El último gran héroe: la película maldita que quiso romper reglas y casi termina con la carrera de Arnold Schwarzenegger
El film de 1993 tenía todo para convertirse en un clásico del cine comercial del siglo XX, pero una increíble seguidilla de malas decisiones lo convirtieron en uno de los mayores fracasos de Hollywood
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Cuando estaba en la cima de su carrera y todo lo que tocaba se transformaba en oro, Arnold Schwarzenegger protagonizó una película tan desastrosa que casi acaba con su reputación y que marcó un antes y después para el género de acción. La debacle de El último gran héroe tres décadas atrás sigue siendo el ejemplo perfecto de cómo una muy buena idea termina naufragando de manera estrepitosa cuando Hollywood y los egos meten la cola.
Todo comenzó cuando los veinteañeros Zak Penn y Adam Leff, recién egresados de la carrera de guión, imaginaron una idea muy novedosa para comienzos de los 90: la historia de un niño que había encontrado en las películas de acción el escape perfecto para una realidad personal que lo agobiaba tras la muerte de su padre a causa de un cáncer. Gracias a un ticket mágico, el pequeño conseguía cumplir su sueño, vivir en una película, y disfrutaba de una aventura única.
“Si habías visto una película de acción en los 90, habías visto todas: se repetían constantemente los temas y elementos, sabías todo lo que iba pasar desde el inicio pero las disfrutábamos de todos modos”, recordó hace algunos años Leff, evidenciando el hartazgo que había logrado el género por entonces.
Fue con esa sensación que charló con Penn y pensaron en una versión nueva de La rosa púrpura de El Cairo: “Los Simpson también nos inspiraron. Pensamos: ‘Si este programa puede destruir géneros incluso cuando los abarca, ¿por qué no podemos hacerlo en acción en vivo?’ Entonces, creamos la historia de este niño desilusionado dando vueltas por Nueva York. Su padre murió y obviamente recurrió al cine por su vida de fantasía y el cumplimiento del tipo de impotencia que siente en Nueva York, siendo golpeado por matones y demás”.
Ambos se pasaron quince días viendo todas las películas de acción que estaban disponibles en el videoclub más cercano y tomaron nota de los elementos en común. Con eso escribieron los detalles de la historia, a la que titularon Extremely Violent, “Extremadamente violento” en español.
Una lavada de cara
La frescura de la idea y el corazón del guion fue lo que vio el agente Chris Moore, quien de inmediato se enamoró del proyecto: “De algún modo la historia era una versión moderna de El mago de Oz. Un niño con problemas familiares, un padre que se fue y una madre con la que no se lleva bien. Pero en vez de escapar a Oz, hace lo que la mayoría de los niños haría en los 90: ir a ver una película. Cuando mis padres se divorciaron muchas veces me encontré en una sala de cine, sentado en la oscuridad, pensando en mi vida, preguntándome qué se supone que debo hacer y esperando que uno de esos tipos en la pantalla me lo dijera”.
Así, Moore comenzó a recorrer los estudios de Hollywood y en todos encontró buen eco: era un momento en el que las películas de acción estaban en el centro de la discusión pública porque la violencia en pantalla comenzaba a ser vista como culpable de la violencia en las calles y aulas. Era hora de encontrar una manera de lavarle la cara a la industria.
De hecho, incluso las mismas estrellas querían encontrar una manera de reciclarse y blindarse a las críticas: si bien había hecho algunas comedias como Un detective en el kinder, Arnold Schwarzenegger estaba en el ojo de la tormenta luego de que el informe de una ONG antiviolencia señalara que en sus películas había asesinado, hasta ese momento, más de 270 personas en la ficción.
Así, cuando la estrella escuchó hablar de Extremadamente violento, se metió en las negociaciones y habló con Penn y Leff intercediendo para que los estudios Columbia compraran el guión por 350 mil dólares, un récord para unos novatos.
“Para nosotros fue un sueño porque, como mucho pensábamos en que Jean-Claude Van Damme o Dolph Lundgren iban a aceptar pero… ¿Schwarzenegger? Era la estrella más taquillera del mundo en ese momento, no lo podíamos creer” confesó Leff.
Sin embargo, lo que siguió a continuación fue uno de los fracasos cinematográficos más grandes del siglo pasado y una verdadera pesadilla en la que todo salió mal. Primero porque tanto Columbia como Schwarzenegger pidieron cambios en aquel guion que tanto les había atraído y los guionistas originales fueron despedidos.
Paso en falso
Fue así que entró en escena el experimentado David Arnott, quien tuvo la tarea de acomodar las ideas originales a nuevas voluntades. Pero los resultados dejaban mucho que desear y las idas y vueltas eran constantes.
Este clima enrarecido hizo que los primeros convocados para ponerse detrás de cámara dijeran que no. Ni Joel Schumacher, ni Richard Donner, ni Penny Marshall quisieron sentarse en la silla del director, dejando el puesto a John McTiernan que venía de hacer éxitos como Duro de matar y La caza del Octubre Rojo y que había trabajado con Schwarzenegger en Depredador. Él también quiso dejar su sello y modificó el guion.
De este modo, la historia se volvió tan inconexa que decidieron despedir a los nuevos guionistas y llamar a William Goldman, responsable de la exitosa versión de Misery en la gran pantalla, quien tuvo que tratar de darle sentido a una idea original con diferentes acercamientos y miradas a costa de modificar por completo su tramo final.
Así, de golpe la historia pasaba de estar completamente situada en un mundo fantasioso a tener una contraparte en nuestra realidad cuando uno de los malvados descubre el ticket mágico y llega a este mundo. Esto volvió más difícil no sólo la fluidez de la película sino también su mensaje, porque abusaba del recurso de romper la cuarta pared.
Échale la culpa al guion
Que una película de Hollywood rompiera la cuarta pared, es decir, pausara la ficción para mostrarle a la audiencia que se trata de un film, no era ninguna novedad en la década del 90. No sólo es un recurso que se remonta a Buster Keaton, sino que son parte central de clásicos como Annie Hall de Woody Allen, La naranja mecánica de Stanley Kubrick o Psicosis de Alfred Hitchcock. Y si bien no es quizá la narrativa más popular, para ese momento seguía vigente gracias al clásico de los 80 Un experto en diversión, con Matthew Broderick, o más cerca en el tiempo con El mundo según Wayne.
Sin embargo en El último gran héroe -un título que surgió tras el rechazo unánime del original, Extremadamente violento- toda la fantasía y la metáfora del niño que encontraba paz en el cine quedó presentada con un trazo grueso y sin sensibilidad. El cierre es innecesariamente violento, con peleas sin demasiado sentido y haciendo desaparecer toda crítica al Hollywood de ese momento.
“Nadie imagina lo frustrante de tener Arnold Schwarzenegger deseoso de hacer la película de dos jóvenes entusiastas pero ver que termina haciendo otra, la que querían los estudios”, explicó un allegado a la producción.
Shane Black, autor del guion de Duro de Matar y uno de los contactados para reescribir El último gran héroe, aseguró que no se trataba de un mecanismo inédito: “En los 90 era muy frecuente que un ejecutivo asustado con hacer un fiasco contratara a alguien probado para que arreglara el lío y eventualmente funcionaba como un reseguro. Es por eso que llamaron a Goldman, que era especialista en fortificar ideas, en ponerle vitaminas para que parezca mejor… y si fallaba, ¡no era culpa del ejecutivo”.
Un tren en movimiento
Una vez que los libros quedaron aprobados, el rodaje comenzó en noviembre de 1992 con un presupuesto de 85 millones de dólares, 15 de los cuales eran el salario de su protagonista. Schwarzenegger, además, se sumó como productor ejecutivo: “Me involucré en cada etapa, desde supervisar el guión a elegir al director y al elenco, pero también participé en la financiación, distribución y marketing. Incluso aprobé los prototipos de los juguetes”.
“Logramos vender licencias para siete tipos de videojuegos, una promoción de 20 millones de dólares con Burger King, una versión de la película de 36 millones para que sea una atracción en un parque. Colocamos una estatua inflable de cuatro pisos de altura del protagonista, Jack Slater, en una balsa cerca de la playa en Cannes durante el festival y establecí un récord personal al dar cuarenta entrevistas televisivas y cincuenta y cuatro entrevistas impresas en veinticuatro horas”, recordó el actor.
El frenesí y expectativa era tal que, mientras el rodaje avanzaba, Columbia comenzó con una campaña de marketing muy temprana pero pronto tuvieron un baño frío de realidad: en mayo de 1993 una primera versión de la película fue proyectada a un grupo de referencia para entender la reacción de la audiencia y la devolución fue tan mala que decidieron no contarle al director ni a su estrella para cuidarlos.
Sin embargo, el rumor llegó a la prensa y comenzó a reproducirse hasta que se supo la verdad. El que quedó más golpeado por Schwarzenegger: “La película dura más de dos horas y después de esa proyección los espectadores no podían explicar de qué iba la película, los diálogos no eran claros y la acción, confusa”.
“El estudio no podía decidir si se trataba de una película de acción o una película para niños. Me empujaban en muchas direcciones. Cuando me enviaron el guion, lo que me gustó fue que era tremendamente irreverente. Pero todo eso se estaba diluyendo. Y a las semanas de arrancar, solo estábamos tratando de terminar la maldita cosa”, confesó tiempo después McTiernan.
Su protagonista hoy coincide: “Estaba tomando una copa con el director después de filmar hasta las tres de la mañana en Nueva York y me dijo: ‘Lo que realmente estamos haciendo aquí es E.T.’. Cuando escuché eso tuve la sensación de que estábamos haciendo dos películas distintas, a pesar de que teníamos un coprotagonista infantil en la película no quedaba claro para mí que era familiar”.
La fecha de estreno también fue un gran error: la idea era lanzarla una semana después de Jurassic Park pero tras la recepción de la primera proyección, director y actor pidieron retrasarla tres meses para hacer cambios. Sin embargo, se encontraron con una fuerte negativa por parte del director de Columbia Pictures Peter Guber: “Una vez que se fija el estreno para una película grande, el impulso es como un tsunami. Se necesita un verdadero acto de proeza para pararse frente a él y decir que se detenga porque incluye juguetes, ropa, revistas, videojuegos. Es muy difícil pararlo. Una vez que esa máquina se pone en marcha, te arrojás frente a un tren en movimiento que te atropellará”.
El último gran héroe se estrenó entre críticas lapidarias y malos comentarios de los espectadores. Los estudios perdieron cerca de 25 millones de dólares en el proyecto y pronto fue nombrado no sólo el fracaso del año sino de todos los 90.
Tres décadas más tarde, involucrados como Leff creen que el problema fue el miedo que le tenían a su protagonista: “En muchos sentidos, nadie quería hacer enojar a Schwarzenegger y verlo irse a otro proyecto. En ese momento tenerlo como protagonista aseguraba 150 millones de dólares en la taquilla… o eso se creía”. Para muchos, es una película maldita que mostró que el interés de las audiencias se acercaba a historias como la de Jurassic Park, con muchos efectos especiales.
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