El triunfo de Antonioni
Noventa años de vida, sesenta de los cuales ha dedicado al cine; dieciséis largometrajes; quince cortometrajes; más de ciento cincuenta premios; centenares -quizá miles- de publicaciones acerca de su obra fílmica, a las que habría que agregar las innumerables muestras retrospectivas que se le han dedicado en los rincones más diversos del planeta desde que se lo reconoció, en los años sesenta, como original autor de un cine introspectivo, novedoso en la libertad de su concepción narrativa, fascinante en su perfección formal y empeñado en indagar el lado más secreto de la realidad. Si es el lenguaje de los números el que certifica la magnitud de un artista, la importancia de Michelangelo Antonioni está -como se ve- más allá de toda sospecha. Pero por supuesto hay argumentos mucho menos banales: los conoce muy bien el cinéfilo porque ha visto "La aventura", "El eclipse", "Blow up", "Crónica de un amor", "El pasajero" o cualquier otro de sus films, o porque ha percibido resonancias de esa singular mirada que cambió el cine en la obra de otros cineastas, la mayoría mucho más jóvenes que él. (Paradójicamente, si Antonioni no es hoy un nombre "de moda" -que también las hay en los círculos intelectuales-, casi invariablemente la influencia de su cine se hace notar en los festivales donde se muestra la producción más actual.).
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Al poeta de Ferrara -cuyos 90 dieron origen el domingo en Italia a una "jornada Antonioni" en la que hubo homenajes, conciertos (Rostropovich, Nicola Piovane y Gino Paoli compartieron uno en Roma), y por supuesto, muchas proyecciones de sus películas-, no lo han hecho claudicar ni el paso de los años ni la enfermedad que hace diecisiete años lo privó de la palabra y lo ató a una silla de ruedas. Sigue empeñado en capturar la verdadera imagen absoluta de la realidad aun a sabiendas de que el esfuerzo es vano; sigue convencido de que si hay un camino hacia la interioridad éste transcurre por debajo de la superficie de las cosas y por ello continúa poniendo su sensibilidad prodigiosa en estado de alerta para estimular sus intuiciones y traducirlas en imágenes que quizás otros ojos sabrán ver mejor que los suyos.
Ahora mismo, ayudado como siempre por Enrica Fico, su generosa e inseparable compañera, está completando su parte de "Eros", el film en episodios que compartirá con Wong Kar-wai y Steven Soderbergh (éste, en reemplazo de Pedro Almodóvar, que acaba de renunciar al proyecto por falta de un guión adecuado, aunque todavía es probable que se haga cargo del marco que contendrá los tres relatos).
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Antonioni buscó inspiración en las páginas de su bellísimo libro "Quel bowling sul Tevere" (aquí conocido como "Más allá de las nubes") y emprendió con Tonino Guerra la escritura de un guión acerca de un hombre maduro que al cabo de cuarenta años de matrimonio vive una historia amorosa con una mujer joven. "Los films de Antonioni -ha advertido Guerra, que colaboró en los guiones de la mayoría de sus grandes films- contienen una verdad y una modernidad que se descubre siempre después." Como un perfume que perdura. O como la emoción intransferible que transmiten sus imágenes, o el eco que despiertan en el ánimo de cada uno. Antonioni, que construyó una obra significativa acerca de la fugacidad (de los encuentros, de los sentimientos, del tiempo, de la vida), ha logrado atrapar más de una vez en sus imágenes el misterio de la belleza. Y esa belleza perdura, no es efímera. Bien puede celebrar -y nosotros con él- ese pequeño triunfo.
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