El único y gran Iván: una lograda fábula pensada para un público infantil y con fuerte mensaje ecologista
El único y gran Iván (The One and Only Ivan, EE. UU./2020). Dirección: Thea Sharrock. Guion: Mike White. Fotografía: Florian Ballhaus. Música: Craig Armstrong. Edición: Barney Pilling. Elenco: Bryan Cranston, Sam Rockwell (voz), Angelina Jolie (voz), Danny DeVito (voz), Helen Mirren (voz), Brooklynn Prince (voz) y Ariana Greenblatt. Duración: 98 minutos. Disponible en: Disney+. Nuestra opinión: buena.
Moris contó más de una vez que su canción "El oso", aquella que contaba la historia de un animal de circo que soñaba con su libertad, nació a pedido de una maestra jardinera que quería un tema para cantarle a los chicos. Al músico le gustó la idea de una letra que reafirmara la libertad y así le salió. Medio siglo después y miles de kilómetros al norte, la metáfora vuelve en otro formato en El único y gran Iván, con mucho camino recorrido en el medio, CGI, y de la mano de alguien que seguramente nunca escuchó rock nacional. Y lo que es aún más importante y marca la diferencia: inspirada en una historia real.
Iván (Sam Rockwell) es un gorila "espalda plateada", principal atracción del modesto circo que dirige su dueño Mack (Bryan Cranston). El tiempo de las grandes carpas y atracciones quedó en el pasado, el espectáculo en el que también está la elefanta Stella (Angelina Jolie), una foca, un gallo, un conejo y una caniche (Helen Mirren) funciona poco y mal en el fondo de un centro comercial. Con ellos anda también un perro atorrante, voz y alma de Danny DeVito.
La novedad de la llegada de la elefanta bebé Ruby (Brooklynn Prince) augura un florecer del negocio, pero Iván tiene otros planes: conseguir su libertad y la de sus compañeros, aunque esto signifique revelarle al mundo sus dotes de artista.
El único y gran Iván se basa en el libro infantil homónimo de Katherine Applegate publicado en 2013, que a su vez se inspira en la verdadera historia de un gorila notablemente inteligente que realizaba diferentes destrezas, había aprendido a pintar y que luego de 27 años en cautiverio fue liberado. Al uso y costumbre de las ficciones cinematográficas basadas en hechos reales, con los créditos de cierre llegan las imágenes del verdadero Iván, y un resumen de su vida.
Pensada para un público infantil y de fuerte mensaje ecologista, la película fluye sin estridencias ni golpes bajos, a lo mejor alguna situación que promete más de lo que da -como el intento de escape de los animales- pero sin mayor perjuicio para el desarrollo. Tampoco se carga de tópicos: no hay villano que castigue o se quiera aprovechar de los animales, ni siquiera el personaje del dueño del circo despierta antipatía, a lo mejor algún ceño fruncido producto de su anacrónico estilo de vida, pero no mucho más.
Sí, en cambio, el film dibuja una gran sonrisa por la técnica que tiene detrás. Los efectos digitales para dotar de vida a los animales son notables, con especial preocupación y detalle en la textura y movimientos del pelaje del protagonista y de sus compañeros. Al mismo tiempo, el elenco de primeras figuras que aportó su talento vocal (sumado al siempre preciso Cranston) consigue delinear la personalidad que requieren los animales para motorizar la trama. La conjunción de estos dos aspectos hace la diferencia, y se vuelve el alma de la película.
Sin pretender mucho más de lo que ofrece desde su planteo inicial, El único y gran Iván se disfruta, mientras subraya un mensaje de preservación y preocupación por las especies en cautiverio. Más que suficiente para que el gorila (como hace 50 años su colega oso) esté "contento de verdad".
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