‘El vicepresidente’
Christian Bale, Amy Adams. Dirigida por Adam McKay/Tres estrellas y media
El retrato de Adam McKay sobre el ascenso de Dick Cheney a la vicepresidencia de la era Bush está destinado a la polarización. El director tira granadas hacia todas las direcciones. Molestará a la izquierda, que sabe que Cheney es un maldito y quiere que la película lo haga polvo, y enojará a la derecha, porque McKay nos muestra que los Estados Unidos que hicieron al loco Dick también ayudaron a producir al payaso que hoy ocupa la Casa Blanca. Entonces, ¿a quién le habla El vicepresidente? A veces la película parece no tenerlo claro, pero McKay –quien ganó un Oscar al Mejor Guión Adaptado por La gran apuesta– da en el blanco cuando nos arroja al lugar donde lo político y lo personal se chocan.
Incluso enterrado en capas de látex, con 20 kilos de peso extra y un monotono implacable, Bale encuentra la esencia conflictiva de Cheney a lo largo de cuatro décadas de historia turbulenta, hasta ser el vicepresidente más poderoso de la historia moderna de Estados Unidos y un oportunista que usó el 11 de septiembre para aumentar los temores sociales y gobernar en las sombras como el titiritero de Bush. En definitiva, un villano que merece ser expuesto a la luz.
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