El teorema de Marguerite: una heroína construida con demasiados estereotipos
Presentada en la última edición del Festival de Cannes, la tercera película de la francesa Anna Novion cuenta con un argumento algo trillado en el que se destaca un muy buen trabajo de su protagonista, Ella Rumpf
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El teorema de Marguerite (Le théorème de Marguerite, Francia/2023). Dirección: Anna Novion. Guion: Agnès Feuvre, Marie-Stéphane Imbert, Philippe Paumier, Anna Novion. Fotografía: Jacques Girault. Edición: Anne Souriau. Elenco: Ella Rumpf, Jean-Pierre Darroussin, Clotilde Courau, Julien Frison, Sonia Bonny. Duración: 112 minutos. Calificación: apta para mayores de 13 años. Nuestra opinión: regular.
“Poner orden en el infinito”. Esa es una de las premisas básicas que impulsaron a Marguerite a estudiar obsesivamente las certezas y los enigmas de la matemática. En el camino de su construcción como heroína incomprendida, plagado de desafíos indescifrables para la inmensa mayoría de los humanos que ella va resolviendo sin pausa gracias a su prodigiosa inteligencia, se encontrará con la vida que no pasa tanto por el intelecto, particularmente con las complejidades del amor.
Pero la directora francesa Anna Novion y sus tres guionistas, Agnes Feuvre, Marie-Stephane Imbert y Mathieu Robin, parecen haber querido contrapesar el embrollo de esas complicadas ecuaciones con una simplicidad extrema en toda la trama que se desarrolla por fuera de las hazañas de un personaje protagónico que se apega en extremo al estereotipo: una nerd con dificultades para socializar, con una vida interior intensa, entregada full time a la que parece su única pasión y que por fin se libera a través del encuentro fortuito con su alma gemela, un muchacho con el que teje un vínculo que evoluciona del recelo y la desconfianza al romanticismo exacerbado.
Si todo suena tan trillado en esta película que estuvo en la última edición de Cannes (el debut de la directora también pasó por el célebre festival) es porque de verdad lo es. Sólo la notable interpretación de Ella Rumpf -a quien reconocerán los que vieron en Netflix la mucho más provocadora Raw, que cruza la iniciación sexual de una adolescente con el canibalismo- le añade matices y una pizca de misterio a una historia que los pide a gritos.
La atribulada Marguerite Hoffman (Rumpf) prepara una tesis para su doctorado en la prestigiosa École Normale Supérieure de París, donde se formaron once ganadores de la Medalla Fields, un premio similar al Nobel que reconoce los descubrimientos sobresalientes en matemáticas. El mismo que, de hecho, ostenta el personaje de Stellan Skarsgard en la exitosa En busca del destino, la película más taquillera de la carrera de Gus Van Sant, beneficiada por un enfoque menos acartonado y previsible que el de este solemne largometraje francés. Como el que también ofrece Gambito de dama, convertida en la miniserie más vista de la historia de Netflix, apoyada en la apuesta decidida a una versión rabiosamente contemporánea y estilizada del melodrama.
Obstinada en seguir los arcos narrativos más convencionales, El teorema de Marguerite va sumando conflictos esquemáticos -la compañera de piso liberal y empoderada que vive su sexualidad a pleno como contraparte de la parquedad y el terror al erotismo de la protagonista, por caso- y se pierde de explotar líneas argumentales que le podrían haber conferido más vuelo e intriga, más peligro y humor: la de su lucrativa habilidad para el mahjong (un engoroso juego de mesa chino), por ejemplo, que queda opacada por el subrayado de la sucesión de arrebatos creativos y garabatos producidos a la velocidad de la luz en todo tipo de superficie que ya vimos en Una mente brillante (2001), de Ron Howard, aquí a veces inflados con los tintes angelicales de la banda sonora.
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