una licencia indefinida “para aprender de este episodio” y el domingo 8, la junta directiva de su productora directamente lo echó de su cargo al frente de The Weinstein Company.
La carrera del “castigador” de Hollywood tardó apenas 72 horas en terminar por completo. Meryl Streep la había bautizado de ese modo por su habilidad para levantar o destruir la carrera de alguna estrella (ya famosa o aspirante a serlo) en muy poco tiempo. Weinstein, el hombre que entre otras cosas transformó el modo en que los productores operan dentro de la industria en la búsqueda de sus máximos premios y reconocimientos, Oscar incluido, recibió siempre de sus pares y de todos los sectores influyentes de Hollywood expresiones de velada admiración. O, en todo caso, de sugestivo silencio frente a conductas que, según parece, fueron durante décadas un secreto a voces.
El mismísimo Quentin Tarantino, que construyó buena parte de su carrera con el apoyo de Weinstein (fue el productor de la mayoría de sus películas), reconoció hace pocos días que debió ser mucho más severo con él. “Yo jamás había escuchado las historias que luego salieron a la luz. Escuchaba lo mismo que sabían todos y lo que me hubiera gustado es haber tenido una charla con Harvey, para decirle: vos no podés hacer esto”, dijo durante una gira promocional de su último libro, Cinema Speculation.
No hay menciones de este tipo en Ella dijo, que toma en cambio como punto básico de referencia el libro que Kantor y Twohey escribieron sobre su investigación, She Said: Breaking the Sexual Harassment Story That Helped Ignite a Movement, del que surgen algunos detalles clave para que los hechos relacionados con los abusos seriales (sexuales y de poder) de Weinstein se hicieran públicos por primera vez.
El propio The New York Times contó que el equipo de producción, la guionista Rebecca Lenkiewicz y la directora Maria Schrader (conocida por su trabajo en la serie Poco ortodoxa) fijaron desde un principio un conjunto de pautas para llevar adelante el proyecto: no debía mostrarse ninguna imagen gráfica sobre situaciones de abuso o acoso, desnudos y mucho menos referencias concretas sobre el propio Weinstein, que las pocas veces que aparece en cámara lo hace de espaldas o bien se lo reconoce nada más que a través de su voz en conversaciones telefónicas.
Otros detalles de la producción vincularon los hechos reales que formaron parte de la investigación periodística (luego usados en los juicios contra Weinstein) con su representación en la pantalla: desde los encuentros que los productores y la guionista mantuvieron con Zelda Perkins y Laura Madden, dos de las víctimas de la conducta acosadora del productor, hasta las conversaciones entre la directora Schrader y Ashley Judd en Berlín. Gracias a ellas, la actriz aceptó interpretarse a sí misma.
Judd fue la única actriz de renombre que fue víctima de la conducta de Weinstein y formó parte de la investigación de The New York Times. Cuenta su propia historia en Ella dijo dando la cara. Gwyneth Paltrow también lo hace, pero solo a través de su voz. Otras dos mujeres que sufrieron en la vida real los avances sexuales del productor, Sarah Ann Masse y Katherine Kendall, también aparecen en la película, en este caso en papeles muy breves. En el amplio equipo femenino que trabajó en esta producción se destaca el nombre de la argentina Natasha Braier como directora de fotografía.
A la vez, no deja de ser curioso que Brad Pitt, pareja de Paltrow en los años 90, sea uno de los productores de la película. En su momento, Pitt participó de varias películas producidas por Weinstein, entre ellas Bastardos sin gloria (dirigida por Tarantino) y Mátalos suavemente.
Y resulta todavía más llamativo que Weinstein, el hombre que parecía tener un ojo infalible para transformar cada una de sus producciones en seguras candidatas a los premios más importantes de Hollywood, aparezca con nombre y apellido como el villano de una historia real llevada al cine que podría obtener más allá de sus flojos resultados de taquilla más de una nominación al próximo Oscar.
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