El universo Avatar llega al streaming, convertido en serie de acción real
Los protagonistas de Avatar: la leyenda de Aang, hablan sobre esta nueva versión de la clásica aventura de superpoderes y artes marciales, que apuesta por el camino espiritual y la representación multiétnica
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En un ecosistema reconocible a pesar de su identidad fantástica, habitado por seres con cualidades especiales y una fauna de bestias fabulosas, una larga guerra amenaza con romper el delicado equilibrio acordado por siglos. Olvídense de la saga Avatar de James Cameron, porque este Avatar es algo muy distinto, a pesar de tener algunos puntos en común. Por lo pronto, el mundo que muestra se encuentra dividido en cuatro naciones contrapuestas, cada una ligada a un elemento de la Naturaleza: Aire, Agua, Tierra y Fuego. Y si bien cada tribu cuenta con Maestros capaces de manipular su elemento mediante telekinesis, solo el Avatar tiene el poder para controlar los cuatro. De ahí que esta figura termine siendo, siempre, el encargado de garantizar la paz entre las partes. Y para esta generación, el Avatar es Aang, un joven Maestro del Aire que, con sólo 12 años, deberá aprender a ejercer el rol que le ha sido otorgado. Y, sobre todo, a controlar un poder que, desatado, podría significar el fin de todo lo conocido.
El 22 de febrero, Netflix estrenará los ocho episodios de la primera temporada de Avatar: la leyenda de Aang (Avatar: The Last Airbender), serie de acción real basada en el popular dibujo animado de Nickelodeon. En medio de la gira promocional, LA NACIÓN dialogó en exclusiva con seis de sus principales protagonistas: Gordon Cormier (Aang), Ian Ousley (Sokka), Kiawentiio (Katara), Dallas Liu (príncipe Zuko), Lizzy Yu (Azula) y Ken Leung (comandante Zhao). A través de Zoom, conversaron sobre diferentes aspectos del programa, incluyendo el alcance de sus contenidos espirituales y el respeto de la producción a las distintas etnias representadas.
-Gordon, ¿qué se puede adelantar sobre Aang y los desafíos que debe enfrentar?
-Es un chico feliz y divertido, que suele meterse en problemas. Carga con una responsabilidad que no eligió y con la cual no siempre se siente cómodo. Pero con el correr de los capítulos, poco a poco, irá adaptándose y acostumbrándose a convivir con ella. Al final, terminará aceptando su misión: salvar al mundo.
Esa tarea, por supuesto, lo sobrepasa y no podrá enfrentarla en soledad. Por suerte, se cruzará en el camino de Sokka y Katara, hermanos adolescentes de la Nación de Agua que, habiendo sobrevivido a una tragedia familiar y colectiva, se verán forzados a abandonar la relativa seguridad de su refugio y asumir el lugar de preponderancia que Aang necesita para completar su transformación. “Con la comedia como superpoder, Sokka es el personaje con quien más se podrá identificar el público -afirma Ian Ousley-. Sarcástico, divertido y hasta romántico, ayuda a arreglar todas las cosas a su alrededor y termina convertido en el corazón y alma del grupo. Quizá porque no tiene habilidades extraordinarias, funciona como el representante perfecto de la audiencia dentro de la trama”.
-Kiawentiio, ¿qué necesita Katara para alcanzar su verdadero potencial como Maestra del Agua? ¿Entrenamiento o autoconfianza?
-Una mezcla de ambas. El entrenamiento le ayudará a pasar al siguiente nivel de destreza física. Pero será la confianza en sí misma la que le permita desbloquear esa capacidad que ella no sabía que tenía hasta que apareció el Avatar. En realidad, la confianza juega un papel muy importante en el desarrollo de todos los personajes, porque es la que posibilita sus crecimientos personales.
Es un monstruo grande y pisa fuerte
Desde el principio, la serie estipula un escenario bélico como telón de fondo para una historia de autoconocimiento y prematuro fin de la infancia. Durante los últimos cien años, la Nación de Fuego ha iniciado la conquista de los otros tres territorios, desatando un ciclo de violencia, sangre y muerte que no parece reconocer límites. Para Ken Leung, la naturaleza de esta guerra coincide con las características de su personaje, Zhao, veterano comandante del ejército conquistador y uno de los principales villanos de la temporada. “Es una especie de metástasis que crece y crece durante el transcurso de los capítulos -sostiene-. Nació de una falsa valoración sobre el lugar de privilegio que la Nación de Fuego debería ocupar en el concierto de las naciones y, después de retroalimentarse con su propia imaginación, explota. Hasta llega a hacer cosas increíbles e indescriptibles, que ni siquiera había imaginado al comienzo. Lo que empezó como un autoengaño, termina cobrando vida autónoma y dinámica propia, una furia descontrolada”.
-Dallas, tu personaje está marcado por la furia, una lucha interna que lo lleva a perseguir al Avatar como una manera de alcanzar la redención frente a su padre, no?
-Siendo el exiliado hijo del tiránico gobernante de la Nación de Fuego, el príncipe Zuko tiene una lección que aprender. Y la furia guarda relación con todo lo que debe atravesar en ese viaje exterior e interior. En la serie, ningún personaje es unidimensional, todos presentan diferentes capas. Y yo estoy particularmente orgulloso del arco creativo que protagoniza Zuko.
-Lizzy, vos interpretás a la hermana de Zuko, Azula, un personaje que promete mayor desarrollo en una segunda temporada. ¿Qué rol te parece que cumple en esta primera parte?
-Azula es muy importante por dos motivos. Nos permite mostrar qué pasa en la Nación de Fuego mientras Zuko está afuera. Y planta la semilla para la compleja herencia del trono que revela el show.
Representación y energía
La serie de Netflix es el último eslabón (por ahora) de una franquicia con casi 20 años de historia y éxito comprobado alrededor del mundo. Avatar: la leyenda de Aang, el dibujo animado original, creado por Michael Dante DiMartino y Bryan Konietzko, debutó en Nickelodeon el 21 de febrero de 2005, cuatro años antes de que James Cameron estrenara su Avatar y galvanizara ese título a la experiencia cinematográfica de Pandora. Casi de inmediato, la epopeya de Aang, Sokka y Katara cautivó al público infantojuvenil y a buena parte del segmento adulto que había encumbrado en los ratings a propuestas tan disruptivas como Ren & Stimpy, Los Rugrats y Bob Esponja. Durante tres años, el show animado lideró las mediciones y disparó una secuela, La leyenda de Korra, ambientada 70 años en el futuro después del fin de la guerra contra la Nación de Fuego. Si bien los dibujos animados dejaron de realizarse en 2014, las repeticiones mantuvieron el mismo nivel de encendido, vendieron millones de VHS y DVD y se instalaron en el reino del streaming, donde continúan generando legiones de seguidores. Al mismo tiempo, el universo de Avatar se expandió en forma de cómics, novelas, una película para cine, series web, videojuegos y hasta en un podcast abierto al debate entre creadores, productores y público.
- Gordon, vos no habías nacido cuando la franquicia de Avatar inició su recorrido multimediático. ¿La conocías antes de haber empezado a trabajar en la serie de Netflix?
-No, la verdad que no. Principalmente, por una cuestión de edad (nació en 2009). Pero cuando fui elegido para el papel, me puse a estudiar y vi la serie animada unas 26 veces. Así me familiaricé con Aang y con lo que él encarna y representa.
Además de las cuestiones técnicas y la sabia asimilación de preceptos estéticos y narrativos del estilo animé, el dibujo animado de Avatar se impuso entre los espectadores por haber incorporado una serie de temas que, hasta ese momento, no habían sido muy transitados por el entretenimiento masivo preadolescente: genocidio, imperialismo, totalitarismo, adoctrinamiento de masas, terrorismo y revueltas sociales, entre otros. A los que opuso una opción de búsqueda espiritual que corría el eje de la discusión para evitar la violencia de abajo como única respuesta a la violencia de arriba.
- Ken, ¿te parece que en el camino espiritual que propone la serie se podría encontrar la respuesta a los conflictos humanos que plantea?
- Definitivamente. Al menos, lo ha hecho para mí a nivel personal. No es común que se hable de la serie en estos términos, pero siento que el resultado final está muy cerca de lo que implica un verdadero despertar espiritual. Lo que más me conmueve cuando Aang entra en modo Avatar, es que nada del universo queda fuera de ese estado y todo pasa a estar incluido, a la puerta de un cambio concreto. Lamentablemente, cuando uno trata de poner estos conceptos en palabras, no llega ni a acercarse a lo extraordinario de la experiencia. Por suerte, la característica más alucinante de la serie es que no utiliza el lenguaje de las palabras para explicarlo, sino que recurre a una batería de imágenes espectaculares para expresarlo en toda su dimensión. El resultado, realmente, es impresionante.
Otro de los pilares de Avatar es la representación multicultural que da sustento a los contenidos formales y de fondo que presenta la saga. En la base se encuentra una milimétrica fusión entre distintas épicas, artes, filosofías y mitologías orientales, donde conviven las referencias a las culturas de China y el sudeste asiático, junto con la cosmogonía de los pueblos indígenas originarios de los EE.UU. y Siberia, así como la comunidad esquimal inuit. La falta de apego a estas raíces identitarias fue, justamente, el centro de las críticas que cayeron sobre el film de acción real de 2010, El último Maestro del Aire, dirigido por M. Night Shyamalan, único (pero abrumador) paso en falso que se le conoce a la franquicia.
- Lizzy, esta producción cuenta con un preponderante reparto de actores y actrices con ascendencia asiática, indígena y esquimal. ¿Qué opinión te merece esta apuesta por la fidedigna representación multiétnica de la serie?
- Creo que no sólo es sorprendente, sino también inspiradora. Especialmente para mí, que pertenezco al costado más joven del reparto. En lo profesional, me dio la oportunidad de trabajar al lado de actores que admiro profundamente, como Daniel Dae Kim y Paul Sun-Hyung Lee (respectivamente a cargo del padre y el tío de Zuko y Azula). Pero lo más importante es el valor que la producción le ha dado a esta representación multiétnica, creando un sentimiento de comunidad que nunca vi en mi infancia. Una hermandad que nos hace sentir orgullosos de haber colaborado en este proyecto y, en mi caso, más orgullosa aún de mi herencia asiática. El programa me ha dado tanto, que sería ridículo definirlo solo como un trabajo.
- Ken, ¿puede ser que la serie haga avanzar toda la franquicia hacia un mayor empoderamiento de la mujer?
- Por supuesto, pero creo que va aún más allá de la cuestión de género. Porque no habla de hombres y mujeres, sino de energías masculinas y femeninas. La energía masculina es fuerte, contundente, obvia y bastante destructiva en su deseo de avanzar a cualquier costo. Es la energía que crea los problemas, en la serie y en el mundo real. En cambio, la energía femenina es todo lo contrario. Es sutil, tranquila y silenciosa. No busca el avance por el avance mismo, sino que intenta atraernos hacia ella para curar las heridas. El problema es que la mayor parte de nosotros no sabemos cómo poner en práctica nuestra energía femenina. Si tuviéramos la capacidad de detenernos a escuchar y entender, encontraríamos las respuestas que tanto andamos necesitando. En la serie y en el mundo real.
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